Capítulo 13. Fin

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Los meses siguientes fueron una montaña rusa emocional para Max y Checo. La decisión de asistir a terapia individualmente fue un paso crucial para ambos.

Para Max, la terapia fue un desafío monumental. Había crecido bajo la sombra imponente de su padre, quien le había inculcado una mentalidad rígida y competitiva, donde la vulnerabilidad era vista como una debilidad. Al principio, Max se sentía incómodo en las sesiones, reticente a abrirse y explorar sus emociones más profundas. Sin embargo, con el tiempo y la guía paciente de su terapeuta, comenzó a desmantelar las barreras que había construido a lo largo de los años.

─Max, para sanar, necesitas entender de dónde vienen tus comportamientos y creencias ─le dijo su terapeuta durante una sesión particularmente intensa─. ¿Qué te ha enseñado tu padre sobre el amor y la fuerza?

Max se quedó en silencio por un momento, su mente viajando a su infancia.

─Mi padre siempre me dijo que la fuerza era lo más importante. Que mostrar emociones era una debilidad. Pero... también me enseñó a ser implacable, a no dejar que nadie se interpusiera en mi camino.

─¿Y eso cómo te ha afectado en tus relaciones? ─preguntó la terapeuta suavemente.

─Me ha hecho difícil ser vulnerable ─admitió Max, con la voz quebrada─. Pero estoy empezando a ver que necesito cambiar. Quiero ser una mejor persona para Checo, y para mí mismo.

Mientras tanto, Checo también asistía a sus propias sesiones de terapia, decidido a abrirse por completo esta vez. Las primeras sesiones fueron extremadamente difíciles; a menudo salía llorando, desbordado por las emociones reprimidas que finalmente salían a la superficie.

─Checo, es importante que te permitas sentir estas emociones ─le dijo su terapeuta un día─. Has pasado por mucho, y es normal que te sientas abrumado.

─Lo sé ─respondió Checo, secándose las lágrimas─. Pero a veces siento que no podré superar todo esto.

─Tómalo un día a la vez. Reconoce tu progreso y sé amable contigo mismo. Estás haciendo un trabajo increíblemente valiente al enfrentar estos sentimientos.

En otras ocasiones, Checo salía de sus sesiones con una sensación de paz y claridad que no había experimentado en mucho tiempo. Aprendió a valorarse a sí mismo y a establecer límites saludables, no solo con Max, sino con todos en su vida.

Ambos seguían viviendo juntos en su casa en Mónaco, tratando de reconstruir su relación sobre una base más saludable y honesta. Aunque el camino era arduo, había momentos de ternura y comprensión que les recordaban por qué estaban luchando por su amor.

Sus amigos, aunque aún desconfiados de Max, comenzaron a visitarlos con más frecuencia. Charles, Sainz, Fernando, Lando, Pierre y Yuki seguían observando de cerca la dinámica entre la pareja, preocupados por el bienestar de Checo.

─¿Cómo te sientes realmente, Checo? ─le preguntó Sainz durante una de sus visitas, mientras tomaban café en la terraza.

─Ha sido difícil ─admitió Checo─. Pero también estoy aprendiendo mucho sobre mí mismo y sobre lo que quiero en una relación. Max y yo estamos trabajando en esto juntos, y aunque todavía hay días difíciles, siento que estamos avanzando.

─Eso es bueno escuchar ─dijo Charles, sonriendo de manera solidaria─. Solo queremos lo mejor para ti.

Max, por su parte, hacía un esfuerzo consciente por demostrar a los amigos de Checo que estaba comprometido a cambiar. Participaba en las conversaciones, mostraba interés genuino en sus vidas y, lo más importante, respetaba los límites de Checo.

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