Desde niña quise ser enfermera y ahora lo era en el Convento de las Mercedes en un pueblo alejado de la ciudad. Tengo 23 años y nunca tuve novio, es que en cambio a mis hermanas, yo siempre fui la menos agraciada y en los años 1830, es un tema bastante complicado, no obstante ser monja era bien visto y las familias ganaban cierto prestigio gracias a ello. Mi familia se sentía orgullosa de mí, ya que ayudaba a niños enfermos y ancianos que necesitaban atención y es que nuestro Convento creó una pequeña enfermería para personas desamparadas y de bajo nivel económico. Mi vida desde los 16 se la he entregado al Todopoderoso y será así hasta el día de mi muerte. Hoy me levanté temprano, nos reuniríamos con el Padre Tolomeo para saber quiénes irían de misioneras al Congo, estaba rezando hacía una semana para participar de enfermera y esperaba que Dios me diese la oportunidad.
Me coloco el hábito y después de la campana salimos las 20 monjitas que habitamos en el Convento, éramos muy disciplinadas y las madres superioras dejaban estrictas las reglas para mantener el orden en el lugar. El comedor estaba preparado por las hermanas que les tocó el autoservicio en la semana, yo lo hice junto a Jenna y Helen la otra que pasó. A la orden de la Madre Susan, nos sentamos a la mesa, damos gracias habitualmente por los alimentos a consumir y desayunamos sin hablar, que mientras se come, no se habla. Luego pasamos por el confesionario y rezamos un rosario y cada una a sus labores.
Me dirijo a la enfermería a ver a mis pacientes que me saludan nada más entrar. Me dirijo a la cama de Alisha, una niña de once años que tiene fractura de cadera y la veo con mejor semblante .
-¿Cómo te sientes Alisha?
-Mejor hermana, gracias.
-¿El doctor te revisó ya?
-Sí, dejó anotado los medicamentos sobre la mesita -miro y ahí estaba el papel, debo mandar al consejero a buscar algunos que no tenemos, aunque dentro de unos días entra una donación importante.
-Bien, comenzaremos con unas píldoras para el dolor y después vendré a darte los siguientes.
-Gracias hermana- le sonrió y sigo viendo a los demás pacientes.
Así paso siempre las mañanas de mi vida, excepto el domingo que después de las misas nos dejan descansar, dejando a una de nosotras guardia en la enfermería. El Padre llega en la tarde y nos reúne en la sala central. Estaba algo nerviosa ya que siempre he querido viajar, me siento al lado de Helen, la chica con la que mejor me llevo allí dentro y me sonríe. Cuando entra el Padre nos ponemos de pie y nos indica que tomemos asiento.
-Buenas tardes, madres y hermanas del Convento Las Mercedes, cómo saben, mañana estaremos partiendo al Congo, donde necesitaré cinco voluntarias para desarrollar una labor importante encomendada por el Todopoderoso.
-!Amén! -dijimos al unísono.
-Me encantaría llevarlas a todas pero me temo que no será posible, así que con la ayuda de la Madre superiora y rectora del Convento, Elena, llevaremos solo a cinco mejores, ellas son: Helen -mi amiga se pone de pie con entusiasmo mientras le aplaudimos -Jenna, Meybel, Zamira y Calett -no me lo creía, iría de misionera. Mi amiga me abraza mientras reímos -Hermanas, mañana zarparemos a las 11 de la mañana en el puerto, preparen sus maletas y hasta la vista.
Pedimos permiso y corremos a hacer lo que dijo el Padre, Helen estaba muy feliz al igual que yo, era un gran oportunidad para cambios y qué razón había en ello.
-¿Crees que veremos leones? ¿O cebras? ¿Cómo será África?
-Helen, calma, lo sabrás dentro de poco -ella salta y me abraza.
-Y estaremos juntas Calett, !es fascinante! -caminamos hacia nuestros dormitorios a preparar las maletas.
En la noche antes de acostarme recé y pedí al Todopoderoso que me ayudara en mi primera misión, ser una buena monja y el día de mañana convertirme en Madre Superiora. Guardé el crucifijo que me regaló mamá y me acosté, aunque dormí poco porque estaba emocionada y loca porque llegase el otro día. Vine a conciliar el sueño a las 5 de la mañana y a los treinta minutos sonó el despertador. Me levanté ojerosa y horrible, peor que siempre, no era tan bonita como Helen y mi cabello negro era muy rebelde, soy de piel morena hija de padres mestizos y bajita. Después de vestirme con mi mejor hábito, que en este caso usaríamos el blanco, salgo a desayunar. Dentro de unas horas nos recogería un carruaje para llevarnos al puerto. Las monjas nos felicitaban y bendecían, la Madre nos preparó alimentos para el viaje y nos despidió en la entrada a las cinco.
-Vayan con Dios, hijas mías y que la suerte las acompañe -dijo la Madre Superiora Elena.
-!Amén! -dijimos a coro y subimos al coche de caballos.
En todo el camino sólo se hablaba de la misión, del barco y también sentía algo de temor navegar. Me daba pánico morir ahogada o ser devorada por tiburones, aunque iba acompañada de la mano del Todopoderoso y mi fe puesta en él. Al llegar nos ayudaron a a bajar y quedé boquiabierta, era enorme el barco donde subían animales, comida y personas. El Padre Tolomeo nos hizo una señal con la mano en cuanto nos vio y nos acercamos a él.
-Bienvenidas Hermanas, pueden ir subiendo a bordo y le indicarán sus camarotes -y se aleja subiendo al barco.
Helen me hala de la mano y abordamos, era enorme y cabían muchas cosas, mi amiga me sigue halando y llegamos a unas puertas, dormiríamos de dos en dos y ella buscó una conmigo que tuviese vista al mar por una mirilla redonda. Desempacamos las cosas y después que cenamos algo, decidimos subir al exterior a observar el paisaje, el barco zarpó y las personas abajo decían adiós con las manos. Sería un camino lento pero al menos el mar estaba tranquilo. Habían personas en cubierta también admirando la vista y Helen sonreía. Esperaba pasar más momentos alucinantes como aquellos. Perdimos de vista la tierra y sólo se veía mar, el barco en ocasiones se zarandeaba debido al oleaje mareándome un poco. En uno de esos vaivenes me entran deseos de arrojar y me acerco al borde de la barandilla y vomito, soy algo débil de estómago y con esos movimientos, más.
-Calett, ¿te encuentras bien? -pregunta Helen a mi lado.
Niego con la cabeza mientras me entran unos mareos de pronto, no sé de qué forma me resbalé y crucé esa baranda cayendo al mar, oí al caer un grito aterrador de Helen y me tiraban cosas para que me aguantara pero mis pulmones no podían respirar y el hábito se pegaba a mi cuerpo siendo el provocante de mi muerte, sin poder dejo de luchar mientras me hundo en aquel lejano y profundo mar, asesinada por aquello a lo que llevé mi vida consagrando.
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Imagen de Calett
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Holaaa nuevamente!!! Esta es una historia de ciencia ficción y espero que le gusten las aventuras de la pobre Calett, apóyenme y síganme en Instagram como GretyBooks, besos a todos!!
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Perdida
Science FictionCalett es una monja que vive en un convento por allá por los años 1830, nunca fue una chica agraciada por lo que decidió entregarse al Todopoderoso, pero la vida le cambia cuando va de misionera y durante el trayecto sufre un aparatoso accidente que...