Huellas

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Luego de que la lluvia cesara, el frío invierno de Londres condensó las gotas formando una espesa niebla que cubrió sus calles. Las partículas flotando casi a ras de suelo, borraban el sendero del casual caminante nocturno. Arriba, las apretadas nubes no permitían pasar la luz de la Luna, formando una oscura y claustrofóbica bóveda que encerró la ciudad, inmensa y agobiante, sobretodo para un pobre gato perdido que sólo quería volver a su hogar.

Un relámpago y el consecuente trueno, habían despabilado a Aziraphale quien estaba dormitando, había estado luchando por mantenerse despierto; la noche alberga demasiados peligros como para descuidarse, sin embargo, el cansancio le estaba ganando la batalla.

Decidió buscar un mejor lugar donde resguardarse, un pequeño espacio en lo alto, justo debajo del tejado de una casa, pareció ser un buen lugar. Trepó a un árbol que se encontraba precisamente en frente, a sólo un par de metros -lamentándose por las vueltas de la vida- y luego saltó, aferrándose con sus garras a la madera, se impulsó con sus patas traseras hasta que logró acomodarse en el hueco y allí se quedó, mirando el cielo nublado.

En su departamento, Crowley se preparaba para intentar algo.

Si bien la idea de pedirle ayuda a los gatos callejeros parecía buena (a pesar de lo descabellada que sonaba), la verdad es que, muy eficiente no era y estaba contra el tiempo, sumado a que no podría evitar proyectar a Aziraphale en cada gato que se encontrará en la calle, creando en su cabeza escenarios catastróficos que no lo dejarían avanzar. No obstante, su primer y único intento no fue en vano, el haber seguido a esa gata negra le sirvió de inspiración para idear un segundo plan, uno más cercano a su modus operandi. Las gotas de lluvia brillando en su oscuro pelaje le abrieron la mente. Tenía una idea, en mente, pero dependía de que Ella le concediera un favor.

Se dirigió a la ventana y la abrió, sintiendo el aire frío pelarle la nariz, se quitó sus lentes oscuros y miró al cielo en súplica, algo temeroso, también.

—Ni siquiera sé si me vas a escuchar...— tragó en seco el nudo que le comenzó a doler en la garganta, de pronto se empezó a sentir demasiado inseguro y dudó— probablemente no... pero tengo que intentarlo— continúo cuando logró sacar fuerzas de la imagen que tenía de Aziraphale en su cabeza, una imagen con los bordes difuminados y los colores deslavados— Por favor, por el tiempo que estuve a tu servicio como ángel, permíteme hablar con ellas otra vez.

El pasar de un vehículo a lo lejos fue todo lo que interrumpió el silencio de la noche.

—Te lo ruego...si no quieres hacerlo por mi, hazlo por él...

Sabía que Ella lo estaba poniendo a prueba, que pedirle algo jamás sería gratis, menos para un demonio, para un caído, que debía ser capaz de soportar su silencio, su oposición, incluso su rechazo sin enojo, frustración ni ansiedad.

La incandescencia de un relámpago, atravesó el cielo tras las negruzcas nubes espesas, como los rayos X en una placa de radiografía.

El murmullo de su respiración pesada, acompañaba la incertidumbre que comenzaba a dominarlo.

"No, Crowley, no desesperes"

El estruendo del trueno que se reveló segundos después, retumbó en las calles y su onda expansiva viajó por las paredes del edificio hasta el suelo bajo los pies del demonio, subió por sus piernas y su espina dorsal provocándole un fuerte escalofrío que le recorrió la espalda contracturada de tanto estrés. Así era como se sentía, lo recordaba muy bien, esa sensación nunca se olvida, esa cuando Ella te responde directamente una plegaria.

Lo que ocurrió a continuación fue inesperado aun cuando lo estaba deseando, las oscuras nubes en el cielo se abrieron igual que el Mar Rojo se abrió ante Moisés, revelando detrás de ellas los miles de astros que durante eones habían esperado volver a hablar con su creador, con Crowley.

Pet meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora