Capítulo 6. Resignación

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Con el paso del tiempo, Checo se había convertido en alguien intocable dentro del mundo de la Fórmula 1. Max siempre parecía estar pegado a él, como una sombra inseparable. No había lugar a donde fuera Checo sin que Max estuviera a su lado, vigilante y posesivo. El mexicano sonreía, pero aquellos que lo conocían bien podían ver la sombra de tristeza en sus ojos.

─Algo anda mal ─susurró Sainz a su compañero de escudería mientras observaban a Checo sonreír junto a Max.

─No lo creo ─respondió su compañero, encogiéndose de hombros.

─Un día Checo está enamorado de Alonso, al siguiente está en una depresión terrible y al mes está en una relación con Max ─frunció el ceño Sainz, sintiendo que había algo más detrás de todo aquello.

Checo había cambiado. Ya no era el hombre alegre y despreocupado que solía ser. La presión de mantener su lugar en Red Bull, combinada con la manipulación constante de Max, lo había transformado en alguien distante y reservado. A menudo, sus amigos lo veían sonreír en las fotos y videos oficiales, pero en persona, esa sonrisa rara vez llegaba a sus ojos.

Un día, durante un evento de patrocinadores, Checo y Max estaban parados juntos, como siempre. Max tenía su brazo alrededor de los hombros de Checo, y ambos sonreían para las cámaras. Sainz observaba desde lejos, sintiendo una inquietud creciente.

─Checo ─dijo Max suavemente, al oído de Checo─, no te alejes mucho de mí esta noche.

─No lo haré ─respondió Checo automáticamente, sin atreverse a mirar a Max a los ojos.

Después del evento, Sainz decidió confrontar a su amigo. Lo encontró en un rincón del paddock, solo por un momento, mientras Max estaba ocupado hablando con un patrocinador.

─Checo ─dijo Sainz, acercándose con cautela─, ¿podemos hablar?

─Claro, Carlos ─respondió Checo, intentando sonreír pero fallando en el intento.

─¿Estás bien? ─preguntó Sainz, mirándolo directamente a los ojos─. No pareces tú mismo últimamente.

─Estoy bien ─mintió Checo, bajando la mirada─. Solo... muchas cosas en la cabeza.

─Sabes que puedes contar conmigo, ¿verdad? ─dijo Sainz, poniendo una mano en el hombro de su amigo─. No tienes que enfrentarlo todo solo.

─Gracias, Carlos ─respondió Checo, su voz apenas un susurro─. Pero realmente estoy bien.

Antes de que Sainz pudiera decir algo más, Max apareció, interrumpiendo su conversación.

─¿Todo bien aquí? ─preguntó, su voz teñida de una ligera amenaza.

─Sí, solo hablábamos ─respondió Checo rápidamente, sintiendo la tensión aumentar.

─Bien ─dijo Max, su sonrisa volviendo a su rostro─. Vamos, Checo. Tenemos que irnos.

Sainz observó cómo Max se llevaba a Checo, sintiendo una impotencia profunda. Sabía que algo no estaba bien, pero no sabía cómo ayudar a su amigo sin empeorar la situación.

Con el tiempo, la relación entre Checo y Max se hizo más pública y visible. Para el mundo exterior, parecían la pareja perfecta, pero aquellos que realmente conocían a Checo sabían que algo estaba profundamente roto dentro de él.

Las noches eran las peores para Checo. A solas en su habitación, sentía el peso de la manipulación y el control de Max. Cada vez que intentaba rebelarse o alejarse, Max encontraba una manera de atraerlo de vuelta, usando promesas de éxito o amenazas veladas sobre su futuro en la Fórmula 1.

Una noche, después de un evento especialmente agotador, Checo se quedó mirando su reflejo en el espejo del baño. Apenas reconocía al hombre que veía. Las líneas de estrés y cansancio marcaban su rostro, y sus ojos, antes llenos de vida, ahora estaban opacos y apagados.

Sabía que tenía que encontrar una manera de salir de esa situación, pero cada intento parecía llevarlo de vuelta al mismo lugar. Max tenía un control absoluto sobre él, y cada día que pasaba, ese control se hacía más fuerte.

