Lo peor de llevar cadenas en el cuello no era el frío roce del acero, ni el peso sobre cada una de mis vértebras. Ni siquiera la sensación de que pronto me quedaría sin aire. No, lo peor de todo era saber que estaba por completo a merced de Alister.
Cuando supo que yo tenía conexión con la magia llamó a sus guardias. Los soldados llegaron a montones, no supe realmente desde dónde ni cómo fue que escucharon la orden, pero allí estaban. Primero fueron tres, luego siete. Logré contar hasta doce e incluso después de eso siguieron llegando más y más. Me apuntaron con sus armas y me apedrearon hasta que mi cuerpo se rindió (no mi mente ni mi alma, pero nada podían hacer si el cuerpo no reaccionaba). Me escocía la frente y la vista se me empapó de sangre.
El hombre de piedra que había sido mi protector nada pudo hacer cuando los soldados se agruparon para empujarlo. La piedra se desplomó sobre el suelo y se quebró. El ruido fue ensordecedor y toda la tierra se estremeció con el impacto. El viento se levantó enloquecido y giró alrededor del jardín como un dragón inefable. Los soldados se sujetaban la visera de los cascos o se sostenían de los árboles para que no los arrastrara con él.
Después de lo que parecieron largos minutos, el viento se detuvo como si todo el oxígeno de la tierra se hubiese agotado de pronto. Lo que antaño había sido una hermosa escultura yacía despojada de su belleza y de su espíritu, partida en no menos de cinco partes. La cabeza de roca rodó hasta mis pies. Ya no pude distinguir el destello particular de sus ojos y en su expresión solo había pánico.
─¡Maldito! ─grité con la voz arrastrada.
─¡Tú eres una bruja asquerosa! ─Alister se acercó y me golpeó en la cara. La fuerza del impacto me obligó a caer por completo en el suelo.
─S-soy un-a n-ninfa ─la voz me temblaba, más por la impotencia que por el dolor.
Alister no dijo nada, le daba igual cuál era mi origen. Toda criatura mágica sería objeto de su desprecio. Me pregunté si el motivo sería el hecho de que Astra había nacido con el don de los Silvercrest pero él, en cambio, que era un hijo legítimo, no.
Cuando ingresamos al salón todas las miradas se posaron en nosotros, primero en Alister y después en mí. La señora Delilah se puso blanca de la impresión. Se levantó de su silla y abrió grande los ojos. Frente a ella había un sujeto extraño y ataviado con pieles que miraba a Alister como si se tratara de una rata gigantesca sobre su plato de comida, un poco más con ira que con asco.
Entonces, me encontré con los oscuros ojos de Astra y, casi como una súplica, mis labios pronunciaron su nombre.
No supe en qué momento exacto Astra se arrojó sobre Alister. La verdad me costaba pensar con claridad, las imágenes se reproducían en mi mente de forma inconexa. Él se encontraba sobre su medio hermano, iba desarmado pero lo golpeó en el rostro a puño limpio. Su boca era una mueca desencajada, con los dientes apretados y la nariz arrugada. En la cabeza comenzaron a salirle dos cuernos negros que se ramificaron y abrieron como las astas de un venado.
Alister intentaba resistirse pero su posición era desventajosa. Llamó nuevamente a sus soldados pero, esta vez, no acudieron. Miraban a Astra como si se encontraran en presencia de un demonio y ninguno se atrevía a intervenir.
Yo me regocijaba por dentro. Era tanto el placer que me provocaba ver cómo Alister era golpeado que me asusté. Fue un sentimiento doloroso, como una punzada en el pecho. ¿Por qué? ¿Por qué tendría que odiar tanto a alguien para que me causara placer su sufrimiento? ¿Estaría convirtiéndome en un monstruo como Alister? No, no lo permitiría.
Me acerqué a Astra, él me miró pero no supo que me encontraba allí realmente. Estaba tan enceguecido por la furia que ni siquiera pudo verme llegar.
─Astra ─la cadena que apretaba mis muñecas se tensó. El guardia la sostenía con fuerza así que solo pude seguir acercándome con el torso y la cabeza de lado─ detente.
Astra pestañeó y aletargó su ataque. Los golpes eran cada vez menos intensos. Alister lo miraba con la cara amoratada, tenía el párpado hinchado y una aureola rojiza bajo los ojos. Le salía sangre de la nariz y respiraba con dificultad.
Seguí acercándome hasta quedar a pocos centímetros de Astra. Él encontró mi mirada y la reconoció, como si se disiparan las tormentas de su mente.
─Incinea ─dijo por fin. Liberó a Alister y me abrazó. Sentí que me envolvía con todo su cuerpo, casi pude sentir que mi carne se volvía su carne─, perdóname, no debí marcharme. De haberlo sabido yo...
Lo besé. No quería escuchar sus disculpas, no estaba lista para perdonarlo todavía. Me convencí de que si detenía el ataque no sería para salvar a Alister, sino para salvar a Astra de sus propias acciones. Así no tendría que lamentarse por nada más, nunca. El asesinato de su medio hermano sería una carga insoportable, incluso si no se arrepentía de ello.
Una fuerza espantosa me arrancó a Astra de los labios. Los soldados finalmente se habían decidido a apresarlo. Le arrojaron infinidad de cadenas que se enredaron, lo azotaron y lo hicieron caer de rodillas. Él ya no opuso resistencia.
─¡No! ─grité pero otra fuerza me jaló en sentido contrario. Los guardias se encargarían de mí también.
Me arrastraron fuera del salón. La puerta de doble hoja se cerró y ya no pude ver lo que ocurría allí. El corazón me palpitaba como si quisiera salírseme del pecho y correr a los brazos de Astra una vez más. ¿Lo matarían? ¡Oh, por todos los dioses! Estaba segura de que lo matarían. ¡¿Qué había hecho?!
─¡Astra!
Me llevaron a un cuarto sin ventanas, estaba oscuro y solo había un colchón de paja sobre el suelo. Creí sentir el corretear de unas ratas sobre mis pies. La sensación me produjo náuseas. La puerta se cerró de un golpe y toda la luz se desvaneció.
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La Casa del Venado
Fantasía(Romance- Fantasía) Incinea está comprometida con el heredero de un antiguo reino, pero él solo tiene ojos para otra mujer. Astra es el medio hermano del heredero, un cambia formas que regresa al palacio luego de 16 años de exilio. Esta historia se...