Argumento:
Primero llegó la pasión, luego el "sí quiero"... ¿Y después?.
El multimillonario griego Harry Styles Kristalakis había sabido que su
apasionado romance con Polly solo podía terminar de una manera:
¡pasando por el altar! Él le había ofrecido todo un mundo de lujo mientras dirigía el imperio familiar, pero no podía darle nada más.
En esos momentos, una Polly embarazada acababa de anunciarle que llevaba cinco años queriendo más. Viendo peligrar su matrimonio, Harry tenía que elegir entre tender puentes con su esposa o mantener las barreras levantadas mucho tiempo atrás para protegerse.Capítulo 1 ❤️
EL MULTIMILLONARIO griego e icono social Harry entró en el salón tras haber concluido un acuerdo internacional con una importante empresa estadounidense y se sorprendió al ver allí a su
esposa, esperándolo.
Al contrario de lo ocurrido al principio de su matrimonio, en esos
momentos Pollyanna siempre era puntual.
Ya no llegaba tarde nunca, ni era tan espontánea. Sus exuberantes
demostraciones de afecto también habían desaparecido junto a su
espontaneidad. Al principio, él había pensado que era porque estaba
embarazada de su primer hijo, lo que implicaba una época difícil tanto
física como psicológicamente, pero, tras dar a luz, Pollyanna no había
recuperado esas viejas costumbres que a él tanto le habían gustado.
No podía quejarse. Su esposa se había esforzado mucho en adaptarse
a su nuevo modo de vida como esposa de un multimillonario griego,
descendiente de una conocida familia.
Ella había procedido de un entorno mucho más relajado, de una
familia estadounidense sin expectativas sociales, por lo que la adaptación había sido todo un reto. Un reto que su increíble esposa había sido capaz de superar.
A pesar de que, para empezar, no había hablado casi ni una palabra
de griego, había asistido a eventos sociales y había apoyado causas dignas.
Era de naturaleza abierta y cariñosa, así que enseguida se había ganado a
los amigos y conocidos de Harry y se había hecho un hueco en la alta
sociedad de Atenas sin tener que ceñirse únicamente a su papel como
esposa.
Era morena y tenía las piernas muy largas, estaba embarazada de seis
meses de su segundo hijo y tan guapa como el día de su boda.
Aunque su personalidad se hubiese visto en cierto modo apagada por
la insistencia de la madre de Harry en que la llamasen Anna en vez de Polly.
El vestido de color azul hielo, color que solía utilizar con frecuencia,
se ceñía a sus pechos, que habían crecido al menos una talla con el
embarazo, y caía con elegancia sobre el vientre abultado.
Su embarazo hacía que Harry se sintiese todavía más orgulloso
que cuando conseguía cerrar un ambicioso trato.
La miró con apreciación.
-Estás preciosa, yineka mou.
-Para eso pagas esas cantidades tan desorbitantes a los estilistas -le
respondió ella sin sonreír ni clavar en sus ojos su mirada azul cristalina.
Ya casi nunca lo hacía. Con él.
Todavía era cariñosa con otras personas, pero él tenía una esposa
elegante que nunca hablaba cuando no debía ni reaccionaba sin pensar
antes. Salvo en el dormitorio. Allí seguía siendo ese ser apasionado sin el que Harry sabía que no podría vivir.
Había sabido que había algo especial entre ambos nada más conocerla.
Así que le había pedido que se casase con él, en vez de casarse con la
heredera griega con la que su madre había intentado emparejarlo desde que estaba en la universidad.
Y ella le había dicho que sí, por supuesto. ¿Cómo no?
Él había podido darle a Pollyanna una vida con la que jamás habría
podido soñar.
Sin embargo, no acababa de hacerle un cumplido por cómo le
sentaban el caro vestido ni los diamantes que se había puesto para aquella cena familiar, ni tampoco por cómo se había recogido el pelo en un
elegante moño, sino por cómo brillaba con el embarazo.
A pesar de que parecía un poco cansada, seguía cortándole el aliento.
-No, se trata de ti -le aseguró.
Ella se limitó a esbozar una sonrisa, como si el halago no la hubiese
impresionado demasiado.
En el pasado, había sonreído cuando Harry le había dicho lo guapa que estaba y él no sabía qué era lo que había cambiado, pero algo lo
había hecho.
Lo mismo que él, en algún momento, había perdido el privilegio de
llamarla agape mou. Ella nunca le había pedido que no la llamase su amor, pero había hecho una mueca cada vez que había oído que la llamaba de ese modo, así que Harry había dejado de hacerlo. En su lugar la llamaba yineka mou, porque era su esposa.
Hicieron el viaje en helicóptero hasta la casa en la que había pasado
su niñez en silencio, cosa que no lo sorprendió. Salvo que llevasen
auriculares, con el ruido de los rotores era imposible oírse salvo que
hablasen a gritos. En el pasado, ella se habría hecho un ovillo a su lado y se
habrían comunicado con la mirada, o con el cuerpo. Harry no recordaba la última vez que su esposa le había mostrado aquel afecto tan abierto fuera del dormitorio.
Sus amigos casados ya le habían advertido que las cosas cambiaban
con la rutina. Él había pensado que su matrimonio no cambiaría, pero, a
pesar de haberse equivocado, no se arrepentía de haberse casado con
aquella mujer.