Carta once.

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Querida mujer con esperanzas,

Conseguiste un empleo durante las noches, huías cuando tu padre se hallaba plenamente dormido y los maltratos físicos no presentaban amenaza. Comenzaste a ahorrar cada una de las ganancias obtenidas, soñabas en grande. Llorabas todas las madrugadas y decías sentirte sucia, apretabas los puños y me abrazabas con fuerza. Nunca quisiste especificar a qué dedicabas tu tiempo, pero yo no era tonto. Lo único que deseabas era huir. Querías comprar tu propia casa, conseguir algo mejor que hacer, terminar con los abusos y sonreír siempre. La ilusión perseveraba al igual que el pensamiento de que absolutamente nada se haría realidad. Una gran parte de ti sabía que el dinero jamás te alcanzaría y, que si te decidías por simplemente escapar de la realidad, terminarías vuelta loca al fondo de algún callejón. Esas fueron tus palabras, no las mías. Yo sí creía en ti, siempre lo he hecho. Esa fue la razón por la cual me dispuse a convencerte de marcharte junto a mí, además de por el inmenso amor que te tenía. Querías una libertad duradera y una felicidad enteramente ilimitada, tu corazón las pedía a gritos y yo no podía negárselas. Ciertamente no planeaba impedirte la oportunidad de lograr tus sueños y metas, de ser feliz.

Con amor, quien no se arrepiente de haber tomado aquella decisión.

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Inspirada en The Heart Wants What It Wants de Selena Gomez.

Perdón por haber tardado más de lo normal en actualizar, éste fin de semana estuve muy ocupada.

Nos leemos pasado mañana, los quiero:).

Con amor, KennethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora