18. Contacto de emergencia

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Contenido delicado, leer bajo conciencia.

Samantha Miller...

No podía creer lo que acababa de escuchar. Las palabras de mi madre resonaban en mi cabeza como un eco interminable, cada repetición más cruel que la anterior. "Eres una maldita adoptada". Esa simple frase había destruido todo lo que creía saber sobre mi vida.

-Siempre supe que no eras suficiente. Te recogimos por lástima, pero resultaste ser un fracaso -escupió mi madre, sus ojos brillando con una ira inexplicable-

-Nunca debimos haberte recogido. Siempre has sido una vergüenza para nosotros-

El impacto de esas palabras me dejó sin aliento. La rabia y el dolor se mezclaron en mi interior.

-¿Cómo puedes decir eso? -pregunte apenas en un susurro-

Sentí cómo mi corazón se encogía. ¿Cómo podía ser que la mujer que me había adoptado me estuviera diciendo cosas tan horribles? La incredulidad me mantenía congelada, incapaz de reaccionar, incapaz de entender por qué estaba sucediendo todo esto.

-Eres una inútil, una maldita carga -continuó, y de repente, la habitación se llenó de un silencio aterrador, luego de que ella, estallará la taza de porcelana contra el suelo. Casi al lado mío.

No sé cuánto tiempo pasé en el suelo. Contemple los pedazos de la muy costosa taza, estaban como yo, dispersos y rotos por todo el piso.
Los minutos se alargaron en horas mientras mi mente procesaba la verdad brutal de mi origen. Adoptada. Toda mi vida había sido una mentira, construida sobre cimientos falsos.

-Levántate, no te quedes ahí como una miserable -gruñó mi madre-

Finalmente, me levanté, tambaleándome. Me apoyé contra la encimera, mis manos temblorosas tratando de asirse a algo tangible mientras mi mundo se desmoronaba a mi alrededor. La mirada fría y llena de desprecio de mi madre perforaba mi alma, pero aún no podía procesar la siguiente oleada de palabras venenosas.

-Dijeron que solo dabas problemas, que eras una carga. Así que siéntete afortunada de que te acogí, de que te di un hogar -su voz estaba llena de desprecio- Pero mira lo que he conseguido, una hija que solo me da dolores de cabeza y desagradecimiento.

Las palabras me atravesaban como cuchillos, pero ella no se detenía.

-Eso no es cierto -gritó, sintiendo las lágrimas asomar en mis ojos- Yo siempre he intentado...-

-¿Intentado qué? -interrumpió con sarcasmo- ¿Intentado ser una buena hija? Pues no lo has conseguido. Siempre has sido un problema, desde el día en que te traje a esta casa. Quizás tus padres biológicos tenían razón en abandonarte-

El dolor en mi pecho era insoportable. Quería gritar, llorar, pero sobre todo quería entender por qué mi madre me trataba así

-Deberías estar muerta, pero lamentablemente, llegamos nosotros-

Sus palabras me golpearon como una bofetada, pero antes de que pudiera reaccionar, ella continuó mientras se acercaba lentamente hacia mí.

-De igual manera, no te preocupes, haré que la voluntad del destino se cumpla de una vez por todas -sin más se abalanzó hacia mí-

Antes de que pudiera defenderme, antes de que pudiera encontrar las palabras para replicar, sentí el ardor agudo de otra bofetada cruzando mi rostro. El golpe fue tan fuerte que volví a perder el equilibrio y caí al suelo. Mi mejilla ardía y las lágrimas brotaban de mis ojos sin control.

La violencia física era algo nuevo. Mi madre siempre había sido dura, siempre había habido gritos e insulto, pero nunca antes había llegado a esto. Me quedé en el suelo, aturdida y destrozada, mi mente tratando de reconciliar la realidad con el caos emocional que sentía.

Me encontréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora