"Amelia esperando a un fantasma que no iba a volver"
El mundo es oscuro, por eso somos seres humanos llenos de magnificencia. Estamos diseñados para encontrar la luz en aquellos rincones que parecen indescifrables. Hay quienes la encuentran demasiado rápido, hay quienes caminan toda su vida y jamás la encuentran, simplemente porque la desesperanza les ha hecho creer que es todo lo que hay. Son pocos los valientes que podemos llamar afortunados.
—¿Estarás bien? —me preguntó por segunda vez antes de subir al auto.
Asentí.
—No comiences a tratarme como una damisela en peligro.
—Ni pensarlo. Pero por favor, Amelia, no visites el bosque por la noche.
—Esa estupidez no voy a cometerla otra vez. Lo prometo.
—Bien.
Subió a su auto.
—¿Vas a volver? —le pregunté.
—No voy a dejarte el camino tan fácil con la fortuna.
—Tenemos que casarnos, ¿recuerdas? Fue la condición para que mis tíos no te asesinaran.
—Parecieron más tranquilos después de eso. ¿Cuál fue el plazo que nos dieron?
—Diez años.
—Cierto. Una década de vernos infraganti. No sé si pueda soportarlo.
—¿Henry?
—¿Si?
—Te echaré de menos hasta que regreses.
—Pensaré en ti todo el camino.
Sonreí y lancé un beso. Henry condujo hasta abandonar la propiedad. Y yo solo podía pensar en lo sola que podía llegar a sentirse la enorme mansión.
...
Al pasar de medio día la neblina parecía cubrir toda la casa; la lluvia cesó por fin. Caminaba por el jardín cuando lo vi. Debajo del manzano, donde Victor y él solían sentarse a charlar. Elliot cortaba una manzana como siempre lo hacía.
—¿E? ¿Qué haces aquí? —pregunté sin ocultar mi sorpresa.
—Te estaba esperando. Necesito hablar contigo.
—Estaba por comer algo. ¿Quieres acompañarme?
—No hay tiempo. Amelia, de verdad necesito hablar contigo.
—Bien. ¿Vas a contarme el secreto? Víctor me dijo que tú tenías un secreto que yo debía saber.
—Por eso esto aquí. Estoy listo para revelar todos los secretos que he llevado conmigo.
—¿Cómo voy a creerte?
—Porque soy tu amigo. Porque debajo de esta máscara que llevo puesta, de estas mentiras que he estado llevando, yo te estimo, te considero mi amiga. Y porque voy a ir a las autoridades después de esta charla.
Le creí. Le creí en esa mirada cansada a este muchacho triste y desesperado. Obligado a ser perfecto siempre.
—Espero que cumplas tu palabra.
Elliot Ravened se movió; me extendió su brazo.
—Demos un paseo.
—¿Cómo sé que estoy segura contigo?
—Jamás lastimaría a una amiga. No temas, no tengo intención de lastimarte.
—No lo sé...
—Contestare a todas tus preguntas. Por eso estoy aquí. Ya no tengo nada que perder... Es que no me queda mucho tiempo.
—¿Tiempo para qué?
—Antes de que alguien de tu casa nos vea, antes de que tu perro guardián regrese, estoy seguro que el tipo extraño con gafas te vigila siempre.
—Me estas asustando.
—Amelia, confía en mí. Chelsea lo hizo y ahora mismo está distrayendo a tu familia ahí dentro.
Lo pensé por un segundo.
Tome su brazo. Caminamos por los jardines sin que me soltara. Por un momento me sentí como antes, cuando mi viejo amigo nos visitaba a Victor y a mí. Recorrimos los jardines en silencio.
—Es una pena que jamás haya florecido nada en este lugar —dijo mirando a las flores secas.
—Mi madre lo consiguió. Ella solía tener un invernadero lleno de flores.
—Supongo que era igual de obstinada que tú.
Me encogí de hombros.
—¿Cómo están las cosas en casa, Elliot?
—Haciendo a un lado que mi hermana está enloqueciendo. Que mi padre es un maníaco del control que quiere una competición entre sus hijos... Bueno, todo genial.
—Cuando te canses de todos ellos puedes venir aquí. Si no estás preso.
—Es muy cortés de tu parte. Pero ahora mismo tengo otra misión. Puedes comenzar con las preguntas.
—¿Sabes donde está Victor? ¿Está bien?
—Sí a ambas preguntas.
—¿Quién planeó el secuestro de Henry?
—Victor lo hizo; no quería que te quedaras sin nada. Yo lo convencí de llevarlo a cabo.
—¿Por qué estás siendo sincero conmigo?
—Es mi momento de pagar mis pecados.
Subimos la pequeña colina al cementerio familiar. Un lugar circular con robles de fresno cubriendo la entrada, con criptas de mármol talladas de acuerdo a cada personalidad de mi difunta familia. Había mármol tallado en forma de flores, ángeles cantando, ángeles leyendo, ángeles mirando al cielo, y luego estaban los tristes, de mármol oscuro.
—¿Qué hacemos aquí?
—Siempre fue mi lugar favorito en esta casa. Las lápidas son una obra maestra. Debes admitirlo. ¿Recuerdas cuando éramos niños y pasábamos horas jugando a escondernos en este lugar?
—Sí.
—Tu terminabas llorando. Afirmabas ver un fantasma.
—Aún no sabía que estaba enferma. Pero no estoy loca.
—Jamás lo creí.
Elliot se detuvo en medio del cementerio y apretó los ojos. Casi habría jurado que se estaba rompiendo, que le costaba tanto estar aquí.
—¿Aún te persiguen los fantasmas, Amelia? —preguntó en un susurro.
La sangre se me heló.
—¿Por qué me preguntas eso?
—En una ocasión Víctor llegó a confesarme que también lograba verlos.
—¿Victor te lo dijo?
Él asintió.
—El mismo día que me dijo que me amaba.
Me rompí por dentro.
—¿Victor te amaba? ¿Tú y él estaban juntos?
—Perdón por ocultarlo. Perdón por ser un cobarde.
—Tienes derecho a hacer lo que quieras, es tu vida. Pero me hubiera gustado que confiaran en mí.
—Confió en ti. Pero Amelia... ¿No vas a preguntarme si creo en maldiciones?
—Podría afirmar que crees en ellas.
ESTÁS LEYENDO
Amor, secretos y fantasmas
ParanormaalElla está huyendo de sus fantasmas, sabe que es la heredera de la incalculable fortuna de su familia. En un pueblo pequeño donde se le juzga de estar maldita, ella y toda su familia viven aislados en su mansión llena de secretos, cargando con las co...