LA CAMARERA

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Argumento:
En la cama para placer del príncipe... casada por mandato real
Cuando Holly, una inocente camarera, cae en los brazos de Harry, el príncipe responde a su fama de mujeriego acostándose con ella... y echándola luego de su lado.
Holly está embarazada. Harry está furioso. Aunque no es más que una
buscavidas, el protocolo real exige que la convierta en su esposa.
La inocente Holly ha conseguido la boda de sus sueños; sólo Harry sabe que la primera obligación de su esposa de conveniencia tendrá lugar durante la noche de bodas...

Capítulo 1 ❤️
-Mantén baja la mirada, sirve el almuerzo y luego márchate. No te quedes en la suite presidencial más de lo necesario. No entables conversación con el príncipe y,
sobre todo, no intentes coquetear con él. El príncipe Harry tiene muy mala
reputación con las mujeres y... Holly, ¿me estás escuchando?
Ella asintió con la cabeza.
-Sí-consiguió decir-. Te estoy escuchando. Sylvia.
-¿Qué he dicho?
-Has dicho... -con el cerebro embotado por la angustia y la falta de sueño,
Holly no recordaba una sola palabra- me has dicho que... no lo sé, lo siento.
-¿Se puede saber qué te pasa? Normalmente eres seria y diligente, por eso te elegí para este trabajo.
Seria y diligente.
Dos defectos más para añadir a la lista de razones por las que Eddie la había
dejado.
-No debería tener que recordarte que hoy es un día muy importante para mí.
Atender a un miembro de una casa real en el estadio Twickenham es algo que no hacemos todos los días, ¡Es el Torneo de las Seis Naciones! El campeonato de rugby más importante del mundo. Si lo hacemos bien, nos lloverán los contratos y más
trabajo para mí significa más trabajo para ti. Pero tienes que concentrarte, tienes que hacerlo bien.
Una camarera alta y delgada se acercó entonces con una bandeja llena de copas vacías.
-Déjala en paz. Su prometido rompió con ella anoche y es un milagro que haya podido venir a trabajar. Yo no me hubiera levantado de la cama.
-¿Tu prometido ha roto contigo? -Exclamó Sylvia-. ¿Eso es verdad, Holly?
¿Por qué te ha dejado?
Porque era seria y diligente. Porque su pelo tenía el color de un atardecer y no el de un girasol. Porque era mojigata e inhibida. Porque su trasero era demasiado grande...
Contemplando la lista de razones. Holly sintió que la invadía una oleada de desesperación.
-Eddie ha conseguido el puesto de director de marketing y yo ya no pego con su nueva imagen.
Por el momento no había llorado y se sentía muy orgullosa de sí misma.
Orgullosa y un poco sorprendida. ¿Por qué no había llorado? Ella amaba a Eddie.
Habían planeado un futuro juntos...
-A partir de ahora tiene que recibir a clientes y periodistas y... en fin, ahora
tiene un Porsche y necesita una mujer que haga juego con todo eso -Holly se
encogió de hombros, como quitándole importancia-. Yo soy más bien un utilitario.
-Tú eres demasiado buena para él, eso es lo que pasa -Nicky, la camarera,
hizo un gesto con la mano y las copas de la bandeja empezaron a temblar-, es un cabr...
-¡Nicky! -La interrumpió Sylvia-. Por favor, recuerda que tú eres el rostro
de la empresa.
-Pues será mejor que me pagues unas inyecciones de botox para cuando me
salgan arrugas por tener que atender a esos idiotas. El ex de Holly y la rubia que se ha traído están bebiendo champán como si le hubieran hecho director de marketing de una de las cien empresas más importantes del país y no de una franquicia que
vende comida para animales.
-¿Está con él? -Exclamó Holly-. Entonces yo no puedo subir ahí. El palco de Eddie está al lado de la suite presidencial y no quiero que todos sus colegas me miren con cara de pena... ¡ni verlo con esa mujer! No, me niego.
-Lo que tienes que hacer es buscarte otro novio lo antes posible. Lo bueno de los idiotas es que hay miles de ellos -Nicky puso la bandeja en las manos de su jefa y tomó a Holly del brazo-. Respira profundamente. Mira, esto es lo que vamos a hacer: vas a entrar en la suite tranquilamente y vas a besar a ese príncipe. Si tienes que enamorarte de algún idiota, por lo menos que sea rico. Además, por lo que dicen, el príncipe besa de maravilla. Venga, vamos. Un beso con lengua... eso sí que dejaría a Eddie de piedra.
-El príncipe también se quedaría de piedra -riendo a pesar de su pena, Holly se apartó-. No, déjalo, un rechazo a la semana es más que suficiente. Si no soy lo bastante rubia y lo bastante delgada para el director de marketing de Pet Palace, no
creo que un príncipe se fijase en mí.
-¿Por qué no? -Nicky le hizo un guiño-. Desabróchale un par de botones,
entra ahí y ponte a tontear con él. Es lo que yo haría.
-Afortunadamente, Holly no es como tú -suspiró Sylvia-. ¡Y no se va a
desabrochar ningún botón! Aparte de que no os pago para que tonteéis con los clientes, el comportamiento del príncipe Harry empieza a ser escandaloso y he recibido estrictas instrucciones de palacio: nada de camareras guapas. Que nadie lo
distraiga. Especialmente las rubias. Por eso te elegí a ti, Holly. Pelirroja y con pecas, perfecta.
Ella frunció el ceño, tocando los rebeldes rizos rojos sometidos por cientos de horquillas. ¿Perfecta? Perfecta para pasar desapercibida, claro.
-Sylvia, de verdad que no puedo hacerlo. Hoy no, imposible. Todos son
guapos, ricos, triunfadores -todo lo que ella no era-. Mira, me llevo esto a la cocina
-suspiró, tomando la bandeja-. Nicky puede atenderlos. Yo no podría soportar que me mirasen como si...
No fuera nadie.
-Si haces tu trabajo como debes hacerlo, no te mirarán en absoluto -Sylvia le quitó la bandeja con tal violencia, que las copas estuvieron a punto de caer al suelo-.
Tú llevarás la bandeja a la cocina, Nicky. Y tú, Holly, si quieres conservar tu puesto de trabajo, harás lo que te he dicho. Y nada de tonterías. Además, no creo que te interese despertar la atención del príncipe. Un hombre de su posición sólo estaría
interesado en una chica como tú por una razón y... -en ese momento, Sylvia vio a otra de las camareras estirando el cuello para admirar a los jugadores de rugby entrenando en el campo-, ¡Estas aquí para trabajar, no para mirar las piernas de los
jugadores!
Su jefa desapareció para regañar a la joven, dejándolas solas un momento.
-Pues claro que estamos aquí para mirar las piernas de los jugadores -
murmuró Nicky-. ¿Por qué cree esa tonta que aceptamos el trabajo? Yo no sé nada sobre goles o melés, pero esos chicos son de cine. O sea, hay hombres y hombres. Y ésos son hombres, no sé si me entiendes.
Holly ni entendía ni estaba escuchando.
-La sorpresa no es que Eddie me haya dejado, sino que saliera conmigo.
-No digas eso. No dejes que ese imbécil te haga sentir mal -protestó Nicky-.
Y, por favor, no me digas que te has pasado la noche llorando por él.
-Lo curioso es que no. No he derramado una sola lágrima. A lo mejor estoy tan mal que ni siquiera puedo llorar.
-¿Has comido chocolate?
-Sí, claro. Bueno, galletas de chocolate. ¿Eso cuenta?
-Depende de cuántas hayas comido. Hacen falta muchas galletas para
conseguir el necesario subidón de chocolate.
-Me comí dos.
-¿Dos galletas?
Holly se puso colorada.
-Dos paquetes. Y luego me odié a mí misma por ello. Pero en ese momento lo necesitaba.
-Normal.
-Eddie me llevó a cenar a un restaurante para romper el compromiso.
Supongo que lo hizo para evitar que me pusiera a llorar. Pero supe que pasaba algo cuando pidió aperitivos... él nunca pedía aperitivos.
-Vaya, qué típico -suspiró Nicky-. La noche que rompe contigo por fin te
invita a comer algo decente.
-Los aperitivos eran para él, no para mí -Holly sacudió la cabeza-. De todas
formas, yo no puedo comer delante de Eddie.
-¿Qué?
-Me mira de una manera... no sé, me hace sentir como si no supiera masticar.
Me dijo que habíamos roto entre el pescado a la plancha y el postre. Luego me dejó en casa y yo esperé a que llegasen las lágrimas, pero no. No podía llorar.
-No me sorprende. Seguramente tenías demasiada hambre como para reunir energía -replicó Nicky, burlona-. Pero que hayas comido galletas de chocolate es buena señal.
-Eso díselo a mi falda. ¿Por qué insiste Sylvia en que llevemos unas prendas
tan ajustadas? -Suspirando, Holly se pasó una mano por la falda negra-. Es como si llevara un corsé. Y es demasiado corta.
-Estás muy sexy, no te preocupes. Y comer chocolate es la primera fase en el proceso de curación. Lo siguiente es vender el anillo de compromiso.
-Iba a devolvérselo...
-¿Devolvérselo? ¿Tú estás loca? -las copas vacías volvieron a chocar-.
Véndelo. Y cómprate un par de zapatos carísimos. Así tendrás un recuerdo suyo. Y la próxima vez, elige sexo sin emoción.
Holly sonrió, demasiado avergonzada como para confesar que en realidad
nunca se había acostado con Eddie. Y ése, por supuesto, había sido uno de los problemas de su relación. El la acusaba de ser una mojigata.
Un utilitario con el seguro echado, pensó, irónica.
¿Sería más desinhibida si su trasero fuese más pequeño?
Probablemente, pero no lo descubriría nunca. Siempre estaba jurando que iba a ponerse a régimen, pero no comer la ponía de mal humor.
Y era por eso por lo que el uniforme le quedaba demasiado estrecho.
A ese paso, se moriría siendo virgen.
Deprimida, Holly miró en dirección a la suite presidencial.
-De verdad, no puedo hacerlo.
-Merece la pena por ver al perverso príncipe en carne y hueso.
-No ha sido siempre perverso. Una vez estuvo muy enamorado de una
modelo italiana -dijo Holly, momentáneamente distraída de sus problemas-, eran una pareja de cine, pero hace ocho años ella murió junto con su hermano durante una
avalancha. Fue muy triste. El príncipe perdió de repente a la persona a la que amaba y no me sorprende que desde entonces se haya vuelto un poco... en fin, desenfrenado. Seguramente necesitará que alguien lo quiera de verdad.
Nicky sonrió.
-Pues quiérele tú. Y no olvides mi dicho favorito.
-¿Cuál?
-Si no puedes aguantar el calor...
-Sal de la cocina -terminó Holly la frase por ella.
-No, quítate una prenda de ropa.
Casper entró en la suite presidencial y miró el impresionante estadio a través de una pared enteramente de cristal. Ochenta y dos mil personas estaban ocupando sus
sitios poco a poco para presenciar la esperada final del prestigioso Torneo de las Seis Naciones.
Era un helado día de febrero y su gente no dejaba de quejarse del invierno inglés. Harry no se daba ni cuenta. Él estaba acostumbrado al frío. Llevaba ocho largos años sintiendo frío. Emilio, su jefe de seguridad, le ofreció un móvil.
-Savannah, Alteza.

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