la realidad

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En realidad, somos más individuales de lo que creemos, pero solo nos damos cuenta de esto después de todas las decepciones, después de sentir la tristeza más profunda al perder a alguien que era nuestra ilusión, cuando nos damos cuenta de que en realidad ya no somos importantes para esas personas y que, tal vez, nunca lo fuimos.

Es decir, sí, estás ahí, claramente puedo verte y escucharte, pero ¿y qué? Eso no es sinónimo de entendernos.

Es bastante decepcionante darse cuenta de que das todo por todos, y que no eres capaz de dañar a la gente como si nada te importara, que nada es recíproco, que siempre eres un 100 y al final no recibes nada a cambio. ¿A cambio de qué? No vale la pena dar tanto por la gente. ¿De eso se trata crecer?

Sus acciones me inducen a ser cruel, a ser mala. Entonces, ¿qué hacemos?

En realidad, el problema está en no encontrarnos a nosotros mismos, en seguir siendo el villano de nuestra propia historia aferrándonos a esos lazos que son como cuchillos afilados, listos para cortar nuestro cuello.

¿Está mal hablar de esto?

No puedo evitar ser franca: estamos vacíos, todos lo estamos. Esa gente que es muy ruidosa y siempre busca atención, ¿qué esconde, qué piensa y hace cuando no hay nadie? Se sienten vacíos, y el silencio es abrumador. ¿Y los que son muy callados? ¿Son así realmente, o es que nunca han sido escuchados?

Detrás de cada persona se esconde algo, algo muy feo o muy bonito.

El chico que se sienta detrás de mí está vacío, y nunca me lo ha dicho, pero sus acciones reflejan eso, ese vacío que intenta llenar diciendo cosas sin sentido y hablando de cualquier cosa con ese deseo insaciable y desesperante de atención.

¿Y la chica callada de la otra sección, que siempre está con la mirada gacha?

¿Qué hay de mi amigo, al que parece no importarle nada? Sabemos que está a punto de querer terminar con su vida, porque todo ha perdido sentido. Se ha decepcionado demasiadas veces y ya no encuentra por qué luchar.

Sé de alguien que nunca ignora a nadie y siempre quiere ayudar en todo, alguien que parece estar bien y feliz, pero una vez que iba a buscar algo, le pedí acompañarlo y me dijo: "Ya no puedo más con mi vida, estoy harto". ¿Quién iba a pensarlo? De ahí su mirada perdida de vez en cuando.

¿Por qué ya nada vale? A algunos les gana la tentación; después viene el placer, y luego, la peor parte: su propio desprecio.

¿Y los que juzgan? Los que necesitan señalar los errores ajenos para no sentirse tan imperfectos, aquellos cuyo deleite es despreciar a los demás, desvalorizar los logros ajenos para poder sentir que ellos han logrado algo en la vida.

¿Qué hay del señor de los ojos tristes que siente todo eso? Que se siente incapaz de tantas cosas, y todo le recuerda a sus amores perdidos, a esos amigos que se fueron sin avisar, a esos lazos rotos sin motivos aparentes. Piensa que queda poco tiempo antes de ser adulto. Él, este señor, cada día pierde la esperanza en las personas y la pone en la vida.

Son incontables las decepciones y los momentos de soledad que tuvieron lugar en su vida antes de su partida.

Ojos tristes, corazón roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora