Implosión

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Miguel sintió de pronto, una brusca torcedura en el éter que le hizo levantar la mirada de sus papeles.

—¿Sucede algo Arcángel?— le preguntó el ángel a su lado.
—No— respondió entrecerrando los ojos y buscando con la mirada ese algo que perturbó su concentración— es sólo...no importa, sigamos con esto que cincuenta años pasan demasiado rápido y debemos estar listos para el Armagedón.
—Sí, Comandante.
—Cuando terminemos, necesito que vayas por el Supremo Arcángel y por Sandalphon, diles que les cito a una reunión urgente.
—Como ordene Arcángel Miguel.

Todo había transcurrido tranquilo para los tres arcángeles desde el momento que contactaron a Aziraphale a través de aquella pesadilla. Miguel, por sobre los demás, se había preocupado de no dejar cabos sueltos, al menos esos que pensaba que podía existir, habían muchas aristas que desconocía o mejor dicho, que se negaba a conocer, subestimaba demasiado al Principado como para creer que necesitara poner más atención en él.

—Imagino que nos citaste porque también lo sentiste— Gabriel se acercó al escritorio de Miguel con paso fuerte y apresurado.
—Estoy preparando la mandíbula para reírme de ti, Comandante Planesinfallas Miguel— más atrás, Sandalphon hacía su entrada.

Miguel, no hizo caso a las burlas de uno, ni la actitud desafiante del otro, no podía perder tiempo en ello, sin embargo...guardar tiempo para qué. Lo había hecho todo bien, no tiene sentido preocuparse, entonces...por qué lo estaba. Seguía percibiendo esa anomalía, como giraba y giraba sin parar, podía escuchar incluso el roce entre las capas del éter torciéndose sobre si mismas, sin duda; el castigo que le habían impuesto a Aziraphale, de alguna manera inexplicable, se había roto. "¿Por qué?" Se preguntaba sin saber por donde comenzar para encontrar una respuesta. Su mente la forzaba a la negación, convenciéndola de que ella no comete errores, que todo estaba bien, y se dejó llevar, cegada por el narcisismo y las megalomanias, ignorando por completo lo que hace unos segundos calificó de indudable.

—Estamos esperando, Miguel.

La autoritaria voz de Gabriel penetró directo en la corteza de su esencia y la hizo salir de su ensimismamiento.

—¿Qué vamos a hacer ahora?
—Nada— decidió.
—¿Cómo que nada? Miguel...debemos tener-
—¡Dije que nada! Mi plan no tiene fallas, lo tengo todo controlado.
—¿Estás segura? Porque esa anomalía en el éter es muy parecida a la que se produjo cuando le hicimos...eso...a Aziraphale— inquirió Sandalphon.

Pero tener demasiada confianza, puede llevarnos por un camino sin retorno dentro de un túnel donde no tienes más opción que seguir adelante con tus ideas equivocadas y tus erradas convicciones, porque no eres capaz de ver tus defectos. En cierta medida, es bueno sentirse inseguro, creer que se está en un punto de partida para la evolución, porque te da pie para avanzar. Sin embargo, esto se ha demonizado demasiado, tener miedo y dudas no está permitido, es signo de debilidad, cuando es todo lo contrario, hay que ser muy fuerte para no sucumbir frente a la desdicha de sentirse imperfecto. Y quién jamás se mostraría frágil, deficiente, incompleto, quién se vería derrotado frente al primer atisbo de un defecto...ese sería por supuesto, el Arcángel Estratega, Comandante en Jefe de Los Ejércitos de Dios, Miguel.

—Aziraphale está sólo, no tiene a nadie—  espetó— nadie de su confianza y ese era un punto crucial si quería romper el castigo.

                               ***

El tiempo en el apartamento de Crowley se había congelado, o quizás, él lo había hecho de manera inconsciente como si su cuerpo y mente quisieran protegerlo del inminente trauma que sin duda le provocaría el haberle disparado a su mejor amigo. Cambió su postura, moviendo su cuerpo pesadamente, le dolían los músculos por haber estado en tensión forzada desde el instante en que tomó el arma entre sus manos. Se sentó en el suelo abrazando sus piernas, su rostro hundido entre sus rodillas apenas asomando los ojos, como un pequeño cervatillo entre la espesura de la hierba, esperando a que el cazador se fuera, mas el cazador era él y la presa había sido Aziraphale.

Pet meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora