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El problema de ser un futbolista famoso era que Jungwon no podía ir a un bar gay y recoger a alguien cuando quería echar un polvo. No podía follarse a un extraño al azar que pudiera vender la historia a los periódicos apenas Jungwon se fuera.

Tenía que ser extremadamente cuidadoso, por lo que sus opciones eran limitadas.

Se suponía que podía follar con hombres que tuvieran tanto que perder como él mismo, si fueran descubiertos – conocía a algunos futbolistas que casi seguro eran gays –pero el riesgo era el doble. O quizás sólo estaba siendo paranoico.

De cualquier modo, conectar con hombres siempre era demasiado riesgoso. Por eso era que mayormente estaba limitado a coquetear con hombres y follarse mujeres. El sexo con mujeres era insatisfactorio en el mejor de los casos y, en el peor, vagamente desagradable, pero era más seguro. Más inteligente.

No era tan estúpido, como Sung, para arriesgar su carrera por una polla. No valía la pena.

Pero a veces, el deseo de sentir un cuerpo duro contra el suyo se tornaba demasiado, y Jungwon no tenía más remedio que rascarse la picazón; la frustración sexual lo volvía irritable y malicioso, que era algo que no podía darse lujo, ya que era mucho más difícil ser un buen chico agradable, cuando todo lo que quería era una follada áspera para relajarse. Y cuando quería un polvo duro, sus opciones eran muy limitadas. Por eso Jungwon estaba allí.

El club estaba oscuro y brumoso, con el característico olor a sudor y sexo. Había luces en el escenario, que fue lo primero que le llamó la atención al entrar. El escenario de la derecha estaba actualmente vacío, pero el de la izquierda, estaba ocupado por un desnudo moreno, que estaba flagelando a un rubio deslumbrante.

Las luces estroboscópicas iluminaban escasamente a la gran habitación, llena de gente, apenas permitiendo distinguir a los individuos agrupados en parejas o tríos... o grupos. Era una gran orgía.

El hedor a sudor, sexo y alcohol empapaba el ambiente, se filtraba en todo. Varias filas de sillones se alineaban en las paredes, pero Jungwon no se molestó en mirar a sus ocupantes.

Mientras se abría camino en el club, numerosas manos lo tanteaban y acariciaban, intentando acercarlo más. Haciendo una mueca, Jungwon se sacudió las manos de encima. Nunca había estado en eso de las orgías. Era malo en compartir; lo había sido siempre, incluso cuando era un niño. Pero para ser honestos, esa era sólo una de las razones.

La verdad era que no podía evitar la incómoda sensación en el estómago que tenía cada vez que tantos desconocidos le tocaban. No importaba cuántas veces Jungwon se dijera que estaba seguro aquí, era inútil. Algunos hábitos nunca morían.

Estaba acostumbrado a cuidar de sí mismo desde una edad muy temprana y, en aquel entonces, cada extraño era peligroso. Incluso después de que fuera adoptado, las cosas no habían cambiado mucho.

Los Yangs habían sido gente amable, siempre involucrados en causas de caridad y trabajos de voluntariado, pero tenían poca idea de que hacer con un niño y estaban más que dispuestos a dejarlo -y más tarde a Sungmin –por su propia cuenta.

Jungwon había estado bien con ello. Depender de otras personas era tonto; siempre lo había sabido. Estaba por su cuenta, como de costumbre.

–¿Buscando a alguien? –dijo una ronca voz masculina, agarrándole el brazo–. ¿Tal vez a mí?

Jungwon se detuvo y miró al hombre en la penumbra. A pesar de que no lo veía del todo bien, el chico parecía ser bastante atractivo y no aparentaba ser un desgraciado. Sólo un excitado tipo normal, en busca de una follada anónima.

No era mucho más alto que Jungwon, pero la mano en su brazo era grande y fuerte.

–Servirás –dijo Jungwon–. Tengo una política muy estricta sobre los condones. Nada de fluidos corporales.

𝗘𝗾𝘂𝗶𝘃𝗼𝗰𝗮𝗱𝗼. jaywonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora