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Una bola blanca pasa a centímetros de mi cara, tan rápido que no es más que un borrón.

—Ya sabes —digo apretando los dientes, con el sudor cayéndome por la cara—. Si esta es tu idea de una cita falsa y divertida, creo que sé por qué sigues soltero.

—Pobrecito. —Sergio se acerca corriendo y me da una palmada en la espalda—. ¿De mal humor porque te estoy dando una paliza?

—Para que conste, me encanta que me azoten el culo. Pero no así.

—¿Debería tomármelo con más calma?

Le fulmino con la mirada, engreído y sexy con su camiseta de entrenamiento verde bosque de diseño y sus pantalones cortos de baloncesto negros. Ni siquiera ha sudado.

Mi lado estúpidamente competitivo responde por mí.

—De ninguna puta manera —gruño.

Lo cual es increíblemente estúpido por mi parte, porque en el transcurso de lo que parecen al menos tres horas, pero que probablemente no sea ni una cuarta parte de ese tiempo, Sergio procede a demolerme.

Y no en el buen sentido.

Tenemos nuestra primera cita oficial en el Gold Coast Indoor Squash Center, y si nunca vuelvo a oír el sonido de las zapatillas de squash sobre el suelo de haya, será demasiado pronto. No entiendo por qué Sergio no eligió un restaurante de lujo vigilado por los paparazzi. Creía que me había apuntado a un mes en el que me invitarían a cenar y me fotografiarían por mi lado favorecedor, no a hacer ejercicio.

Sergio me explica que éste es un buen lugar para ser visto. Muchos periodistas y medios de comunicación son miembros, así que si nos ven aquí, es más probable que se hagan eco de la noticia cuando llegue a sus escritorios. En realidad es un plan sólido. No demasiado obvio. Creíble.

—Parece que funciona. —Resoplo las palabras, secándome el pelo empapado cuando nuestro tiempo asignado en la pista llega a su fin.

Sergio sigue con la mirada a dos jóvenes que intentan, sin conseguirlo, hacernos una foto discretamente. Les da la espalda y pone los ojos en blanco.

—La gente es tan predecible.

—Patética.

—Lo peor —Me da una botella de agua—. ¿Listo para cambiarte?

Miro mi polo empapado de sudor pegado al pecho.

—Muy listo.

Cogemos nuestras cosas y nos dirigimos a los vestuarios.

Sergio ha estado inundado de trabajo toda la semana, así que hemos cogido el penúltimo hueco de la tarde. Todavía hay gente, pero el lugar empieza a despejarse.

Una vez dentro de los vestuarios, tiro la bolsa en un largo banco de madera y empiezo a rebuscar para encontrar mi gel de baño. Sergio se comporta como el típico anciano y tararea para sí mismo. Probablemente una canción del siglo pasado.

Encuentro el gel y lo saco triunfante de la bolsa. Sin embargo, cuando me giro para mirar a Sergio, el maldito frasco se me cae de los dedos. Me mareo y siento el culo en el banco, cayendo con un fuerte golpe.

—¿Qué estás haciendo?

Sergio me lanza una mirada inquisitiva.

—¿Qué parece que estoy haciendo? Me estoy preparando para ducharme.

—Sí. Pero estás...

¿Hablando? Imposible ahora mismo. Así que muevo una mano arriba y abajo a lo largo de su cuerpo.

i don't know, bet you wanna try [chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora