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Me desperté con ruido. El arrastre de unos pies mezclado con los murmullos silenciados de una conversación en voz baja. Mi cuerpo entero dolía por haber dormido en el suelo junto a la puerta, donde él me había dejado. Pero me deshice de todo el aturdimiento con un solo movimiento.

La luz entraba por la gran ventana de la habitación, lanzando haces de luz que exponían partículas de polvo que bailaban una vez reveladas. Después de haber sido abandonado la noche anterior no me había movido de mi lugar detrás de la puerta. ¿Cuánto tiempo había pasado? El suficiente para que la noche se convirtiera en día.

La habitación había estado en las garras de la noche y temía explorarla. Madre siempre decía que lo que estaba oculto en la oscuridad estaba mejor ahí. Así que me quedé quieto, escuchando y esperando el regreso de la criatura, hasta que me quedé dormido durante la guardia.

En la luz del día pude ver que no había nada malo en ese aposento. Nada salvo el insoportable ruido que sonaba más allá de la puerta cerrada. Había otras personas aquí, en este castillo. Debería haber estado vacío como todas mis enseñanzas decían. No estaba solo. Lo cual iba en contra de todo lo que me habían hecho creer.

Los vellos de mi nuca se erizaron mientras escuchaba atentamente, calmando mi respiración mientras esperaba escuchar alguna palabra o el resto de una oración.

Presioné una mano contra la madera pulida de la puerta, cubriendo la multitud de marcas de arañazos por debajo. Unas vibraciones cosquilleaban mi piel. Su movimiento era cercano y sus murmullos me decían que eran conscientes de mi presencia.

De rodillas alcé mi mano hacia el pomo de latón, sabiendo que la puerta aún estaría cerrada antes de que mis dedos se envolvieran por completo alrededor de su fría y rústica figura. No me había despertado con el sonido de una llave desbloqueándola.

-Mierda -siseé, levantándome y sacudiendo la tierra de mis pantalones. Había esperado que el viejo seguro se hubiera debilitado con los años.

No lo había hecho.

Respiré profundamente, examinando las marcas de la puerta. Cicatrices de una batalla entre otro Reclamado y una puerta cerrada. No había sido el único en ser encerrado en esta habitación. El pensamiento me hizo sentir una incomodidad punzante por todo mi adolorido cuerpo.

-¿Hola? -llamé, sin importarme la sutileza. Esperé una respuesta solo para descubrir que el ruido se había detenido-. ¡Puedo escucharlo! Por favor déjeme salir... -Forcé una voz débil y patética. Un lamento que haría sentir culpable a quien lo oyera. Pero cayó en oídos muertos.

Golpeé mi palma contra la puerta, sacudiendo el polvo de la parte superior. Bang. Bang. Bang. La golpeé hasta que mi muñeca dolió más que cuando la criatura me había arrastrado a esta habitación.

El fuego se acumuló dentro de mí, ansioso por salir. Podía quemar esta puerta si quería. Arrasar con la habitación completa hasta que las antiguas rocas que la conformaban se rompieran bajo mi calor.

Pero no podía. No debía. No todavía.

Quienquiera que llenara las habitaciones con luz de velas al otro lado no quería ayudarme. ¿Quizá trabajaba para la criatura? Creía que eso era posible e imposible al mismo tiempo. Le llamé hasta que mi garganta dolía y me preocupaba que la molestia se filtrara por mis plegarias. Si me había escuchado, no quiso revelarse.

Rindiéndome, empecé a examinar el aposento.

Había polvo en toda la superficie de los muebles oscuros de la modesta habitación.

La cama con dosel era mucho mejor que cualquier otra cosa en la que hubiera dormido antes. Cortinas semitransparentes colgaban de los cuatro postes, sostenidas por lazos delgados que revelaban sábanas burdeos.

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