||16||

338 82 17
                                    

—¡Yooo! ¡Te bendigooo! ¡Bendiciones! ¡Para tiii! ¡Sooolo para tiii!...

—Sacerdote, por favor, se lo ruego, tómeselo en serio. Ellos no nos van a pagar si lo ven haciendo estas cosas...

—¡Estoy siendo completamente serio! ¡Lo estoy intentando! Yo, ¡te bendigo! ¡Fuera maldición mala!

Minghao se alzó mirando la puerta. Hacia años que nadie más se acercaba, ya no traían sacerdotes y ni siquiera los niños corrían a jugar a esa dirección. Se puso de pie y caminó hasta llegar a la puerta. Colocó una mano sobre la madera fría y sonrió un poco.

Este sacerdote tenía el alma tan pura como el de un niño. Era la primera vez que sentía a alguien así, le recordó un poco a Jeonghan. Minghao colocó su frente contra la madera y respiró profundo. Sintió a Seokmin acercarse y colocar su frente en el mismo lugar con la curiosidad de un infante.

Veintidós años. Llevaba adentro veintidos años.

Seokmin se apartó y apartó a Seungkwan, QiangTao se asomó sobre ellos para ver, Hyori cargaba a su quinto hijo en brazos mientras que Feiyu quin estaba tras ella se apresuró a acercarse cuando vio las intenciones de Seokmin.

Aunque Seokmin intentó abrir la puerta el que lo hizo fue Minghao, aun si estuviera sellada con mil bendiciones y maldiciones él sería capaz de abrirla. Siempre fue capaz de abrirla, pero no lo hizo.

Ahora era momento.

La luz blanca lo cegó por unos segundos, pero su vista se acostumbró rápidamente para enfocar el rostro de Seokmin y Seungkwan asombrados. Feiyu cayó de las escaleras y BaoBao se arrodilló a su lado para ponerlo de pie. Los niños comenzaron a acercarse, y los que ya no eran niños tambien.

En todos esos años la familia había crecido en dirección a Hyori y su esposo, quedando ellos como los encargados de la finca. Los padres de Minghao ya no estaban, ni su abuelo ni su abuela. Ellos cuatro murieron a lo largo de los años.

Su madre decidió morir cuatro años después de su encierro.

—No...— Bao habló con la voz temblorosa, ella era vieja. Minghao apenas reconocía a su tia. —No es...

Ahora sus tíos eran tan ancianos como lo fue su abuelo.

Minghao los observó a todos, los rostros nuevos y los rostros envejecidos por los años. Todo se veía diferente. Menos él.

Sonrió a MinJi viendo el adorno en su cabello y sacudió su cabeza haciendo sonar el cascabel. Ella abrió los ojos con sorpresa.

—No has envejecido ni un día...— Habló Hyori, aunque ella no estaba aterrada. QiangTao si. —Primo... Lo...Lo sien...

—¡Te bendigo!— Seokmin agitó el baston similar al de Jeonghan y lo cubrió con ceniza. —¡Bendecido, bendecido, bendecido!

—Gracias, Seokmin.— Su voz salió tan estable y clara como la ultima vez que habló. —Ya no hay nada de lo que preocuparse aqui. Cualquier rastro de la maldición fue eliminado hace tiempo. Esa misma noche.

Dio un paso completamente fuera y escuchó el asombro de los niños, ellos lo veían como si fuera una criatura extraña, incluso querían tocar su ropa o su cabello, hasta su piel. Ellos querían tocar los tatuajes.

Sus pinturas.

Las pinturas en sus brazos y piernas eran de un color negro profundo, parecían estar pintadas sobre papel, los trazos limpios y delicados hasta llegar a las palmas de sus manos y a sus uñas pintadas del mismo color.

Quizás su rostro fuera el mismo que el de hace veintidos años, pero las marcas eran nuevas para ellos. No para Minghao.

Hyori estaba equivocada. Si envejeció. Pero solo envejeció tres años para poder cumplir el deseo de su madre de verlo crecer una vez más. Después de eso los años no pasaron para él.

Si bien ahora tendría cuarenta años él se detuvo a los veintiuno.

Casi la misma edad que él en ese momento.

—¡Es un demonio!— QiangTao estuvo a punto de tomar su espada y atacarlo.

Seokmin interpuso el baston.

—Él no se siente como un demonio...— Dijo el sacerdote. —Se siente como...

Un deseo.

Minghao comenzó a caminar saliendo de allí, abriéndose paso entre los niños asombrados, pasando a lado de MinJi quien agitó la cabeza para hacer sonar el cascabel de su adorno, ella viéndose alegre y emocionada, como si encontrara de nuevo a un viejo amigo.

Ahora ¿donde estaba el auto de Seokmin y Seungkwan? Hace veinte años no existía alguno así que estaba emocionado por subirse.

Si no se equivocaba ellos venían del lugar a donde tenía que ir, así que regresaría con ellos y quizás con MinJi, porque sentía el deseo de ella de acompañarlo. Giró para ver a las personas agrupadas que se suponía eran su familia y después miró a Seungkwan y Seokmin.

—Vamos. Tenemos que llegar pronto.

—i...ir?— Seungkwan temblaba. —¿a...a donde?

—A destrozar el lamento, Seungkwan. 

PSYCHO [JunHao]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora