Agridulce realidad»

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Recuerdo claramente la furia en los ojos de mi madre cuando nos vio a Carlota y a mí abrazadas. Fue la primera vez que la vi tan enojada conmigo, y ahora me arrepiento. Quizás pensó que me estaba desviando del camino que ella había planeado para mí, y tal vez tenía razón.

Ahora que paso más tiempo con Carlota, veo que podríamos ser una familia feliz. Pero sé que la vida real no es un cuento de hadas, y el poder es lo que realmente importa.

No quiero dejar de lado a mi madre; siempre ha estado ahí para mí, de su manera. Pero su desaprobación está presente, y tengo que decidir si seguir adelante con lo que quiero o buscar su aprobación.

Y luego está mi padre, quien ha estado más cariñoso últimamente. Pero me pregunto si su cambio se debe solo a Carlota. Si ella no estuviera involucrada, ¿seguiría siendo así de afectuoso conmigo? No, lo dudo. Así que seguiré con el plan.

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Vladimir

Mientras me sumergía en las frescas aguas del lago, los recuerdos de la conversación con Sophie me asaltaban, llenándome de inquietud y dudas.

-Vadi, ¿te acuedas sobe lo de no gualdad sequetos?

Recuerdo que solo asentí, y le pregunté curioso, mientras le prestaba más atención, a lo que fuera a decir.

-¿Quién te hizo guardar un secreto?

-Papá.

Fruncí el ceño aún sin creerlo, y dije:

-¿Papá? ¿Qué secreto te hizo guardar?

-Po, ví una muje toda fea, que hablaba con él. E hicieron ésto.-prosiguió a llevarse la boca de la muñeca hacia la de ella. -Y terminó de decir:

-Pero no cuentes a mamá, ella estadá tiste.

El horror que sentí en ese momento, no se puede describir. Miles de dudas llegaron a mi mente, y claro. Mi hermanita no se iba a estar inventando algo así, y mi padre le hizo guardar el secreto.

¿Qué iba a hacer ahora? Tenía ganas de ir a reclamarle a mi padre, y ganas no faltaban de partirle toda la cara. Aunque claro es mi padre, no quiero llegar a ese punto.

Y por otro lado, mi madre. No quería lastimarla, pero quería decirle la basura que es mi padre, y de que la está engañando en su propia casa.

De repente, fuí sacado de mis pensamientos por la aparición sigilosa de Carlota. La luz de la luna reflejaba parte de su piel desnuda, creando pequeños destellos plateados. La ví a través del agua, solo la cubría la ropa interior. Mientras mi corazón latía con fuerza, por tenerla en ese estado solo para mí.

-Vladimir...-su voz, suave como una caricia, me estremeció. Sus ojos, cargados de intensidad y deseo, me miraban fijamente, y pude notar cómo se relamía los labios.

Sin esperar más, mis labios buscaron los suyos, recordando mis palabras de aquella vez. Nuestro beso fue un choque de pasiones desenfrenadas, una explosión de emociones que nos envolvieron en un torbellino de deseo.

Cada contacto de sus labios contra los míos encendía una chispa que consumía todo a su paso, confimándome lo que mi corazón intentaba negar. Era un descubrimiento, un despertar repentino de emociones que habían sido reprimidas durante demasiado tiempo.

Nos alejamos para poder respirar. Mientras nuestros pechos subían y bajaban, y los corazones latían con fuerza.

-Sabes, siempre he pensado que eres como un enigma, un misterio por decifrar.-dije mientras sostenía su mentón, para que me mirara fijamente a los ojos.

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