Carta cinco.

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Querida muñeca de cristal,

Recuerdo cómo estuviste a punto de romperte en mil pedazos. Un día vislumbré un gran moretón sobre tu hombro izquierdo, y te rehusaste a hablar al respecto. Tomé tus palmas con fuerza y determinación, deseaba poder ayudarte, tus hermosos ojos celestes iniciaron a derretirse. Comenzaste a llorar y sequé tus lágrimas, te abracé con fuerza. Decidí retirar tu chaqueta marrón con delicadeza, recuerdo cuánto amabas aquella desgastada prenda. Entonces, al deshacerme de ésta y dejar a tus brazos expuestos, no solamente noté a los colores oscuros arremolinándose en distintas partes de tu piel, sino también a los caminos rojizos delineándose sobre tu antebrazo. Los remarqué con mi yema, estaba atónito. Aún no podía creer que fueses capaz de hacerte daño, preciosa. Tú mirabas hacia abajo, sólo tus sollozos llenaban mis oídos. Alcé tu barbilla, sonreí con tristeza y te abracé con fuerza. Pensé que mi frágil muñeca de cristal simplemente se había agrietado, pero tú ya estabas rota y, de haber sabido cómo repararte, hubiese permanecido a tu lado por más tiempo. Si tan sólo hubiese sabido qué decir, pero mi mente era un desastre. No sabía cómo sanar a un corazón roto, encontrar a un alma perdida. Lo siento tanto.

Con amor, el chico inepto.

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Inspirada en How to Save a Life de The Fray.

Hasta mañana:).

Con amor, KennethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora