Legado

Epílogo

~Tres años después~

Enji se quitó la chaqueta y la corbata en la puerta y se agachó para desatar sus zapatos, alineándolos cuidadosamente junto al par de Keigo en la puerta. Tres años como el héroe número uno en Japón, y las entrevistas no se habían vuelto más fáciles. Sin embargo, su nuevo director de relaciones públicas insistió en que siguiera el juego, por lo que una vez más había sufrido otra tontería televisada que podría haber sido manejada por cualquier otra persona.

La finca de Todoroki estaba tranquila, lo que significaba que Keigo estaba durmiendo la siesta o se había escapado para hacer una patrulla de último momento, a pesar de que Musutafu 
claramente no estaba bajo su jurisdicción. No es que esos detalles hubieran detenido a Hawks, no desde que había comenzado a dividir su tiempo entre su agencia en Kyushu y la casa de Enji.

Las tres noches por semana que Keigo pasaba en la finca de Todoroki contribuían en gran medida a reducir la soledad que sentía Enji, ahora que Fuyumi se había mudado para vivir con Rei en la casa que Enji había construido para ella. Algún día, esperaba que su hija no se sintiera obligada a vivir con ninguno de sus padres, a cuidarlos y a perseguir el sueño perdido hace mucho tiempo de tener una familia completa cuando podría estar fuera y formar su propia familia. Ella lo haría mejor que Enji, eso era seguro.

No había visto ni hablado con Rei desde que se había formalizado el divorcio; había pasado incluso más tiempo desde que había tenido contacto con Natsuo. La soledad le dolía de vez en cuando, pero solo estaba cosechando las consecuencias de sus propias acciones. Si hubiera sido un mejor esposo, un mejor padre, aún podría tener contacto con más miembros de su familia que solo con Fuyumi.

Todavía podría tener contacto con Shouto y Touya.

Había sido una píldora amarga de tragar, que Shouto hubiera preferido huir de él y renunciar a su futuro como héroe para sacar a Touya de la prisión y huir con él. Una y otra vez, Enji había tratado de averiguar qué podría haber hecho de manera diferente para que Shouto se quedara, para obligarlo a darse cuenta de que huir de su padre y su destino por su hermano villano no era el camino correcto, y solo terminaría en miseria.

Con el tiempo, sin embargo, se dio cuenta de que fue esa misma mentalidad de fuerza la que había alejado a Shouto de él para siempre.

Esperaba que su hijo fuera feliz, que sus dos hijos fueran felices, dondequiera que estuvieran. Tal vez no debería desear algo así; Touya era un villano, y Shouto había seguido el camino de la criminalidad cuando huyó para liberar a Touya de la prisión. Y, sin embargo, eran sus hijos. Sin importar sus crímenes, sus atrocidades, siempre los amaría. Sabía que nunca tendría la oportunidad de decirles eso, sabía que nunca los volvería a ver, pero había hecho las paces con eso.
Tal vez algún día regresarían con el resto de la familia, al hogar que había construido para Rei. Enji nunca lo sabría, pero podía tener esperanza y podía soñar.
Caminó a grandes zancadas por los largos pasillos de la finca de la familia Todoroki. Las luces estaban encendidas, lo que sugería que Keigo no había salido de patrulla improvisada después de todo. Enji asomó la cabeza por la sala de estar; efectivamente, el héroe número dos yacía despatarrado en el suelo, con su cabello dorado desplegado en un halo sobre los tatamis. Como si no hubiera muebles en perfecto estado por toda la casa.

Keigo murmuró en sueños mientras Enji cruzaba la habitación y se sentaba a su lado. Enji puso los ojos en blanco y puso una gran mano sobre el hombro del hombre, sacudiéndolo para despertarlo. "Halcones", dijo cuando Keigo simplemente gruñó y presionó su cara contra el suelo.
Los ojos de Keigo se entreabrieron y parpadeó con dificultad. —¿Nombres de héroes, Enji? —dijo, con la voz cargada de sueño—. Ay. Estoy herido.