Capítulo 10. Paz interior

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Desde aquel día, Checo había tomado una decisión definitiva: no volvería. La paz mental era lo más importante para él, y renovar su contrato significaría permanecer en una relación que lo había destruido poco a poco. Por más que Max lo buscara, Checo se mantenía firme en su decisión de alejarse.

Checo se mudó a México, buscando refugio en el amor y la calidez de su familia. Necesitaba su compañía y apoyo durante este doloroso proceso. Las noches eran las más difíciles. Acostumbrado a la presencia de Max, se encontraba perdido y desorientado sin él. La ausencia de los abrazos y las palabras reconfortantes que solían compartir le pesaba en el corazón.

Cada noche, el vacío se hacía más palpable. Sentía la falta de Max como una herida abierta que no dejaba de sangrar. Las rutinas cotidianas que antes hacía casi en automático ahora se volvían arduas tareas. Sin los permisos y las restricciones de Max, su vida debía ser más fácil, pero la libertad le resultaba extraña y solitaria.

Los días pasaban lentamente. Las visitas de su familia y amigos eran un bálsamo, pero las heridas que Max había dejado no sanaban tan rápido. Checo se encontraba repasando mentalmente su relación una y otra vez, buscando entender cómo había permitido que las cosas llegaran tan lejos.

Se daba cuenta de que, en su intento de convencer a sí mismo de que amaba a Max, había terminado creyéndolo. Los momentos de amor y cariño eran reales, pero también lo eran los abusos y el control. Había ignorado las señales, aceptando comportamientos inaceptables porque quería creer que Max era su salvación, cuando en realidad, había sido su tormento.

La familia de Checo lo apoyaba en cada paso del camino, recordándole que merecía ser feliz y estar con alguien que lo respetara y amara genuinamente. Poco a poco, Checo comenzó a reconstruirse. Encontró consuelo en las cosas sencillas: el sol brillante de México, las risas de sus seres queridos, y las pequeñas victorias diarias de retomar su vida.

Un día, mientras paseaba por su antigua ciudad, Checo se detuvo en un parque donde solía jugar de niño. Sentado en un banco, sintió una mezcla de nostalgia y esperanza. Aunque el dolor todavía estaba presente, también sentía una renovada fuerza interior. Sabía que el camino hacia la recuperación no sería fácil ni rápido, pero también sabía que había tomado la decisión correcta al alejarse de Max.

En uno de sus habituales paseos al parque, Checo se detuvo en seco al verlo. Max estaba allí, parado frente a él, con profundas ojeras bajo los ojos y un aspecto que reflejaba el deterioro de su bienestar. Checo sintió su corazón acelerarse, una mezcla de miedo y algo más difícil de definir.

─¿Qué haces aquí? ─preguntó con la voz temblorosa, tratando de mantener la compostura.

─Te amo y no puedo estar lejos de ti ─respondió Max, su voz quebrada por la desesperación.

─Max, ¿te estás escuchando? Eso está mal ─Checo intentó mantener la distancia, pero Max se acercó, tomándolo de la cintura con una familiaridad que hizo que su resistencia flaqueara.

El mexicano, aunque no quería admitirlo, había extrañado el toque de su ex pareja. La calidez de las manos de Max le recordaba los momentos buenos, aquellos en los que se sintió amado y protegido.

─Max, ─comenzó a decir, pero fue interrumpido por los labios del menor, que lo besaron con urgencia y anhelo.

─Aún eres mi esposo, Checo ─murmuró Max entre beso y beso─. Aún me perteneces.

Checo sintió el viejo dolor resurgir. ─Me hiciste daño, ─se dijo a sí mismo, tratando de recordar por qué se había separado de Max.

─Podemos arreglarlo. Haré lo que sea, pero no me dejes ─rogó Max, su voz llena de súplica y arrepentimiento. Tomó la mejilla de Checo con suavidad, mirándolo a los ojos─. Desde que te fuiste no soy el mismo.

play with fire  || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora