Capítulo 9: Frío

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Chenle no tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado cuando por fin oyó abrirse la escotilla. Podrían haber sido sólo unas horas, pero le pareció una pequeña eternidad. Había hecho todo lo posible por perderse en sus pensamientos, pero sólo lo consiguió en parte, y para cuando se abrió la escotilla, sentía que no podía respirar, cada respiración era una lucha, sus pulmones se negaban a cooperar.

Miró con avidez la escotilla mientras la escalera se lanzaba al interior.

Jisung estaba bajando, moviéndose sin su gracia habitual.

Uno de los matones se asomó y dijo algo en italiano. Tiró de la escalera antes de que Jisung terminara de bajar, obligándole a saltar de ella. Lo hizo, y un ruido fuerte salió de sus labios mientras caía al suelo.

—¿Estás bien? —dijo Chenle, avanzando a trompicones. Todavía sentía las rodillas demasiado débiles y temblorosas por su último ataque de pánico, pero al menos estaba bien físicamente. Por la forma en que Jisung se levantó con cautela para sentarse, no lo estaba.

—Bien, —dijo en un tono que sugería que el tema estaba cerrado.

Chenle entrecerró los ojos y lo estudió detenidamente. Jisung tenía el labio partido y un feo moratón en la mandíbula, pero tenía que haber más lesiones que ésas. —Déjame ver, —dijo y, sin hacer caso de la mirada de asco que estaba recibiendo, desabrochó rápidamente la camisa de Jisung y se la quitó de los anchos hombros.

Aspiró cuando vio los oscuros moratones que tenía por todo el torso. Le habían pateado las costillas, repetidamente. —¿Se ha roto algo? —dijo, tocando con cuidado las costillas de Jisung.

—Sólo tengo un rasguño o dos, —dijo Jisung con voz cortada—. Pero tengo el hombro dislocado. ¿Puedes recolocarlo?

Chenle hizo una mueca, pero asintió. Extendió la chaqueta de Jisung en el suelo e hizo un gesto hacia ella. —Túmbate de espaldas.

Jisung lo hizo, colocando su brazo herido lejos de su cuerpo en un ángulo de noventa grados.

Agachándose a su lado, Chenle le agarró la mano y tiró lenta pero firmemente hasta que por fin sintió el clic del hueso que se colocaba en su sitio y vio que parte de la tensión abandonaba la cara de Jisung.

—Gracias, —dijo Jisung, cerrando los ojos.

Chenle lo miró por un momento. Mirando hacia abajo, se dio cuenta de que seguía sosteniendo la mano de Jisung.

Bien.

Se soltó y enseguida fue consciente de las paredes que le rodeaban. Joder. Esto era tan patético. Él era más fuerte que esto.

—¿Quiénes son? —dijo Chenle, mirando la mano de Jisung para distraerse. Era grande y de huesos finos, con dedos largos y gráciles. La mano de un asesino—. ¿Qué querían?

Jisung no abrió los ojos. —Quieren que escriba un testamento y deje todo lo que tengo a una persona cualquiera. Una marioneta, obviamente. Me negué. Se molestaron un poco.

Frunciendo el ceño, Chenle le echó un vistazo. Parecía más fatigado de lo que unas cuantas costillas rotas y un hombro dislocado deberían haber hecho a un hombre de tan buena condición física. —¿Estás herido en alguna otra parte?

Jisung negó con la cabeza. —Usaban sobre todo el ahogamiento simulado. —Sí. Tenía el pelo mojado. Chenle había pensado que era sudor.

—Lo siento, —dijo, haciendo una mueca. Él y algunos de sus amigos habían probado el ahogamiento por diversión cuando eran adolescentes, y nunca olvidaría la sensación de ahogamiento al verter el agua sobre la tela que cubría su boca. Acabó sintiendo claustrofobia y arcadas violentas a los pocos segundos. Jisung se había ido durante un tiempo largo. Chenle no podía imaginar qué tipo de fuerza mental debía tener un hombre para soportar ese tipo de tortura durante más de unos minutos.

H34RTL3SS ⸺ CHENJIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora