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Parpadeo.

Y vuelvo a parpadear.

—¿Qué estoy mirando ahora?

Lando da medio paso adelante y ladea la cabeza.

—No sabría decírtelo.

Sergio está, quiero decir bailando, pero esa palabra no define con precisión lo que está haciendo: señalar con el dedo, mover la cadera y levantar los brazos.

—Los heterosexuales no saben bailar —murmura Lando.

Lo miro con incredulidad.

—Odio los estereotipos, pero por desgracia, en esta ocasión, tengo que estar de acuerdo.

Lando y yo permanecemos pegados a un lado de la pista de baile, absortos ante el espectáculo que está montando Sergio.

Había estado pendiente de él desde el momento en que llegué. Pero, repito, él no era la única razón por la que había venido esta noche. Realmente quería pasar un rato con mi mejor amigo y conocer un poco mejor a Carlos.

Cuando finalmente vi a Sergio, estaba de pie junto a la barra. Solo. Bebiendo.

Al principio no sabía si me había visto, así que hice eso de mirar hacia él, pero sin que pareciera que lo estaba mirando a propósito.

Al final me reconoció y, a medida que avanzaba la noche, mientras seguía bebiendo una copa tras otra, ya no había duda. Nos seguíamos encontrando. Deliberadamente.

¿Qué pasaba por su mente? ¿Sabía que yo estaría aquí esta noche o se le ocurrió en el último momento? ¿Por qué estaba solo en el bar y no con sus hermanos y el resto del grupo?

Mi mente no paraba de hacerse preguntas sin respuesta y soy curioso. No me gusta no saber. Así que cuando quedó claro que Sergio no iba a unirse a nosotros, le sugerí a Lando que fuéramos a saludarlo.

Sergio nos echó un vistazo, se bebió el resto de su bebida y huyó. Los presos que escapan de la cárcel no se mueven tan rápido como ese hombre.

Pero, ¿por qué?

No tengo más remedio que plantearme la pregunta más obvia. ¿Me está evitando Sergio?

Explicaría en cierto modo por qué estaba bebiendo solo.

Pero... ¿seguro que no? Estoy casi seguro de que, a diferencia de mí, ha dejado el fin de semana pasado donde le corresponde. En el pasado, sin darle, o a mí, un segundo pensamiento.

Ni siquiera tuve noticias suyas después de enviarle un regalo. Probablemente lo tiró a la basura y piensa que soy un bicho raro.

Ah, bueno... Debería hacer lo mismo y olvidarme de él. Nunca me cuelgo de nada.

Ni de nadie.

La canción termina y empieza una más lenta.

—Gracias a Dios. —Le doy un codazo a Lando—. Esto podría poner fin a... —Hago un gesto con la mano—. Sea lo que sea.

Pero no, Sergio no debe haber notado el cambio de música porque sigue dando vueltas y rebotando al ritmo de su propia cabeza. Incluso hace un poco de footing sobre la marcha. Esto... no es bueno. El equivalente de baile de roadkill.

—Creo que deberíamos hacer algo —le digo—. Lo único necesario para que el baile horrendo triunfe en este mundo es que la gente buena se quede de brazos cruzados.

—No sé. Lo estoy disfrutando. —Lando mete la mano en el bolsillo—. Déjame tomar un video rápido para Carlos...

—No. —Me invade un sentimiento de protección y le arrebato el teléfono a Lando.

i don't know, bet you wanna try [chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora