— ¡Buaaaa! —el pequeño estalló en llanto una vez más, apretando con fuerza su diminuto puño.
— Está bien, está bien. Ya no llores, ¿sí? —le consolaba suavemente, acariciando su cabello azabache—. Mira, a mí también se me cayeron un par de dientes.
Entre sollozos, el niño levantó la mirada hacia la sonrisa torcida de su hyung, y una carcajada tierna se le escapó inevitablemente.
— Hyung, te falta un diente —dijo, señalando el espacio vacío donde antes había un colmillo.
— Sí, pero seguro pronto saldrán de nuevo.
— ¿Y a mí también?
— Por supuesto, alteza. Si se come toda la comida, sus dientes crecerán muy rápido.
Emocionado, el pequeño se hundió en el pecho del mayor, encontrando consuelo en su abrazo protector.
— Ahora vamos al jardín a ver el árbol de cerezas. Desde la ventana se veía todo rojo.
— ¡Siii! ¡Ya quiero comer pudín!
El castaño tomó su pequeña mano y juntos caminaron hacia el jardín, mientras el niño no dejaba de bombardearle con preguntas.
— Heesung dice que contó todas las cerezas del árbol.
— ¿En serio? ¿Y cuántas había?
— Umm, era un número muy largo, así de largo —extendió ambos brazos y abrió grandes los ojos—. Mi nuna dice que es muy difícil escribir un número tan grande.
Dan soltó una carcajada y revolvió su cabello con cariño.
— No se preocupe, alteza. Todas las cerezas son suyas, para hacer pudín. Así no tiene que contarlas.
El niño asintió sonriente y luego caminó hasta el pie del viejo árbol, alzando la vista hacia las ramas cargadas de cerezas rojas y jugosas.
— Hyung, todas las cerezas son mías, ¿verdad?
— Por supuesto, su alteza. Usted es el príncipe, por eso le pertenecen.
— Entonces, ¿puedo compartirlas con quien yo quiera?
— Así es —sonrió—. A su sobrino...
— No, a Heesung no le daré ni una sola —se cruzó de brazos, haciendo un puchero—. No me dio galletas de canela, se las comió todas.
— P-pero usted es el príncipe, si desea algo solo tiene que pedir...
— Yo quería esas galletas, así que no le daré cerezas. Este árbol es mío —frunció el ceño, uniendo sus cejas en una mueca que, lejos de intimidar, solo causaba risa—. Y también será tuyo, hyung, porque tú me quieres, ¿no es así?
Dan asintió, con un leve sonrojo, y se acercó para abrazarlo con ternura.
— Sí, su alteza. Yo lo quiero mucho...
Le dolían los ojos, ya no tenía lágrimas, solo sollozos involuntarios que se le escapaban, creando una sinfonía triste. ¿A qué miraban sus ojos marrones? Parecía tener la vista perdida en el bosque que emergía tras los muros.
¿A eso vino a este lugar? ¿A ser despreciado por la persona a la que más quería? Se sentía tan inútil, tan patético. Ni siquiera había logrado llevar a cabo el pedido de la reina, pues ningún concubino del palacio le escuchaba. Era el hazmerreír de todos, y sin duda, su majestad lo odiaba.
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¿Destino O Desgracia?/ Jinx Fanfic
FanfictionEspero que cuando me recuerde, no sea demasiado tarde su majestad...