CAPÍTULO 18

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                      "El fantasma de Fred"

Cuando era niña y tenía un mal día, solía pedirle a mi tío Fred que me contara cómo había sido el momento exacto cuando mis padres se conocieron.
Él jamás se negaba a relatar la historia; muy en el fondo sabía que era así como lograba conectarme con ellos, con su recuerdo.

Mi tío Fred no se negó a contar la historia aquella tarde cuando le mostraba a Henry las fotografías de mis padres. Las había esparcido por toda la sala.

—Son muy atractivos. Y al parecer tenían el mismo estilo para vestir que todos en esta casa.

—Mi sobrina puede ser caprichosa —le explicó Fred a Henry quitando los ojos de su tableta.

Fingí concentrarme en las fotografías.

—Es refrescante—le confesó Henry—. Me agrada, pero no se lo digas, ya tiene el ego muy alto.

Fred se rió. Mi atención estuvo en ese par que ahora actuaban como amigos.

—No me gusta que hablen de mí como si no estuviera.

—Solo decíamos lo mucho que te pareces a tu madre. Amelia es el vivo retrato de Victoria.

—Ah —dije y suspiré—. Tal vez puedas contarle a Henry cómo se conocieron mis padres y cerrar la boca.

Fred rodó los ojos; me encantaba oír esa historia, una y otra vez. El recuerdo de mis padres se sentía vivo cuando contaba esa historia.

—Me encantaría oírla —confirmó Henry.

Mi tío Frederick asintió.

—Recuerdo que fue una tarde lluviosa de julio. Selene y yo teníamos seis años cuando presenciamos el hecho; Theodore, mi hermano, nos llevaba a McDonald's después de suplicarle dos horas que nos llevara. Theo siempre fue un hombre de inmenso corazón, pero sólo cuando quería. Selene y yo viajábamos en los asientos traseros del auto. Theo conducía tranquilamente por las calles de Valle Ilusión. A Selene y a mí nos gustaba mucho la canción que llevaba.

—Mr. Blue Sky —Interrumpí.

"Así es —continuó Fred—. Repetimos tanto esa canción que nos la sabíamos de memoria, la cantábamos a coro y Theodore fingía que el volante era una batería, mientras Selene tocaba su guitarra imaginaria.

Theodore estaba tan distraído que no respetó la señal de alto. Recuerdo oír un grito agudo y ver una melena rubia retroceder en la calle. Theo frenó precipitadamente que los neumáticos chirriaron. Me golpeé la frente contra el asiento de delante.

—La tía Selene dijo que el cerebro de mi tío quedó mal desde ese momento —dije y estallé en una carcajada. Henry escuchaba muy atento.

—Selene se cree muy graciosa. Lo siguiente que recuerdo fue a Theodore bajando del auto alarmado. La chica de cabello rubio le gritaba cosas sin parar; Selene y yo aprendimos unas cuantas maldiciones esa tarde. Estuvimos a punto de atropellarla, y Theodore se disculpaba y ella no paraba de gritarle. Theo tenía su carácter, por supuesto, pero eso no evitó que aquella chica lo devorara vivo; vi a mi hermano mayor mover la boca como un pez fuera del agua.

Algo que nunca olvidaré es el rostro de mi hermano. Él no estaba molesto, no, él sólo sonreía y veía aquella chica como si fuera lo más maravilloso del mundo.

Luego él dijo: En mi hogar tenemos una creencia. Has de conocer al amor de tu vida en una tragedia; su reacción te dirá si será digna de pertenecer a nuestra familia.

Ella detuvo su discurso sobre el respeto a la vida. Y jamás miró a Theo como a un loco.

Recuerdo que después de que la chica se calmara, la ofrecimos a llevarla a su casa; era nueva en el pueblo, que viajaba con una mochila y una maleta con una estampa de los Rolling Stones.

Subió al auto a regañadientes, no antes de dar un brinco en un charco de lodo; mi hermano amaba su auto más que a nada, y dejó que ella subiera así sin más, aún que quisiera ensuciarlo a propósito. Después, Victoria, la madre de Amelia, me confesaría que era una loca prueba hacia mi hermano, si él le dejaba subir a su auto después de semejante acto. Theodore era una buena persona.

Y así sin más la llevamos a su casa.

—Esa chica está loca —nos dijo mi hermano. Después entenderíamos que había dicho que se había enamorado de ella. Theodore se enamoró de Victoria la viajera.

—Es una historia graciosa —comentó Henry.

—Yo creo que es la historia más romántica del mundo.

—Amelia, tú no sabes nada de romance —murmuró el tío Fred—. Un año después se casaron con tan solo 21 años, y dos años después nació Víctor y después de dos años llegó Amelia. Admiré la valentía de Victoria; nunca tuvo miedo de nuestro proceder; su corazón era demasiado puro. No cualquiera acepta amar a un Fasseliny.

Me había perdido en mis pensamientos; recordé el accidente de mis padres una y otra vez. Tenía solo imágenes borrosas, como la carretera y la tormenta, los giros del auto... Y la última mirada de mi madre hacia mí...

Había pesadillas peores, comprendí, que ver fantasmas por las noches.

Amor, secretos y fantasmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora