Otto

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Desperté de un sobresalto con el golpe de algo sobre la mesa frente a mí.

Sorprendido, di una patada, empujándome hacia atrás.

-Cuidado. -Una mano sostuvo la parte posterior de la silla, evitando que cayera al suelo conmigo-. No queremos que haya otro accidente, ¿verdad?

Me recuperé rápidamente, agarrándome del asiento mientras Jaehyun me balanceaba para ponerme a salvo. ¿Cuánto tiempo estuve durmiendo? El tiempo suficiente para que mi saliva se haya secado en mi barbilla.

-Has tenido una noche agitada. No me sorprende que estés cansado.

-Estoy bien... -Contemplé el gran saco que ahora ocupaba el espacio sobre la mesa vacía ante mí. Pero antes de haberme dormido, la mesa había estado completamente llena-. La comida desapareció.

-¿Estabas tan hambriento?

Sacudí mi cabeza en negación.

-No, la comida desapareció. Esta mesa estaba repleta de comida, y ahora no está.

Me había quedado dormido con el estómago lleno por la más deliciosa comida.

Sin embargo, no quedaron restos.

-Dijiste que nadie más vivía aquí. Pero difícilmente puedo imaginar que te rebajes lo suficiente para servir y limpiar en tu propia casa.

Jaehyun sacó una silla y se sentó en ella. Apoyó los codos sobre sus rodillas y reposó su barbilla cincelada en sus palmas.

-Te equivocas. Dije que no había nadie vivo dentro del castillo.

-Pero yo...

-Hueles terrible. En serio. -Se inclinó hacia atrás, arrugando la nariz-. He preparado un baño en mis aposentos para ti. En aquel saco hay un conjunto de ropa. Ropa que no es tan... reveladora. Ve a asearte. -Su voz fue suave pero demandante.

Me puse rígido en la silla, agarrándome a los lados para mantener las manos ocupadas.

-¿Qué hay de Giselle?

-Ha regresado a casa. La habitación es tuya.

-¿Qué hay de...? -Me quedé en silencio.

-Habla, Renjun. No seas tímido.

Estaba lejos de estarlo.

-¿Dónde duermes?

Él ladeó la cabeza hacia un lado.

-Yo no duermo.

-¿Entonces a dónde vas? He visto suficiente de este castillo para saber que hay otras habitaciones vacías en las que puedo quedarme.

-Esas habitaciones no son mías. -Su cuello se enderezó, su profunda voz se endureció.

-¿Se supone que eso me haga sentir de alguna forma en particular?

Permaneció callado. Sus ojos color borgoña recorrieron mi rostro. Buscando.

Contuve mi aliento. Pero luego él sonrió.

-Si quisiera hacerte sentir de alguna forma en especial, Renjun, no lo necesitaría únicamente para estar en mi habitación.

La silla chirrió en el suelo cuando me puse de pie abruptamente.

-¿He dicho algo que te ofendiera? -dijo con una sonrisa astuta.

Mis manos tiemblan ampliamente a mis costados.

-No sé a qué acostumbras, Jaehyun. Pero puedo decirte que no soy como los demás con los que has... jugado. Cuida lo que dices. Y cómo lo dices.

En ese momento Jaehyun se levantó, deteniéndose a centímetros de mí.

-Eso suena terriblemente similar a una amenaza.

Di un paso hacia adelante.

-¿Y qué pasa si lo es?

Mantuvimos la mirada del otro. Ninguno de los dos queriendo ceder antes que el otro.

-Tienes razón, Renjun -susurró Jaehyun, siendo el primero en retroceder-. No eres nada como los otros que han estado antes que tú. Nada.



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El agua todavía estaba caliente cuando me deslicé en ella. Solté un quejido cuando mi cabeza se hundió, mi boca llenándose de agua. Mantuve mis ojos abiertos, observando las burbujas que escapaban de mi boca y se elevaban a la superficie.

Un placer. Y muy necesaria.

Solo cuando mis pulmones ardían por aire, salí de su cálido vientre. Apenas me importó cuando el agua salpicó por encima del borde de la bañera de latón y sobre el suelo de losas de la habitación de Jaehyun.

El hombre... esa criatura, me enfurecía. Me disgustaba. Al menos eso era lo que me decía a mí mismo una y otra vez mientras lavaba los días de suciedad de mi piel hasta que estuvo roja de tanto tallar.

Estaba acostumbrándome a las largas noches y madrugadas. Mi rutina usual se había alterado desde mi llegada. Ante la cortina tendida, el cielo se iluminaba y con ella traía mi cansancio. La pequeña siesta que tuve en el comedor no fue suficiente. Anhelaba envolverme en las sábanas reconfortantes de la cama de Jaehyun.

La cual había sido, una vez más, preparada. No había signos de que Giselle alguna vez hubiera yacido en ella, ni había gotas de sangre seca.

No me subí a la cama hasta que el agua se tornó fría y luchaba con mantener los ojos abiertos. Mis brazos temblaban de cansancio mientras me levantaba de la bañera e hice un camino de agua hasta la cama. No me preocupé en dejar secar mi piel desnuda. Apenas frotándolo, ni dándome tiempo para secarme al aire antes de trepar entre las sábanas.

Me giré sobre la cama, estirando mi cuerpo expuesto tanto como pude. Algo rígido arañó mi brazo. Luché contra el cansancio lo suficiente como para levantar mi cabeza y mirar a través de un ojo qué era lo que sentía.

Ahí, sobre la almohada junto a mí, había una nota. Un trozo de pergamino doblado que estaba sellado con cera negra.

Deslicé mi pulgar sobre el sello, sintiendo el relieve del diseño que no podía descifrar por completo. Pensaba que era una cruz. Pero parecía que una rosa estaba grabada en medio las líneas entrelazadas de las cruces.

Era una pena tener que abrir el pergamino, lo era también romper el sello.


Te espero para cenar.

JH.


La nota era corta. Precisa.

-Cena. -Reí, dejando la nota de nuevo sobre la almohada, dándole la espalda, mi corazón latía con calma en mi pecho.

¿Quién hubiera sabido que solo se necesitaba seguir a una chica a través de los jardines para obtener toda su atención?

Casi anhelaba que el cuenco de adivinación fuera reparado, así Madre podría ver cómo había cambiado la suerte a mi favor.

Supuse que tendría que esperar y ver cuando volviera a casa con su cabeza en mis manos.

IncantareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora