𝘊𝘢𝘱í𝘵𝘶𝘭𝘰 7

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La atmósfera estaba cargada de tensión cuando Rhaenyra, Daemon, Viserys, Alicent y Otto se reunieron en una sala privada del palacio, un espacio opulento pero que en ese momento parecía opresivo y lleno de una energía discordante. Los niños estaban visiblemente nerviosos, sus ojos inquietos recorriendo el entorno como si intentaran encontrar algún escape a la situación. Alicent y Otto, con expresiones de preocupación y desdén grabadas en sus rostros, parecían tan inmóviles como el mármol de la sala. Viserys, en el centro de la habitación, trató de mantener la calma, aunque su rostro reflejaba la angustia de un padre atrapado entre el deber y el amor, una dicotomía que parecía desgarrar su alma en pedazos.

Viserys, intentando tomar el control de la conversación, habló con una voz que trataba de ser serena, pero que contenía un temblor sutil. "Estamos aquí para hablar como una familia. Quiero que todos tengan la oportunidad de expresar cómo se sienten. Aegon, comencemos contigo."

Aegon, con una mezcla de determinación y desamparo en sus ojos, respiró profundamente antes de responder. "Padre, madre... — comenzó, su voz cargada de emociones contenidas — Hemos aguantado mucho tiempo. No es solo la presión que nos ponen, sino la falta de comprensión. Nos sentimos como piezas en un juego, no como personas."

Alicent, incapaz de contener su reacción, interrumpió con una vehemencia que hizo eco en las paredes de la sala. "¡Eso no es cierto! — exclamó, su voz cargada de una mezcla de indignación y frustración — Siempre hemos querido lo mejor para ustedes, para su futuro."

Aemond, con una firmeza inquebrantable en su tono, se inclinó ligeramente hacia adelante, como si esa postura pudiera darle más autoridad a sus palabras. "Lo que Aegon dice es cierto — afirmó, sus palabras cargadas de una dolorosa verdad — nos han utilizado para sus propias ambiciones. Nunca se trató de lo que queríamos o necesitábamos."

Helaena, con los ojos llenos de lágrimas, miró a su madre con un dolor palpable. "Madre — susurró, su voz temblando con la intensidad de sus sentimientos — me siento invisible. Solo me notan cuando cometo un error. Nunca preguntas cómo estoy o qué quiero."

Otto, con su mirada fría y distante, ofreció su perspectiva desde una postura que no dejaba lugar a la empatía. "Ustedes son parte de una familia poderosa — dijo con un tono severo y calculador — y tienen responsabilidades que cumplir, más allá de sus deseos personales."

Daeron, el menor de los hermanos, intentó intervenir con un tono de desesperanza juvenil. "Pero, abuelo, eso no significa que no tengamos derecho a ser felices. Queremos vivir en un lugar donde no nos sintamos como marionetas."

La tensión en la sala aumentó a medida que los adultos intentaban procesar las palabras de los jóvenes. Alicent, visiblemente afectada por la conversación, intentó justificar su comportamiento con una lógica que parecía vacía de la calidez que una madre debería transmitir.

Realeza Moderna: La Familia TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora