—Nos han fotografiado —me dice Sergio con desánimo una vez sentados en una mesa ridículamente larga. Él está en un extremo y yo en el otro, con el desayuno gourmet de Nadine entre los dos.
Así es como comen los ricos en las películas, y también, al parecer, Sergio Pérez Mendoza en la vida real.
—Mierda. Había un paparazzi allí anoche, escondido entre los arbustos. Nos pilló cuando nos íbamos. Intenté sacarte de allí lo más discretamente que pude.
La profunda mirada de Sergio me desarma.
—Te lo agradezco... pero ¿por qué?
Me sirvo una magdalena de arándanos.
—Para salvarte de ti mismo.
El rostro de Sergio permanece estoico.
—¿Tienes algún recuerdo de lo que pasó en la pista de baile? —le pregunto.
—Sí. Estaba mostrando mis movimientos asesinos.
Resoplo.
—Tres bromas seguidas. Muy bueno.
Sus cejas se arquean, pero no dice nada. Espera... No puede estar pensando en serio que es un buen bailarín, ¿verdad?
Continúa.
—Correctooooo. De todos modos, tus movimientos asesinos eran tan buenos que tuve que sacarte de allí antes de que alguien muriera.
Sergio entrecierra los ojos.
—¿Estás siendo sarcástico?
—¿Quién, yo? —Me acerco, unto la tostada con mantequilla y le doy un mordisco—. Estabas un poco intoxicado, así que quería sacarte de allí sin que te vieran. Sé lo importante que es para ti tu reputación.
—Dímelo a mí.
—No quería que nadie hiciera una foto y que estallara y se convirtiera en un gran problema.
Sergio se levanta de la silla y se acerca a mí.
—Demasiado tarde para eso.
Me entrega su teléfono. Hay una foto de Sergio acunando mi cara bajo el titular:
—Sergio Pérez Mendoza en una cita gay secreta.
Pongo los ojos en blanco.
—¿Es una broma?
Sergio suspira.
—Sí, una broma llamada portada del Gold Coast Daily.
Vuelvo a mirar la foto y me encojo de hombros. Sinceramente, no me molesta. Soy presentador de un podcast sobre sexo, así que he cubierto toda la gama de reacciones y opiniones de la gente sobre mi trabajo.
En otras noticias de última hora, la gente puede ser desgraciada en Internet. En la cobertura mediática que he recibido anteriormente, me han llamado zorra, puto, demente, me han dicho que debería avergonzarme de mí mismo, que soy una vergüenza para mi familia... todo porque hablo de sexo.
Pero así soy yo. Mi vida está a un millón de kilómetros del mundo en el que vive Sergio.
Aunque sea una mierda, en su mundo, la reputación importa. Cualquier cosa percibida como publicidad negativa podría perjudicarle a él y a su empresa. Sobre todo porque todavía es nuevo en el cargo.
Y es una mierda, que en este día y edad, estar en una relación del mismo sexo podría ser visto como un problema.
—Esto pasará —intento asegurarle—. No le des más vueltas al artículo. No merece la pena enfadarse.
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i don't know, bet you wanna try [chestappen]
FanfictionSergio Pérez y Max Verstappen con una falsa relación (no tanto) y algunas vibras de Pretty Woman.