05-Tangible.

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The art of touch.

⚠️-Insinuación
de acciones
no consesusdas.

⚠️-Insinuaciónde acciones no consesusdas

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Le gustaba tocar.
No en el sentido sexual.

El toque lo hacía sentir seguro, miserable cuando tenía que rogar por ello.

Se sentía mareado en ese momento, como si estuviera ebrio, pero sabía que no lo estaba.
O quizás, estaba ebrio de ansiedad.
No podía pensar con claridad, no comprendía demasiado bien lo que le sucedía a él mismo y mucho menos a su alrededor.

Se había ausentado por unos días de la vida de Ciel, no lo había visitado y tampoco había enviado cartas, por lo que su amado tuvo que buscar su presencia.
Pero las palabras no le salían de la boca.

No era capaz de expresar la ansiedad que sentía por algo que todavía no sucedía, pero que lo aterraba lo suficiente como para no querer visitarlo.

El más alto estaba sobre su escritorio escribiendo quién sabe qué en un montón de papeles y el otro se encontraba en uno de los sillones de la oficina.

Sintió que su respiración comenzaba a faltarle, su cuerpo se sentía caliente pero temblaba cuál hoja en otoño.
El sonido que provocaba en su búsqueda de aire llamó la atención de su amado, quien volteó preocupado y se acercó con rapidez.

Hablaba, pero no entendía qué decía así que no respondía. No se movía, su cuerpo dolía mucho como para hacerlo, una fina capa de sudor se notaba en su rostro y cuello, sus ojos vidriosos parecían querer cerrarse y en su cara se notaba dolor.

Estaba sufriendo.

Sintió la fría mano de Ciel tocar su frente, lo que le provocó un escalofrío, luego sintió como tocaba sus manos, pero cuando quiso deshacer el contacto no lo permitió, tuvo la suficiente fuerza como para no dejarlo ir.

No lo veía con claridad, su vista estaba borrosa y se sentía aturdido. El peliazul volvió a decir algo pero no lo escuchó, finalmente tibias lágrimas comenzaron a delizarse por sus mejillas, no quería soltarlo.

Sentía que si lo hacía, se iría y no volvería jamás.
No quería estar solo de nuevo.

Escuchó como llamó a Sebastián, quién llegó rápidamente con Claude, su mayordomo.
Aún así, en medio de su crisis se sorprendió cuando notó que quien lo estaba cargado en ese momento era su chico. Sentía sus manos quemar sobre su piel cual hierro caliente, pero no pudo protestar. Rodeó su cuello con sus brazos para sostenerse mejor y apoyó su cabeza completamente en su pecho.

Slow Motion I CieLoisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora