20. Esa niña... Soy yo en el pasado

72 11 26
                                    

Samantha Miller...

No siento nada. Mi mente flota en un mar de niebla muy densa, en un sueño pesado y sofocante del que no puedo escapar por más que lo intento.

Por momentos siento que vuelo, que mi cuerpo es más liviano que una pluma y que es posible tocar el cielo y las nueves con la palma de mi mano. Pero esos momentos llegan a su fin cuando me convierto en una roca espacial, que a medida que va cayendo, a una velocidad inigualable, se va convirtiendo en un meteorito para que su único final, sea terminar estrellado.

La diferencia entre un meteorito y yo, es que él, irradia luz en su caída en picada, y yo por mi parte solo oscuridad.

Abro mis ojos y solo veo borroso, observó hacia arriba y parece que estoy en el fondo del pozo, un lugar sin salida, sin retorno y sin escapatoria.

- "Ya es hora de rendirse... ¿No lo crees?" –

Sollozo, no quiero rendirme, pero todo se ha vuelto una locura, una maldita catástrofe y ya no estoy en condiciones de seguir, ya no tengo fuerzas, ni siquiera puedo levantarme del suelo donde estoy tirada como si fuera una bolsa de papas.

- "Entonces, déjame tomar el control"-

Y a lo mejor, es lo que debería de hacer. ¿De qué sirve luchar contra la marea? Si cada vez que voy a enfrentar sus fuertes olas, me hacen regresar a la costa mucho más destruida de lo que partí. ¿De qué sirve hacerme la valiente y querer atravesar el huracán? No voy a conseguir nada positivo entrando al ojo del mismo, solo obtendría más de lo mismo. Desilusión, fracaso y lamentos.

Me resigno y vuelvo a cerrar mis ojos, ya es hora de descansar. Llego el tiempo de abandonar la pelea y entender que no siempre gana la parte buena. Es el momento de bajar los brazos y obedecer a esa voz de mi cabeza, que tantos años me he esforzado en mantener silenciada.

Siento un horrible pitido retumbar por todo el lugar, que al cabo de dos minutos se vuelve molesto y ensordecedor. Al mismo tiempo que escucho voces y gritos ajenos, soy zarandeada fuertemente, mientras siento unas fuertes corrientes eléctricas en mi pecho. Del escándalo que se ha formado diferencio voces, algunas son de personas que no conozco, pero a otras, logro reconocerlas inmediatamente. Natt, Nessa y Alexandro.

Ese que acompaña los demás gritos... ¿Es Bastian?

De un momento a otro los alaridos se terminan, trayéndome un silencio aterrador.

¿Por qué de pronto todos se callaron?

Pero mi paz no dura mucho tiempo... Un grito de desesperación es lo que hace que abra mis ojos asustada. Me tapo lo oídos con mis palmas cuando se convierten más fuertes, puedo identificar que se trata de una niña.

- "Ayuda, por favor sáquenme de aquí"-

Me puse de pie, ignorando el dolor de cabeza que me generaban los gritos. Debía ayudarla podía notar en su voz el miedo y la desesperación. A lo lejos, visualizo una puerta por lo que corro hacia ella y usó todas las fuerzas que me quedan para poder abrirla. Empujó y golpeó, pero nada la abre y es ahí cuando, los gritos se vuelven más fuertes.

-Debo salvarla-

Me alejo de la puerta, unos tres pasos para atrás, tomo impulso y comenzó a partear la puerta, uno de mis tantos golpes lo di en la cerradura, y eso me permitió derribar la maldita puerta.

Y lo que vi... Realmente me partió en dos el corazón y el alma.

Una pequeña, repleta de moretones y pequeños cortecitos en las piernas se encontraba en el suelo llorando abrazando sus rodillas. Desde mi lugar puedo ver, que sobre sus golpes, hay costras de barro y tiene toda su cabellera repleta de tierra.

Me encontréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora