Los Sharks de Metrópolis versus los Rogues de Gótica, un match que nadie quiere perderse. Estaban en la tercer entrada, con los Rogues arriba por solo un par de puntos. Kenny estaba aburrido, el futbol no era lo suyo. Es más, los deportes no eran lo suyo. Cuando accedió a trabajar en el medio grafico esperaba algo más ostentoso, como ser los policiales o la columna de la bolsa. Porque nadie lee las columnas de deportes, excepto claro, los fanáticos del deporte. Sin embargo, ahí estaba con su libreta en mano intentando captar “el espíritu del juego”, de buena gana se lo hubiera cedido a su compañera que si parecía estar cien por ciento en sintonía con los casi ochenta mil espectadores dentro el condenado estadio. Kara no había parado de tomar fotografías desde que llegaron, era buena cosa, porque con ello podría rellenar los huecos en su reporte, que estaba demasiado ocupado con su miseria como para notar.
Kenneth continuó observando, cuando a su izquierda noto algo. O mejor dicho, a alguien. La mujer era hermosa, sentada en las gradas llamaba la atención porque no parecía interesada en el partido, como el. Sus ojos iban y venían hacia todas partes, a simple vista parecía tranquila pero la mandíbula apretada indicaba otra cosa. Como si esperase que de un momento a otro, algo fuera a caer sobre su cabeza. Entonces se puso de pie. Aliso los pliegues de su gabardina oscura y salió al pasillo, subiendo hacia la salida. Suponiendo que podría divertirse un poco, Kenny la siguió, discretamente claro. Tras él, el estadio pareció estallar en ovaciones.
No le fue difícil hallarla, una figura solitaria caminando por los pasillos hacia el estacionamiento. Su cabello oscuro se movía al compás de los pasos rápidos que daba. Varias veces Kenny tuvo que casi correr para no perderla de vista. Descendió al estacionamiento, siempre con el hombre tras sus pasos, ella no parecía notarlo ya que su caminata no se modifico en ningún momento. Conforme parecía acercarse al lugar a donde debía llegar, la mujer aminoro la marcha. Kenny también adapto su paso al de ella y se oculto detrás de un viejo Chevy a solo unos cuantos metros. Emocionado aun sin saber que estaba a punto de presenciar. Vio como la extraña mujer liberaba el cinto de su gabardina y de a uno desprendía los botones, al mismo tiempo que un hombre, vestido completamente de negro, aparecía frente a ella desde el otro lado. Con manos torpes, Kenny busco entre sus cosas su grabadora digital, esperando poder captar algo de la charla entre ambos. Luchando con su propia torpeza, Kenny pudo activar su grabadora y la coloco suavemente sobre la cajuela del Chevy estacionado delante suyo.
-Kieran.
-Alexei, ha pasado tiempo.-ella hizo una leve inclinación de cabeza en señal de saludo-
-No eres lo que buscaba, pero supongo que tendrá que bastar.
No dijeron mas a partir de ahí. Y fue entonces cuando Kenneth supo que no había sido una buena idea haberla seguido. La mujer saco de entre los pliegues de su gabardina una espada.
Una. Maldita. Espada.
El otro hombre también hizo lo mismo.
Y mucho antes de que supiera que pasaba, los dos estaban luchando. Luchando con sus espadas. Como en las películas de mosqueteros. Esas películas que veía en el cine cuando era niño. Como en Star Wars. Pero no eran sables de luz. No…
De no ser por el absoluto terror que lo tenía como atornillado al piso, hubiera escapado. Porque no quería ser parte de lo que sea que esos dos estaban a punto de hacer. Había escuchado de clubes clandestinos. De todas clases y vicios. Gente que pagaba por ver a otros matarse o simplemente teniendo sexo. Maldita sea, donde estaba Kara y su estúpida cámara?? ¡Esto era oro puro! Ninguno de ellos prestaba atención a su entorno, las cuchillas chocaban entre si con un escalofriante sonido que hacía eco en todas partes. El hombre parecía concentrado en matarla. Sus movimientos solo eran grotescos, como si buscara su cabeza. Ken esperaba que su grabadora pudiera captar los sonidos de la lucha, por lo que se animo a acercarse un poco más. La mujer tropezó de espaldas a causa de la fuerza de los golpes y cayó al piso, soltando su arma. El llamado Alexei se arrojo sobre ella con su espada en alto, dejando caer la hoja sobre ella como una guillotina. Ella se movió, apenas casi esquivando el corte que la hubiera partido al medio. Y siguió arrastrándose en el sucio piso del estacionamiento en su afán de escapar de su oponente. Recogió algo del piso y se lo arrojo a la cara, justo cuando la cuchilla caía nuevamente sobre ella, dio un giro hacia atrás en una impecable rueda. Justo para recuperar su espada.
-Puta…-mascullo el hombretón-¿Qué mierda…?
Vio a Kenny, allí escondido detrás del auto clásico.
-Yo…-murmuro el reportero-
-Vete…!-grito la mujer desde el piso-
Su advertencia llego demasiado tarde. El hombre, Alexei, fue hasta donde estaba Kenny y lo atravesó con su espada, con tal fuerza que prácticamente lo levanto del piso. Para luego deshacerse de el, como si limpiara una brocheta.
Satisfecho con su accionar, se volvió para ocuparse de su otro asunto cuando vio la hoja cruzar frente a sus ojos. La cabeza de Alexei Nicolai Odorovky se desprendió de su cuerpo con suavidad, deslizándose hasta el piso donde rodo un par de veces hasta detenerse. La mujer de nombre Kieran, abandono la posición de guardia y cerró los ojos. Y esperó. Debería estar acostumbrada a ello, pero siempre que sucedía dolía. Dolía como el infierno.
Cada vez que un Inmortal moría, la energía que liberaba, acumulada en el a lo largo de toda su existencia, pasaba al que lo había vencido. Kieran realmente no comprendía por que, solo que pasaba y que era inevitable. El intercambio era doloroso y a veces no muy agradable ya que no solo se recibía su energía de vida sino también sus experiencias y emociones. Alexei era un hombre antiguo y había hecho mucho daño a lo largo de su existencia. Su poder era casi insoportable y hacia que prácticamente Kieran se levantara del piso y gritara de dolor. La estática por el intercambio hizo estallar las lámparas del estacionamiento, activo las alarmas de los automóviles, provocando caos.
Atontada y aturdida, Kieran se puso de pie. A trompicones recogió su espada junto con el sable de Alexei y los arrojó sobre el soporte para los cables de electricidad del techo de la columna más cercana a ella. Y se marcho.
Volvería por ellas después.