Exhibición

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Algo pasó, algo no andaba bien.

Crowley sintió una perturbación en el éter, pero no podía distinguir qué era exactamente. Se quedó unos segundos analizando el posible origen de lo que sentía, sin embargo, rápidamente continúo en lo suyo. Le habían dado como misión, tentar a un soborno, algo pequeño, pero que desencadenaría un caos que terminaría con otra víctima para el Infierno.

"Tienes que ir a la exposición del Club Nacional de Gatos, allí debes tentar a este hombre, para que soborne a los jueces. Va a perder, y se le prohibirá la participación en las próximas versiones. Caerá en la depresión y el alcohol, su familia sufrirá, él suicidará y nosotros le recibiremos" le explicó Hastur, mientras le pasaba la fotografía de un hombre de aspecto bonachón de unos cincuenta años.

Fue así como condujo su Bentley hasta el Crystal Palace donde cada año se celebraba dicho evento. La verdad es que le parecía una misión insulsa, no como las tentaciones que él planeaba y ejecutaba, más a lo grande, pero trabajo es trabajo.

Estacionó cerca, pues no se tardaría mucho, tenía cosas que hacer como ir a darle guisantes congelados a los patos, dormir, en fin, cosas importantes.

Ingresó al palacio con su andar seguro, a paso firme y su ondular de caderas. Buscó entre el montón de gente a la persona que sería su víctima. Al fondo del salón vio a través de sus lentes oscuros, una hilera de jaulas donde estaban encerrados, un gato en cada una. Cada jaula tenía un papel con los datos del felino en su interior: raza, macho o hembra, edad, etc.

Felinos hermosos de distintos colores, tamaños y razas, eran manipulados por diferentes personas, que les tomaban medidas, calculaban su longitud desde la cabeza hasta la punta de la cola, el tamaño de sus cráneos, analizaban sus ojos, distancia y posición de las orejas, entre otras características. Más adelante un mesón largo con juguetes y rascadores para dichos mininos; sillas dispuestas para el público. A un costado,  un grupo de personas sentadas tomando apuntes, que después supo eran el jurado de la competencia y muchas personas pululando por todas partes, algunas parecían ser los dueños de los gatos, otras, invitados o el público del evento, quizás; observaban a las pequeñas bestias en sus jaulas o compraban algún souvenir.

Allí lo identificó, su víctima, cepillando a un persa gris. Se acercó sin vacilar, haría el trabajo rápido, a eso había venido y luego se iría a hacer sus cosas importantes.

—Hermoso ejemplar— el demonio usó ese tono adulador y meloso que tanto le servía cuando quería tentar.
—Muchas gracias— le respondió el hombre mientras untaba un poco de loción oleosa sobre el pelaje del animal para que brillara y lo devolvió a su jaula.
—Seguro que va a ganar, es por lejos el mejor gato de todos los competidores.
—¿Usted cree?— se acercó a Crowley evidentemente entusiasmado y deseoso de más halagos.
—Claro que sí, lamentablemente...— hizo una pausa— No, no puedo decirte— dijo en un tono dramático mientras se alejaba un par de pasos y giraba para darle la espalda al pobre hombre afectado.
—¿Qué no puede decirme?

El demonio se mantuvo dando la espalda.
—No sé si debería...
—¡Por favor!

Una sonrisa maliciosa se dibujó en el rostro de Crowley, la que disimuló antes de girar y quedar de frente al suplicante individuo.
—Los jueces han estado muy pendientes de ese gato Americano de ahí, es muy probable que él gane.
—¿Pero cómo? Tú me dijiste que mi gato era el mejor.
—Lo es, pero en esto de las competencias...

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