07.

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Jungwon sabía quién era cuando sonó el timbre.

Abrió la puerta y se hizo a un lado, dejando que Jay pasara. Con la espalda apoyada en la puerta, mirando a su huésped en silencio.

Nunca había sabido que el silencio podía sentirse así; nunca supo que podría tener tal peso. 

El rostro de Jay era pétreo, sus ojos brillaban con una emoción que Jungwon no podía ubicar.

–Hablé con Hyun y dile que estás de acuerdo con mi decisión de dejarlo –dijo Jay–. Pídele que te encuentre otro entrenador personal.

Jungwon cruzó los brazos sobre el pecho. Eso era lo que él tenía la intención de hacer de todos modos, pero el tono inflexible de Jay estaba rozando el camino equivocado. Como siempre.

–¿Y por qué debería hacer eso? –dijo Jungwon–. Buenos días a ti también, por cierto.

Un músculo se contrajo en la mandíbula de Jay.  –Eso es lo que querías. ¿Tengo que recordarte que incluso has tratado de chantajear a Hyun para deshacerte de mí? 

–Sí –dijo Jungwon–. Pero tal vez he cambiado de opinión –𝘗𝘢𝘳𝘢.

¿Que estaba haciendo?

No había cambiado de opinión. Era tonto antagonizar con Jay por el gusto de antagonizar. Pero era como si su boca se hubiera desconectado de su cerebro. No había forma de detenerlo.

– ¿Qué haces aquí, de todos modos? Si deseas renunciar, no necesitas mi permiso. Sin duda, se vería mal en tu CV, pero...

–Hyun es mi amigo –dijo Jay–. Le prometí que le ayudaría, y no me gusta dejarlo tirado. Él estaba enojado cuando me negué a decirle por qué quería renunciar. Es por eso que le dirás nuevo que deseas que me vaya.

–¿Lo haré? –dijo en voz baja Jungwon. Puso una cara confusa–. Por cierto, ¿por qué quieres renunciar?

Recibió tal mirada, que hizo que un escalofrío corriera por su columna vertebral. De repente, quería sonreír.

Darle cuerda a Jay era una de sus cosas favoritas en el mundo.

–No juegues recatado, Jungwon –dijo Jay, su voz entrecortada–. Sabes por qué.

–No lo creo. ¿Y tienes que estar tan lejos? –Jungwon era incapaz de reprimir su sonrisa por más tiempo–. Si no te conociera mejor, pensaría que tienes miedo.

Si no hubiera estado observando tan de cerca, se habría perdido el endurecimiento en la postura de Jay. Entonces él estaba acechando sobre Jungwon.

Su ritmo cardíaco corrió, Jungwon agarró el pomo de la puerta detrás de él. Jay se detuvo a pocas pulgadas de distancia. Jungwon exhaló, odiando la forma temblorosa en la que sonaba.

Jay tomó su barbilla y la inclinó hacia arriba, los dedos ásperos contra la sensible piel del cuello de Jungwon. Sus acerados ojos se clavaron en los de Jungwon. 

–Creo que estás confundiendo algo, mocoso –dijo, sus labios curvándose en una sonrisa irónica familiar–. No te tengo miedo. Quiero dejar el trabajo porque tú me molestas demasiado y no puedo comportarme profesionalmente a tu alrededor. Es eso.

–Ah –dijo Jungwon, mirándolo desde debajo de sus pestañas–. Así que me besaste porque era molesto. Tiene mucho sentido ahora.

–No te bese –Jay dijo entre dientes. Su cuerpo casi presionado contra Jungwon. Casi. 

–No, por supuesto que no –dijo Jungwon. Alguien respiraba con dificultad; esperaba que no fuera él–. Tú sólo me mordiste. Me mordiste el labio y me dejaste lamer los tuyos. 

La nuez de Adán de Jay se movió. –Tú me molestas.

–Yo no sé tú, pero yo no muerdo los labios de la gente cuando me molestan –Jungwon lamió la comisura de su boca seca. Estaban tan cerca ahora que podía sentir el aliento de Jay en los labios–. ¿Estás molesto conmigo ahora? –Su voz salió mal: se suponía que sonaría como una burla, que se suponía que molestaría a Jay, pero en vez de eso, sonaba como una invitación.

Dios, estaba respirando y temblando como si estuviera en medio del sexo ¡Y el único lugar que Jay estaba tocando era su cuello! Esto era ridículo.

–¿Por qué haces esto? –dijo Jay con voz ronca, el ceño fruncido hacia él con los ojos vidriosos. Sus dedos se cerraron alrededor del cuello de Jungwon– Tú tampoco puedes querer esto.

–No lo hago –Jungwon acordó aturdido–. No quiero esto –𝘌𝘮𝘱𝘶𝘫𝘢𝘭𝘰, 𝘱𝘢𝘵𝘦𝘢𝘭𝘰 𝘭𝘦𝘫𝘰𝘴. Pero no podía hacerlo. No podía moverse– No lo hago – susurró de nuevo, su mano llegó para enterrarse en el grueso cabello castaño dorado de Jay– Todo esto es tu culpa –Sus dedos temblorosos se clavaron en la nuca de Jay cuando los labios de Jay casi cepillaban los suyos.  Los rastrojos de Jay rasparon su barbilla– Te odio –murmuró, ya en boca de Jay...

Y entonces se estaban besando, si es que se podría llamar besarse en absoluto, más bien atacarse. Jay violaba su boca con besos húmedos y profundos, con un hambre feroz que debilitó las rodillas de Jungwon.

En un rápido empujón Jay le había clavado, atrapado entre la puerta, su cuerpo duro y el de Jungwon mismo, presionándose con necesidad.

Dios.

La lengua de Jay se sumergió en su boca, barriendo el interior y la saqueó, la  poseyó, y Jungwon le devolvió el beso, haciendo caso omiso del sabor metálico agudo de la sangre que se mezclaba en sus lenguas.

Las llamas que ardían en su sangre estallaron en un infierno repentino, y él se perdió, sólo lejanamente consciente de que estaba jadeando y moliéndose sin poder hacer nada en contra de la cadera de Jay, su mano en un puño en la camisa de Jay y su mente felizmente vacía más allá de una profundidad sin forma de querer, y deseo, y necesidad carnal. Tanta necesidad.

Gimiendo en la boca de Jay, Jungwon deslizó la mano entre ellos y agarró el bulto en los pantalones de Jay. Jay se estremeció y mordió su labio con un gemido, su pene empujando contra la codiciosa mano de Jungwon.

Dios, quería esto. Lo quería dentro, profundo y duro.

–Fóllame –se oyó implorar. ¿Era realmente su voz, temblorosa y patética?– Por favor, fóllame.

Todo se detuvo. Los besos se detuvieron. Jay se puso rígido.

Jay apartó la boca, el pecho agitado, con los ojos tormentosos. 

–No. 

Empujó a Jungwon lejos de la puerta y luego se había ido.

Sus rodillas cedieron, Jungwon se deslizó hasta el suelo y cerró los ojos, tratando de ignorar los escalofríos de deseo todavía viciaban su cuerpo. Ira, vergüenza y humillación quemaba en su interior.

Estúpido estúpido 𝘦𝘴𝘵u𝘱𝘪𝘥𝘰.

𝗘𝗾𝘂𝗶𝘃𝗼𝗰𝗮𝗱𝗼. jaywonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora