INVENTATE EL PASADO

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Argumento:
Jenneth no era la única mujer en el mundo engañada por el hombre que
amaba y que pensó que se casaría con ella. Eso pasaba todo el tiempo, ¿o
no? Pero las personas tenían que reconstruir sus vidas y buscar relaciones duraderas. Entonces, ¿por qué no podía olvidarse del pasado? Mas Harry Styles no era el tipo de hombre que se olvida con facilidad y ahora regresaba a su vida para volver a crear el caos...

Capítulo 1 ❤️
—¿Vas a qué? —preguntó Jenneth asombrada a su mejor y más antigua amiga, casi sin creer lo que escuchaba y a pesar de que la voz de Louise era tan clara como el cristal.
—A casarme. Ya sabes… para toda la vida, etcétera, etcétera. La hipoteca de la casa, niños, todo eso —repitió Louise, mientras la sorprendida Jenneth hubiese querido viajar por la línea telefónica de York a Londres.
Jenneth asió el auricular y protestó:
—¡Pero si juraste que nunca te casarías! Que deseabas ser independiente. Que...
—Eso fue antes de conocer a George —le contestó Louise.
¡George! Jenneth casi saltaba no por el hecho de que su amiga de carrera de
altos vuelos fuera a casarse sino porque lo hiciera con un hombre llamado George...
Todas las veces que imaginó que Louise se casaba, creyó que lo haría con alguien cuyo nombre era más emocionante que George...
Suspiró ignorando su café que se enfriaba y el hecho de que a menos que colgara en ese momento nunca terminaría los diseños preliminares para el cartel del señor McGrath para la hora del almuerzo. Dijo con severidad:
—No me comentaste nada hace dos meses que almorzamos juntas.
—Entonces todavía no conocía a George —respondió Louise llanamente, pero agregó apresurada—: Escucha, Jen, quiero que estés conmigo ese día. Nos casaremos
dentro de tres semanas allá, en la iglesia. Haremos todo como se debe... George dice que así será, pues ya no tendremos otra oportunidad. Apenas puedo esperar para que lo conozcas. Me gustaría que nos reuniéramos antes de la boda, pero George se
va a Japón por asuntos de negocios...
—No puedo creer lo que dices —dijo Jenneth, haciendo reír de buena gana a su amiga.
Las dos chicas crecieron juntas y siempre fueron buenas amigas; vivieron en el mismo pueblecito, después asistieron a la misma escuela, a la misma universidad.
Posteriormente, los padres de Jenneth se mudaron al norte, donde ella estableció su pequeño estudio en el granero adjunto a la casa de sus padres en las afueras de York,
mientras Louise encontró trabajo en Londres, en el frenético mundo de la publicidad.
Eso fue siete años antes. Ahora, Louise tenía su propia agencia en tanto que
Jenneth desarrolló tanto su talento artístico, que ahora tenía gran demanda diseñando murales, algo que ya consideraba su especialidad. Además, era copropietaria de una pequeña galería en York. Ella y Louise nunca dejaron de estar en contacto, pero en la actualidad, para ellas era imposible verse con la frecuencia
que hubieran deseado.
Los padres de Jenneth murieron casi cuando acababan de llegar a York,
dejándola como única responsable de sus hermanos, gemelos, entonces adolescentes.
Para ella algunas veces eso fue una pesada responsabilidad, pero siempre, aún en los peores momentos, la ayudó a salir adelante la idea de que sus padres hubieran querido que los tres permanecieran juntos, y a ese pensamiento se aunaba su profundo sentido del deber y la responsabilidad.
Los gemelos ya habían terminado su segunda enseñanza, y ahora eran dos
jóvenes altos y rubios que algunas veces la abrumaban con su exagerada protección hacia ella...
Como sabía bastante bien por qué Jenneth no contestaba de inmediato, Louise insistió:
—Prométeme que estarás allá. Es del próximo sábado en tres semanas. No
tendré madrinas ni nada de eso, pero te necesito, Jenneth... Hablo en serio.
Se lo dijo tan emotiva, que Jenneth detuvo la automática respuesta negativa, momento que Louise aprovechó para decir:
—Ya te reservé habitación en el Feathers. Me temo que no podrás llegar a mi casa, pues estará saturada de tías y familiares, aunque mamá y papá ansían volver a verte...
—No sé si pueda Louise —le dijo Jenneth mirando por la ventana de su estudio el verde jardín posterior de su casa.
Era un jardín muy grande, demasiado para poder atenderlo sola pero tanto los gemelos Como ella, amaban su hogar. El granero que acondicionó para estudio era ideal para su trabajo y ninguno de los gemelos quiso mudarse de allí cuando murieron sus padres aunque una vez que sus hermanos fueran a la universidad…
Estuvieron discutiendo con ella que no debía poner a la venta la casa, pero Jenneth les dijo que cuando ellos ya no estuvieran allí, sería muy grande para ella sola y que, por el contrario, el dinero de la venta sería de mucha ayuda para que ambos terminaran sus estudios.
Sostenía con fuerza el auricular pensando en lo que quería preguntar y que no podía… en parte porque las palabras no salían de su boca, en parte por el viejo hábito de la reserva. Era lo contrario de Louise, que lo que pensaba o sentía, lo explicaba en
el momento.
Y eso fue lo que hizo Louise en esa ocasión, inhalando tan profundamente que Jenneth la escuchó a la perfección. Cuando un pajarillo cantaba en el jardín, escuchó
a su amiga.
—Harry no estará presente, si eso es lo que te preocupa. Se fue a Estados Unidos a atender unos negocios. Por favor, di que vendrás…
Aunque continuaba inmóvil, Jenneth experimentó esa horrible sensación del miedo que antecede al pánico. Dudó, tratando de encontrar las palabras que pusieran a salvo su dignidad... para restarle importancia a lo que Louise decía, para romper su
propia reserva y sacar de su corazón el sentimiento que ella misma convirtió en tabú entre las dos, ocho años antes, cuando se negó a discutir el tema con alguien más...
sobre todo con la prima de Harry, sin importar que fuera su mejor amiga.
—Jenneth, por favor... —rogó Louise, y mientras el espectro de un Harry burlón se reía de su cobardía, aspiró profundo y dijo con voz ronca:
—Sí, por supuesto. Allí estaré...
Hablaron otro poco, o más bien Louise habló y Jenneth escuchó mientras esperaba que su corazón recuperara el ritmo normal y que su cuerpo quedara libre de tensión. Conforme escuchaba, se preguntaba qué habría respondido si Harry fuese
a estar presente en la boda... y con cinismo se preguntó en silencio si Louise la habría invitado de ser ese el caso.
Claro que la habría invitado, se dijo cuando al fin se despidieron.
Aunque nunca tuvo éxito para ocultarle a su amiga cuánto temía el momento de volver a verlo. Afortunadamente Louise estaba fuera estudiando durante los seis meses que duró su compromiso con Harry, así que aceptó la explicación que Jenneth
le dio, aduciendo que ambos se dieron cuenta que su boda habría sido un error.
En los primeros días, cuando el auto desprecio la corroía como ácido, se
culpaba por la muerte de sus padres, sabiendo que el ir a vivir a York fue
principalmente debido a su interés por ella, pero los años aliviaron ese tormento en particular. Sin embargo, existían otros tormentos que nunca se aliviarían. Era inútil decirse que era demasiado sensible. La angustia de escuchar del propio Harry que
aunque la amaba, había otra mujer en su vida, una mujer que esperaba a su hijo, era algo que nunca podría olvidar.
Quedó grabado en ella como una auténtica tortura, y como víctima de esa crueldad, guardó dentro de su alma el rechazó de Harry. Detrás de la calma y gozo con que se ocultaba del mundo, había otra persona muy diferente. Algunos la consideraban arrogante diciendo que su comportamiento era tan frío como el de las mujeres nórdicas, con su cabello rubio y sus ojos grises.
En respuesta, ella era poseedora de un aura de calma arduamente ganada con la que aprendió a protegerse. Cuando actuaba, lo hacía con movimientos controlados
que le dieron el calificativo de mujer sin sentimientos, sin que los demás sospecharan que la verdad era todo lo contrario y que actuaba así para protegerse de su vulnerabilidad, puesto que tuvo que aprender, con una dolorosa lección, que tenía
que ocultar sus verdaderos sentimientos.
Ahora su orgullo, que era ya parte intrínseca en ella, sólo podían atravesarlo Louise y los gemelos.
Con el paso de los años aprendió a controlar sus sentimientos y a ganar en sabiduría, diciéndose que la relación entre ella y Harry no hubiera tenido éxito; que a los veintiún años era demasiado inmadura y que ese compromiso habría terminado
con el tiempo de cualquier manera.
Lo que aún la confundía era por qué Harry se comprometió con ella. Ocho años mayor que ella y que Louise, le parecía una criatura demasiado elevada como para poder siquiera tocarlo. Toda su adolescencia fue una chica tímida en presencia de
Harry, lo mismo que durante las vacaciones cuando los tres se reunían, y después cuando él ya era universitario y posteriormente cuando regresó a casa convertido en
un hombre que daba conferencias en el extranjero.
La familia de Harry, a diferencia de la suya, formaba parte de la comunidad
desde hacía muchas generaciones. Su padre era el farmacéutico de la localidad y su madre, a pesar de la arteriosclerosis que debilitara visiblemente su salud, intervenía
en todos los asuntos de la ciudad hasta donde podía. Mujer caritativa y popular entre todos los que la conocían, aprobó sinceramente el compromiso de su hijo con ella.
Harry la amaba con ternura y la trataba con el mismo interés y cuidado con el que a veces la abrumaban a ella sus hermanos, aunque al contrario de Jenneth, la
madre de Harry en verdad necesitaba de todas las atenciones.
La apariencia de Harry era herencia de su padre, que era alto, viril y de pelo oscuro.
Louise la sorprendió una vez al contarle que el hermano de su madre, el padre de Harry, tenía reputación de mujeriego antes de casarse con su esposa. Ella era una rica heredera de la ciudad y cuando el padre de Harry se enamoró, se casaron contra
la voluntad de la familia materna. Jenneth siempre consideró esa historia muy romántica.
Ahora la señora estaba muerta... el deceso tuvo lugar a los pocos meses del matrimonio de Harry.
En un gesto automático, Jenneth bajó la cabeza, aunque no había nadie que
pudiera verla. A pesar del tiempo transcurrido, el recordar los momentos de agonía cuando Harry le dijo con frialdad que se casaría con otra... con la mujer que ya llevaba
dentro de sí a su hijo, todavía ejercía un efecto abrumador en ella.
¿Cuántas y cuántas veces se dijo que había miles de chicas desairadas por
hombres que creían las amaban y ellas, al contrario de Jenneth, comenzaron de nuevo otras relaciones menos duraderas y menos destructivas? ¿Cuántas veces se
dijo que no debía comportarse como heroína victoriana sólo porque su mundo cambió al descubrir que su amor, al que consideraba lo más seguro, nunca existió en
realidad?
Oh, pero exteriormente hizo lo correcto; escuchó pálida y llorosa de labios de Harry su cruel revelación, y sólo se desmoronó al saber que otra mujer esperaba a su hijo. Quedó azorada y lo miró incrédula, enferma de sorpresa y dolor, pero Harry no
hizo comentarios posteriores. Durante los meses siguientes se comportó con tanta valentía como le fue posible; terminó sus estudios en la universidad y se negó, cobarde, a caer en la tentación de no ir a su casa durante las vacaciones; por el
contrario, hablaba con sus amigas con burlona sofisticación de los nuevos amigos que tenía en su vida de estudiante... de los hombres con quienes salía.
Sus padres la observaron conscientes de su angustia y de la herida mortal que Harry infligió en su esencia de mujer, y le avisaron que como su padre estaba a punto de jubilarse, pensaban regresar a York, lugar donde él pasó su niñez.
Fue a causa del amor profundo que sentía por Harry que casi se niega a
acompañarlos... esperando el milagro que la llevara de regreso a su lado, incapaz de creer, aún entonces, que todo había terminado. Fue cuando lo vio en la ciudad con su esposa e hija. Él la sostenía mientras su esposa hablaba con otras personas. Se detuvo
en seco en medio de la calle, calculando la distancia entre ellos y preparada para desaparecer en cualquier momento. La niña tenía el mismo cabello oscuro que Harry...
Era una niña, según le informó una Louise apenada y llena de compasión... y su esposa... más joven que Jenneth, de cabello oscuro, bien vestida, tímida y miró a la chica, evidentemente sin saber quién era, para después volverse hacia su esposo y decirle algo que Jenneth escuchó con claridad:
—Anda, querido... creo que debemos irnos —y acto seguido tomó a la niña en sus brazos.
Con el corazón herido, Jenneth no regresó a su casa, sino a la orilla del río, lugar favorito de su infancia donde acostumbraba llegar después de ver a Louise y antes de llegar al hogar, para soñar con la vida y con Harry con toda la inocencia de su extrema juventud.
Ahora, con todo el cinismo que albergaba, se preguntó qué habría ocurrido si también ella hubiera quedado embarazada de Harry. Y fue una clara posibilidad, porque justo una semana antes de anunciarle que rompía su compromiso y la razón
que tenía para hacerlo, él trató de convencerla de que fueran amantes.
Cerró los ojos sin querer recordar cuán apasionadamente quiso hacerle el amor aquel verano, deteniéndose cuando ella le suplicó que no continuara y trémula le explicó que él sería su primer amante y que tenía ciertos temores.
Él pareció comprender y la embromó por sus temores, pero ella supo que bajo esas bromas, estaba encantado de saber que sería su primer amante.
Con cuánta frecuencia, en los áridos meses posteriores al rompimiento, se
preguntó si las cosas hubieran sido de otro modo si ella hubiese sido otra clase de chica. Se negó a creer que si Harry realmente la amaba, hubiese buscado en alguien más la satisfacción sexual que ella le negó.
El desaire sufrido tuvo un efecto devastador en su condición íntima de mujer y destruyó algo tan intrínseco que, conforme pasaron los años, se pudo comparar a una muñeca inanimada y sin corazón... el amor, el deseo, todas las emociones que
llenaban la vida de otras personas, eran territorio ajeno para ella. Amaba a sus hermanos, desde luego, y disfrutaba la compañía de los amigos, pero en su relación con los hombres, descubrió que simplemente no funcionaba... que el solo pensar en
alguna intimidad la hacía recordar cuánto sufrió por el desaire de Harry. Así, al pasar los años, se volvió experta en mantener a raya a los hombres. Y ahora Louise se casaba... su amiga, quien siempre fue tan independiente.
Sabía que quienes la conocían, pensaban que su soltería era debido a la responsabilidad de educar a sus hermanos, y le pareció buen pretexto, pero era una excusa que no podía seguir aduciendo una vez que los chicos fueran a la universidad. No era precisamente que los hombres hicieran fila ante su puerta, si
pensaba en quienes la invitaban a salir a últimas fechas. Estaba Colin Ames, el veterinario, hombre de buen corazón, divorciado y con tres hijos, y que era obvio, andaba a la caza de una madre para sus pequeños.
Estaba Greg Pilling, que a los treinta y cinco años continuaba soltero y era
considerado el rompecorazones de la localidad; tenía una casona al otro lado de la ciudad y negocios que lo mantenían en Londres cuatro de los siete días de la semana.
Jenneth tenía la sospecha de que allá estaba mezclado con alguien más y que por su propio beneficio, prefería mantener en secreto esa identidad... ¿alguna mujer casada?
Había otros dos hombres, agradables y que era evidente serían magníficos
esposos y padres, pero ella se negaba a relaciones más serias con cualquiera de ellos.
Se decía que no era sólo por lo que Harry le hiciera, sino porque tuvo el poder de hacerla evitar cualquier compromiso emocional... eso, y el recuerdo de su propia e intensa vulnerabilidad que no le permitía que alguien se acercara demasiado.
Desde luego, los años siguientes a la muerte de sus padres hicieron para ella imposible cualquier relación íntima con algún hombre. Los gemelos la necesitaban y su vida estaba tan vinculada a la de ellos que ya no había cabida para nadie mas.
Pero ahora los gemelos eran prácticamente adultos... y era Louise quien involuntariamente la empujaba a ese su estado de ánimo introvertido.
Ya no le fue posible concentrarse en su trabajo.
Ahora era demasiado tarde y deseó no haberse comprometido a asistir a la
boda, aunque Harry no fuera a ir... habría otras personas que recordarían...
¿Qué? ¿Que ella y Harry estuvieron comprometidos ocho años antes? ¿Que el compromiso se rompió y Harry se casó con otra, y que ya tenía una hija? ¿Y qué? Era sólo en su mente que el espectro del desaire de Harry vagaba destructivo...
Algunas veces pensaba que Louise sabía más de lo que decía, aunque su amiga aceptó como válidas sus explicaciones cuando al llegar a su casa descubrió que ya no habría boda y que, por el contrario, Harry ya estaba casado con otra.
Fue Louise quien le dijo años atrás que la esposa de Harry había muerto... un comentario adicional en una tarjeta de cumpleaños que la hizo pasar una semana de pesadillas de tan intenso realismo que despertaba sudorosa y llorando, estremeciéndose al saber que todavía Harry tenía el poder de afectarla tanto física
como emocionalmente.
Fue el mismo año que Louise la convenció de pasar la Navidad con ella, y puesto que los gemelos le pidieron que aceptara, ella cedió sin esperar nunca que Harry también estaría allí, visitando a sus tíos.
Su padre vivía ahora en Estaos Unidos y Harry, que siguió sus inclinaciones
hacia la medicina, era ahora asesor de uno de los hospitales más grandes.
Al verlo, tan familiar y tan querido, Jenneth quedó paralizada en la estancia.
Los gemelos que entraban detrás tropezaron con ella... Alguien hizo las
presentaciones de rigor y entre la algarabía y confusión general, se encontró frente a Harry mientras su interior se llenaba de angustia y dolor. Jenneth se puso una
máscara de frialdad y sonrió.
Harry estaba allí con su hija, una chiquilla vivaracha y traviesa de tres años que evidentemente adoraba a su padre y que, por lo demás, se le parecía tanto, que Jenneth sintió que alguien removía con un cuchillo su lastimado corazón.
Por alguna razón que aún no entendía y que parecía enviada por el hado
maligno, la hija de Harry los eligió a ella y a los gemelos; los seguía a todas partes, mirándolos con los ojos verdes heredados de Harry, sonriéndoles con la misma sonrisa de su padre, pero Jenneth supo resistir la necesidad de corresponder a las travesuras de la niña y al deseo de abrazarla con ternura como la pequeña quería,
con algo parecido al orgullo de Harry y su desdén hacia ella.
Recordó cómo entró a la sala mientras ella y Angelica estaban solas. La niña
trataba con desesperación de obtener un poco de afecto maternal y Harry tomó a su hija en brazos al reconocer el rechazo de Jenneth de tocarla, su boca dibujando una mueca de disgusto cuando antes sólo había deseo y amor... o al menos eso creyó,
entonces.
No se dio cuenta cómo interpretó Harry las bromas de los gemelos de un cliente suyo, con quien acababa de romper relaciones, ni tampoco que asumió, equivocadamente, por los comentarios de sus hermanos, que ella y Christopher Hardin eran amantes, pero las palabras filosas que le dirigió en casa de sus tíos
acerca de su depresión, la animó lo suficiente como para ayudar a su maltrecho orgullo, así que sonrió falsamente y dijo con ligereza:
—Sólo será por una semana...
A lo que Harry contestó con mofa:
—Y no puedes pasar tanto tiempo sin esa compañía en tu cama, ¿no es así?
Entonces, en un arranque de ira del que más tarde se arrepentiría, contestó con una mentira:
—Christopher y yo hemos sido amantes durante algún tiempo —y sin saber cómo, esbozó una sonrisa felina al agregar—: Viaja mucho por sus negocios, y cuando eso pasa...
—…lo reemplazas en tu cama con alguien más —finalizó Harry por ella, mal interpretando así que estuvo a punto de decir que la pasaba perfectamente sin él.
Antes de poder corregirlo, Harry agregó con amargura—: Cómo has cambiado. Y pensar que...
Se interrumpió cuando los gemelos irrumpieron en la sala, y a partir de ese momento ambos se evitaron, Harry cuidando que su hija no se acercara demasiado a Jenneth.
La chica se dijo que estaba contenta... contenta de que al fin pudiera
demostrarle que era una mujer y deseable para otros hombres, ya que no para él...
contenta de que al fin le aclaró que no deseaba nada más con él ni con la pequeña Angelica... contenta de que final e irrevocablemente, se hubiera alejado de la antigua Jenneth, que llegó a adorarlo hasta la locura, que lo amó con tanta intensidad... y que
siguió amándolo mucho después de que llanamente le hizo saber que no la amaba.
Y esa fue la última vez que lo vio.

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