La desesperación se había apoderado de Checo. Sentía que no tenía a nadie a quien recurrir en su entorno actual, así que decidió llamar a su mejor amigo de México, Jorge. Aunque habían tenido una pelea cuando se mudó a Mónaco, sabía que Jorge lo escucharía. Con el corazón acelerado y lágrimas en los ojos, marcó el número y esperó.

─Hola, Jorge ─saludó, intentando contener sus sollozos.

─¿Sucede algo? ─respondió Jorge con tono cortante, aún resentido por su pelea anterior.

─Necesitaba hablar con alguien ─dijo Checo, dejando que las lágrimas fluyeran libremente. Con voz entrecortada, le contó todo a su amigo: el dolor, la manipulación y el control que Max ejercía sobre él─. No sé qué hacer.

─¿Es broma? ─preguntó Jorge, incrédulo─. ¿No lo has denunciado?

─No ─susurró Checo, sintiendo una mezcla de vergüenza y miedo.

─¿Por qué no? ─insistió Jorge.

─No lo sé ─murmuró, sintiéndose cada vez más pequeño.

─Checo, seamos honestos, no lo denuncias porque te gusta ─afirmó Jorge con frialdad. ─ ¿No te fuiste a vivir a Mónaco para estar con ellos? O eso dejaste muy claro cuando nos dejaste aquí en México.

─¿Qué? ─exclamó Checo, sorprendido. ─A mí no me gusta Max, ni siquiera puedo tolerar tenerlo cerca, ¿Cómo puedes decir eso?

─Te da todo lo que quieres, te trata bien y te da una estabilidad que no habías tenido desde que entraste a trabajar ahí.

─No creo que sea eso ─dijo Checo, sintiéndose confundido.

─Para mí sí. No entiendo de qué te quejas ─bufó Jorge─. Si yo encontrara a alguien como él, no lo soltaría.

La puerta de la habitación se abrió, y Max entró con la cena que había ido a comprar. Checo se apresuró a cortar la llamada, tratando de recuperar la compostura.

─Bueno, adiós ─dijo rápidamente antes de colgar─. Hola, Maxxie ─saludó a Max con un tono alegre fingido.

─Hola, bebé ─respondió Max, acercándose para besarle los labios antes de preparar todo para que pudieran comer juntos.

Checo se sentó en la pequeña sala de la habitación del hotel, con la mente en un torbellino. Las palabras de Jorge resonaban en su cabeza. ¿Era posible que él estuviera malinterpretando todo? ¿Era él quien estaba siendo demasiado sensible? Mientras observaba a Max, tratando de decidir qué pensar, Max notó su ceño fruncido.

─¿Pasó algo? ─preguntó Max, con una expresión de preocupación.

─No ─respondió Checo, alzando la mirada para encontrarse con los ojos de Max.

Se acercó y lo besó, intentando convencerse de que todo estaba bien. Si iba a ser su destino, tendría que acostumbrarse. Con cada beso, trataba de silenciar las dudas en su mente. Max sonrió, satisfecho, mientras le acariciaba el rostro. Era de las pocas veces que Checo comenzaba un beso.

─Vamos a comer, bebé─dijo Max, guiando a Checo hacia la mesa.

Checo se sentó y observó cómo Max servía la cena, tratando de convencerse de que podía encontrar la felicidad en su situación actual. Se repetía una y otra vez que Max lo amaba y que todo lo que hacía era por su bien. Pero en el fondo de su corazón, una pequeña voz seguía susurrando que algo no estaba bien.

La cena transcurrió en silencio. Max, satisfecho con la aparente calma de Checo, no hizo más preguntas. Checo, por su parte, se concentró en su comida, tratando de ignorar la tormenta de emociones que se agitaba dentro de él. Sabía que necesitaba tomar una decisión sobre su futuro, pero por ahora, todo lo que podía hacer era seguir adelante un día a la vez, esperando que, de alguna manera, todo se resolviera.

play with fire  || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora