27 > sergio;

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Han sido veinticuatro horas salvajes.

He pasado de estar preocupadísimo por el secreto que le he estado ocultando a Max, a que él me confesara su propio secreto, a que nos enfrentáramos a la verdad de lo que ambos hicimos, a intercambiar te quiero, a que mi hermanito se casara, a que yo la rompiera con mi habitual estilo épico en la pista de baile, y a que yo, ahora, tumbado en mi cama, desnudo como el día en que nací, fuera atado por primera vez.

Max y yo estamos enamorados, y todavía estoy procesando lo increíble que es un regalo. Estaba seguro de que asistiría a la boda de Carlos solo y con el corazón roto.

Soy el bastardo vivo más afortunado.

—¿No está demasiado apretado? —comprueba mientras termina de sujetarme al poste de la cama con una de mis corbatas de trabajo.

Muevo las muñecas. Aún puedo moverlas un poco, pero los nudos que me ha hecho las mantienen bien sujetas. —Es perfecto.

Max mira por mi cuerpo, y mi polla responde también con una sacudida afirmativa.

—Alucinante.

Acerca su boca a la mía y cierro los ojos mientras nos besamos, rindiéndome a este momento que llevo tanto tiempo deseando. Sentirme seguro.

Cuidado.

Amado.

¿Cómo es posible sentir todas esas cosas renunciando al control?

El colchón se mueve cuando Max se arrastra y se coloca entre mis piernas. No están atadas. No quería eso, con mis manos es suficiente.

Coge el bote de lubricante y lo abre.

—Vamos a tener que ir muy, muy despacio —me dice, echándoselo en los dedos—. Todavía me sorprende que nunca hayas hecho algo así antes.

—Ni siquiera un dedo —le digo, inclinando la barbilla hacia arriba—. Supongo que estaba esperando a la persona... adecuada.

Una lenta sonrisa se dibuja en su rostro. Como si le gustara oírme decir eso.

—Soy bastante brillante.

Siento algo frío entre las piernas cuando Max desliza un dedo untado en lubricante por mi entrepierna.

—Dime que pare cuando quieras, cuando lo necesites, ¿vale?

Asiento.

—Vale.

Max introduce un dedo y me preparo para el peor de los dolores, pero... no es para tanto. Claro, siento una sensación de plenitud, pero no es nada que no pueda soportar.

Miro a Max metiéndome y sacándome el dedo con cuidado con una mano, luego su otra mano empieza a moverse, y ¡oh, Dios, joder! Me da un fuerte tirón en los huevos que me hace sentir un calor abrasador.

Quiero retorcerme y moverme, pero no puedo. Estoy sujeto a la cama y me siento... como en casa.

—¿Te encuentras bien?

Intento responder y decir lo increíble que es esto, pero tengo los labios tan abiertos en una sonrisa que no puedo pronunciar las palabras.

—Muy bien —consigo decir por fin.

—Si crees que esto es bueno, espera a que te meta mi polla mágica.

Nuestros ojos se conectan y no siento más que una oleada tras otra de amor por este hombre increíble, seguro de sí mismo, totalmente fuera de lo común, único en su especie.

—Te quiero —digo, justo cuando Max añade otro dedo y lo retuerce dentro de mí. Siseo como un gato salvaje, viendo las estrellas.

Malditas estrellas.

i don't know, bet you wanna try [chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora