Epílogo

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Aquella noche de 1967 era particularmente movida en las calles de Londres, Aziraphale esperaba pacientemente dentro del Bentley a que Crowley apareciera. Hasta el último segundo se había estado preguntando si era lo correcto, pero si Su Altísima lo había enviado, entonces debía serlo.

"¿Por qué te metes en estas cosas Crowley?" Pensaba, mientras no podía evitar angustiarse por la duda de no saber por qué el demonio estaba tramando algo tan arriesgado.

                                ***

—...todos serán muy bien recompensados.

El último que se había unido a la reunión, levantó la mano.

—¿Tiene alguna duda, cabo Shadwell?— el demonio no parecía muy agradado con la interrupción.

—¿Robar en una iglesia?— preguntó suspicaz— No hay nada de brujería involucrada aquí, verdad.

—No, es un robo completamente libre de brujas.

—Mmm lástima— habría sido ideal para el cazador de brujas, tener una misión cazando brujas.

—¿Alguna otra pregunta?

—¿No eres un brujo, un hechicero, alguien que pone apodos graciosos a su gato?

"Los nombres graciosos son buenos nombres, Fulgencio, por ejemplo, es un excelente nombre para un gato"

Crowley se perdió en divagaciones, que por una razón que él no lograba comprender, le parecieron extrañamente lógicas.

—¿Cuánto nos pagan?— la mujer frente a él lo sacó de sus pensamientos.

—Cien ahora, otros cien cuando el trabajo esté terminado y cien por su silencio.

                                 ***

—¿Qué estás haciendo aquí?— le preguntó Crowley al ángel una vez se instaló en su Bentley.

—Necesitaba hablar contigo.

—Qué— preguntó tajante.

—Trabajo en el Soho escucho cosas— Aziraphale no podía simular su preocupación— He oído que estás organizando una travesura para robar en una iglesia...Crowley, es demasiado peligroso. El agua bendita no sólo matará tu cuerpo, sino que te destruirá por completo.

No era fácil hacer, lo que tenía pensado hacer, lo había pensado durante los últimos diez años, no obstante seguía con una incertidumbre que le carcomía.

—Me dijiste lo que piensas hace ciento cinco años— le espetó Crowley.

—Y no he cambiado de opinión— "Confía...y suelta" la voz de Su Altísima sonaba en su cabeza— Pero no puedo permitir que arriesgues tu vida, ni siquiera por algo peligroso, entonces...

Dobló el espacio en el éter para formar un agujero de gusano celestial, e hizo aparecer el termo. El demonio no podía creer lo que veían sus ojos, sin duda, era agua bendita.

—No quites la tapa— le advirtió.

—¿Es real?— preguntó Crowley aún desconcertado.

—La más santa...

—Despues de todo lo que dijiste ¿Debería decir gracias?

—Mejor no— cómo podía darle las gracias por algo así.

—Bueno ¿Puedo dejarte en cualquier lugar?

—No, gracias— le dirigió una mirada furtiva y pudo notar como las comisuras de los labios de Crowley tiraban hacia abajo, desilusionado —Oh, no parezcas tan decepcionado...Quizás algún día podamos...no sé, ir de picnic...cenar en el Ritz.

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