Todo comenzó con un simple juego de notas entre clases pero poco a poco se convirtió en la manera de llamar la atención del otro con excusas tontas disfrazas de verdadero interés.
Max está apunto de descubrir que Bradley es más que un chico presumi...
Él capuchino es uno de los mejores cafés preparados. Es una bebida nacida en Italia, preparada con café expreso y leche montada con vapor para darle cremosidad. La experiencia de probar su sabor dulce y cremoso junto con el calor de la bebida en el mismo segundo te da una sensación cálida y agradable aún en los ambientes más fríos de tu alrededor teniendo por sabor solo el café o algún otro acompañamiento como la vainilla o el caramelo. Podría ser, perfectamente, el momento más dulce del día.
Max y sus amigos se encontraban en el salón con 10 minutos de anticipación para que la clase comenzará.
— Amigo ¿creés que si hubiera sido buena idea que fueras a visitar a Bradley? Ese chico es un desquiciado y te odia a morir — Dijo Pj con preocupación
— Todo está bien, es un buen chico solo necesita otra oportunidad — respondió Max con optimismo
En ese momento entro Bradley al aula con su misma expresión seria de siempre. Max noto de inmediato que, una vez más, había llegado sin los yesos ni muleta, negó con la cabeza frustrado por lo terco que podía llegar a ser el castaño con tal de seguir siendo el mismo.
En ese momento Bradley volteo a ver a todos buscando un asiento libre pero todos parecían estar ocupados y los que se encontraban vacíos se veían ocupados por libros y mochilas que los demás ponían para evitar que el chico se pusiera a su lado. Max notando esto quito su mochila de su lado y le hizo una seña a Bradley para que se sentará junto a él. En cuanto fue visto Bradley rodó los ojos negándose pero al darse cuenta que no tenía más opciones camino hacia allá resignado.
— Otra vez viniste sin tu armadura genio — comento Max
— No la necesito — respondió Bradley sin siquiera mirarlo
Minutos después llegó el profesor y la clase comenzó.
— Bien chicos, me alegra ver qué todos asistieron. Comenzaremos con un poco de Sócrates y su filosofía para iluminar el día — dijo el anciano poniendo sobre la mesa un libro grande y viejo.
Mientras comenzaba su narración a la lectura Max intuyó que era buen momento para una conversación.
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Las clases fueron una total eternidad para Max que sentía cada vez más aburrido. Las horas pasaban demasiado lento para él y poco era su interés en los temas que se estaban presentando. Más de una vez estuvo a punto de quedarse dormido en consecuencia por desvelarse jugando videojuegos.
Bradley por otro lado le parecía que las clases avanzaban demasiado rápido y se negaba por completo a salir por aquella puerta y perder el tiempo en juegos tontos. Los minutos pasaban y pasaban y ambos chicos miraban con atención el reloj con distintas perspectivas del tiempo en sus mentes.
Entre el aburrimiento Max tuvo la idea de poner un lápiz entre su boca y su nariz simulando un bigote e imitar a su profesor sin emitir ruido. Bradley lo noto y estuvo a punto de reír cuando logro callarse a tiempo cubriendo su boca con su mano. Max le sonrió y dejo su lápiz de lado.
