Sus pupilas estaban fijas en el material que separaba el cuarto, esa madera vieja y sucia evitaba que él entrará como si nada. Al menos eso pensaba ella. Pero el simio lograba aparecer en la habitación y provocar pavor cuando lo veía, sus párpados se abrían a más no poder demostrando pánico.
Así fue durando dos o tres días, al menos así lo veía ella, estar encerrada allí dentro entre esas cuatro paredes le hacía perder la noción del tiempo.
Estaba segura que fueron tres días a lo mucho.
Pero hoy no apareció.
Agradecía por ello, podía estar en su propio mundo sin tener que voltear y ver al simio en sus cuatro patas a pocos metros de ella. Observo el trozo de fruta en sus manos, el jugo corría por ambas palmas volviéndose pegajosas.
Era raro.
Ya no tenía el chimpancé espantando o molestando, pero era divertido ver como llegaba de la nada y se quedaba parado como una tapia viéndola. La forma en la que saltaba dentro de la habitación y le traía frutos para que comiera.
Si. Era raro.
Pero quería verlo de nuevo. Por más que lo odiara por retenerla allí dentro contra su voluntad, esperaba que apareciera en un chasquido de dedos.
Repentinas pisadas se escucharon en el bosque, eran demasiadas para ser solo del joven simio de mirada verdosa. Salió con sigilo de la bodega hasta el frente, arrodilladose asomo su cabeza por el cristal del local. Sus párpados se abrieron al tal punto de mostrar por completo sus cuencas.Eran una gran cantidad de simios yendo en grupo por el camino, varios andaban sobre caballos que cargaban una carretilla con animales muertos.
Cada uno de ellos tenía sus cuerpos pintados de blanco marcando y mostrando intimidación y fuerza.La joven contuvo la respiración y se tiro al suelo cuando uno de ellos vio en su dirección, su corazón latía rápido, el miedo consumía su cuerpo. Solo opto por taparse los oídos y cerrar ambos ojos. El ruido cesó en varios segundos, abrió un párpado sumida en pánico por oír un lata vacía ser pateada.
Asomando su cuerpo al costado del mostraron vio una sombra adentrarse al edificio, su respiración fue acelerando, temía que fuera uno de los simios y por ser humana la mataran.
Se oculto bajo la mesa tapando sus labios, escuchaba como se paseaba por la habitación y pateaba las cajas y latas vacías cerca. Todo su cuerpo estaba empapado por sudor, si la encontraba era su fin.Dio un pequeño brinco al escuchar el grito de un simio, entonces sus ojos captaron las manos pies de un simio justo en frente de la mesa dándole a ella la espalda.
Escuchaba como discutía con otro simio que si la mirada de frente, ese verde brillante de nuevo. Le alegraba de alguna forma que fuera él quien la viera y no el otro simio.—Quedarte atrás si estás aquí. —regaño Ash al simio.
—Me pareció ver algo moverse aquí.
—Vamos. Debemos volver antes que se den cuenta que no estamos. —apunto con su lanza de caza la salida de la tienda. El simio macho resoplo por su nariz chata, vio de reojo el lugar una última vez y decidió salir.
El chimpancé vio la entrada y a la joven escondida bajo el mueble varias veces. No quería levantar sospechas y siguió a su compañero.
Al salir se encontró con Ojos Azules quien miraba al otro simio seguir su camino, volvió sus pupilas hasta su mejor amigo.—¿La vio?
Negó, tuvo suerte de verlo entrar al local a tiempo y verla primero— Esta escondida. Volveré mañana.
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Freckles | 𝘼𝙨𝙝
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