los defensores del pueblo

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La brisa nocturna traía consigo una aura de inquietud mientras observaba desde lo alto de la colina. Las luces del pueblo brillaban débilmente en la oscuridad, marcando el corazón de nuestro hogar. Pero esa noche, la paz se vio amenazada por la llegada de los vampiros.

Pensé en mis adentros, era desgarrador ver a mi pueblo lleno de temor. Inquietos esperando los siguientes enfrentamiento, que nunca se sabía cuándo iban a surgir.

Deberíamos parar con esto algún día, pero mi pueblo no se atrevía, pensando que los vampiros eran más ágiles, tenian más habilidad, y tenian más salud vital. Sali de trance cuando Yeimi y yo intercambiamos miradas determinadas antes de lanzarnos hacia la acción. Con la fuerza de mi entrenamiento y el respaldo de mi padre, me enfrenté a los vampiros con una mezcla de ferocidad y agilidad. Los recuerdos de sus enseñanzas se agolpaban en mi mente mientras esquivaba los ataques y luchaba por proteger a mi pueblo.

Mientras tanto, Yeimi se enfrentaba al que supongo qué es el lider. Capté cada detalle de su apariencia. Un chico alto y atlético que emanaba un aura de poder y arrogancia, sus ojos brillaban con una intensidad amenazante mientras sus colmillos asomaban bajo su sonrisa siniestra. Sus golpes resonaban en la noche, cada uno determinado a prevalecer

-¡Nunca permitiré que lastimes a mi gente!, gritaba Yeimi con determinación, su voz resonando sobre él tumulto de la batalla.

Por otro lado mi padre, se enfrentaba a un chico rubio que irradiaba una energía diferente. Su altura imponente y su cuerpo atlético sugerían una fuerza física considerable, pero era su sonrisa coqueta y sus ojos verdes brillantes los que llamaban mi atención. Aunque su aspecto era seductor, no dejaba  de transmitir una sensación de peligro latente, como si estuviera dispuesto a seguir ciegamente a su líder en cualquier situación. Estubieron dándose de golpes aunque el chico a ser más ágil y tener mejor condiciones físicas estaba dejando a mi padre muy mal herido.

Mi padre tiene los cabellos de un tono grisáceo, que contornaban con sus ojos grises, cuerpo trabajo por el ejercicio. Aunque siempre a sido est me ha criado con paciencia y mucho amor.  Siempre a cuidado de mi,  aunque siempre he odiado, lo protector que es. Pero a veces lo entiendo, por lo sucedido ya que me ha tenido que cuidar solo, ya que mi madre había fallecido tras haberme dado a luz. 

Sentía una gran culpa por la muerte de mi madre, aunque mi padre me habia dicho que me amaba mucho, y que sabe que Dianaily (mi madre) me hubiera puesto de primero, una y mil veces más.

Saliendo de mis pensamientos, volví a centrarme a mi al rededor. Antonella mi mejor amiga luchaba valientemente por proteger a los heridos y dar refugio a los niños asustados. Su dedicación era un rayo de esperanza en medio del caos y la destrucción que los vampiros estaban dejando.

El entorno era desolador: casas en llamas, sangre derramada y cuerpos caídos marcaban el paisaje. El ruido de la batalla resonaba por doquier, una sinfonía de caos y desesperación.

Finalmente, la batalla llegó a su fin "por ahora", pensé. Los vampiros huyeron como siempre lo hacían. Aunque habíamos defendido nuestro hogar con éxito, el odio hacia los vampiros ardía más fuerte que nunca en nuestros corazones.

Junto a Yeimi y Antonella, observaba con pesar la devastación que nos rodeaba.__Deberiamos ponerle fin a está guerra. Dijo Antonella.

-Tendríamos que idear un plan, no es solo decirlo. Le contestó Yeimi, con una expresión cansada en su rostro. 

-No tiene sentido esta guerra, ni si quiera sabemos por qué estamos peleando. Nuestro pueblo está muriendo, y nadie hace nada para acabar con esto. Contestó Antonella cruzándose de brazos.

-Tienes razón. Le dije a Antonella. -No creo que estemos peleando por nada, deberíamos averiguar por qué comenzó.

-Sí, debemos acabar con esto nosotros mismos. Propuso Yeimi. Asentimos, a la par Antonella y yo. -Debemos prometer no descansar hasta acabar con esto. Dije al fin.

-Yo también me uno. Exclamó mi hermana Mónica. Por la cara de espanto que todos tuvimos, me di cuenta que nadie se había percatado de su presencia

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