12-Gone.

13 4 1
                                    

On the ground.

En el piso yacía su cuerpo frío, adolorido, sin moverse y sin poder controlar su llanto en lo absoluto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

En el piso yacía su cuerpo frío, adolorido, sin moverse y sin poder controlar su llanto en lo absoluto.

Hoy se cumplían tres años y medio sin saber absolutamente de su amado.
O al menos nada que pudiera confiar era verdadero.

No quería levantarse, no podía hacerlo, se negaba a tener que volver al mundo de realidad en el que su chico no estaba. Recordarlo era lo único que lo mantenía con cordura, pero al mismo tiempo era lo que lo hacía colapsar algunas veces.
Ese escenario era sorprendentemente muy común todavía teniendo en cuenta que llevaban más tiempo separados que juntos. De vez en cuando se sentía abandonado cuál perro que das en adopción porque ya no puedes cuidarlo. Se sentía solo apesar de estar rodeado de tanta gente que le era leal a él y a su novio.

Pensé que lo recordarías pero parece que lo olvidaste.

Me cuesta culparte cuando ya estabas perdido.

Temblaba inestable en el suelo, aferrándose a sí mismo con todas sus fuerzas intentando darse un mínimo de consuelo. Quizás podría pretender que su querido Phantomhive estaba ahí con él, abrazándolo para hacerlo sentir mejor otra vez. Su vista estaba nublada y su nariz tapadita, dificultándole de una forma increíble la simple acción de respirar. Su pecho dolía tanto que sentía que probablemente su corazón estaba rompiéndose solo un poco más de lo que ya estaba.

Desconoce cómo y cuando, pero de repente todo se quedó en silencio y cerró sus ojos.
Luego de dos días seguidos sin dormir.

Estoy harto de siempre esperar...

(...)

¿Por qué creerías que quiero verte? Elizabeth...lo terminaste de joder... todo.

—Yo sé que ni tú ni él han podido perdonarme, pero pido que te pongas en mi lugar. —Musitó, ahora no había rastro de la chica alegre y gritona que conoció años atrás. Ahora parece ser simplemente alguien que vive buscando el perdón ajeno.

—¿Cómo puedes pedirme eso? ¿Cómo tan siquiera te atreves a hablar conmigo? ¿Cómo sé yo que no le has dicho a Ciel Phantomhive dónde estoy? No tienes derecho a pedirme solidaridad cuando tú no la tuviste.

—Yo siempre velé por su felicidad, cuando llegaste lo dejé ir. Pero él nunca me vió como algo más que un estorbo del que deshacerse con vestidos y zapatos. Yo quise hacerlo feliz y él me gritaba, si no fuera por Sebastián, me habría golpeado. —Narró con pesar en su corazón evitando la mirada del ojiceleste a toda costa.

Slow Motion I CieLoisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora