Capítulo 25

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— ¿Cuál prefieres? —preguntó Yoon-Go, mostrando dos cajas de madera negra. En el interior, reposaban dos collares. Uno de ellos tenía una piedra roja, un hermoso rubí en el centro de un amuleto de protección llamado "el ojo del dragón". La otra pieza, igualmente elegante, era una cadena con un dije de luna, una obra exquisita de los mejores joyeros del país.

— Umm... no sé, ¿de verdad tengo que usar esto? —murmuró el castaño, mirando su reflejo en el enorme espejo del tocador.

— Son regalos del emperador, además de que asistir a las fiestas de la diosa es un evento especial —replicó el azabache, observando a su amigo a través del espejo.

Dan suspiró y negó con la cabeza.

— Como sea, creo que escogeré el de la luna. Se ve más sencillo.

— Es precioso, y el tono perlado combina perfectamente con el abrigo de piel que llevarás.

— Es difícil para mí aceptar tantos regalos —comentó Dan, lanzando una mirada a la montaña de paquetes y cofres que se acumulaban en su habitación—. Y esto de usar joyas no es lo mío. Creo que eso siempre me ha diferenciado de Su Majestad. El emperador siempre llevó joyas preciosas desde pequeño; las ropas más caras y finas eran para él. Pero yo... no me siento cómodo entre tanto lujo.

Yoon-Go terminó de colocarle la cadena y ajustó el elegante, aunque suelto, traje que llevaba.

— Bueno, no puedes negar que te ves muy bien así. Incluso ahora, con tu vientre un poco más redondeado, sigues siendo muy hermoso.

El castaño se sonrojó, acariciando su vientre mientras continuaba mirándose en el espejo.

— Últimamente siento que he engordado un poco. Y no es de extrañar: todo lo que como es pudín de cereza. Si mi yo del pasado viajara al futuro, seguro se reiría de mí a carcajadas. ¿Quién iba a imaginar que terminaría amando más ese postre que el propio emperador?

— Pues no te culpo —dijo Yoon-Go, sentándose a su lado—. Cuando esperaba a mi bebé, comía cosas que jamás pensé que probaría. Tenía siempre muchísima hambre y adoraba los dulces. Por suerte, Heesung me cumplía todos los caprichos.

Dan sonrió al ver lo orgulloso que estaba su amigo de su pareja. Se alegraba sinceramente por ellos. Después de todo, ambos habían pasado momentos difíciles, al punto de considerar no continuar con aquel embarazo no planeado. Por eso le reconfortaba ver que ahora la vida les sonreía. Sin embargo, no podía evitar sentir una punzada en el corazón al pensar en lo maravilloso que sería criar a su hijo junto a su padre.

Su rostro se ensombreció, y la idea de tener que explicarle algún día a su bebé que su padre ya no estaba le entristecía. Él sabía muy bien lo que significaba crecer sin conocer a sus padres, y la sola idea de que su pequeño pudiese sufrir lo mismo le dolía profundamente.

— ¿Sucede algo? —preguntó Yoon-Go al notar cómo la mirada de Dan perdía su brillo.

— No es nada... es solo que a veces me pongo un poco... sentimental —respondió, esbozando una sonrisa forzada.

— Sabes, Dan —dijo Yoon-Go, posando una mano sobre los hombros del castaño—, sé que debes estar preocupado, y con razón. Has pasado por muchas cosas tristes. Pero ahora, cuando estás a punto de recibir a tu bebé, estoy seguro de que encontrarás felicidad. Además, el emperador ha cambiado mucho, más de lo que imaginas. Cuando se dio cuenta de todo el daño que te había causado, se culpó tanto a sí mismo que daba lástima verlo.

Dan escuchaba atentamente. Aunque no había pensado en el emperador en ese momento, las palabras de Yoon-Go lo llevaron a reflexionar. Había decidido darle una oportunidad al alfa, pero sus dudas e inquietudes seguían ahí, latentes. Era imposible no sentir cierto temor, como si la nueva actitud de Jaekyung fuera demasiado buena para ser cierta.

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⏰ Última actualización: 6 days ago ⏰

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