¡Vuelve te lo suplico!

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Enid.

-La cacería de vampiros termino, ese mismo día; con la fatídica muerte del amor de la vida de la reina vampiro, o, al menos eso dice la leyenda- Comento la maestra, dejando a todos con más dudas acerca de lo sucedido, pero ella no dijo nada más, mantuvo el misterio y eso le encanto de cierta manera a todos. Nuestro nivel de cortisol aumentaba un uno por ciento; con cada respiración, cada mirada y cada pausa fomentada entre las conversaciones entre estudiantes, sobre conspiraciones o conclusiones de lo sucedido en la cacería de vampiros de 1512.

Yo por otro lado, luchaba con las maliciosas ansias de voltear en dirección a la pelinegra que me estaba volviendo loca, sin siquiera decir una sola palabra al respecto.

Moría de ansias por saber que pensaba acerca del tema, pero no podía hablarle, al igual que una amiga de hace años; yo creo que hay un proceso para esto, no solo puedes llegar y hablar de la nada, no señor.

Comencé a ser un manojo de nervios, no podía controlar el singular movimiento en mis manos, temblaban, al igual una isla al momento de un terremoto.

Las gotas de sudor caían en mi frente y me sentía seca, pero al mismo tiempo fría; mi corazón palpitaba con desesperación y ni hablar de mi respiración.

Tenía que intentar hablar con esta chica, cuénteme lo que me cueste.

Decidida, suspiré apreté mis manos en señal de suplica, y, mi respiración se volvió más natural de lo que había sido. Por suerte Yoko estaba entretenida con una amiga, o sino me hubiera hecho señas de burlas acerca de mi nerviosismo.

Voltee con cautela, para observar por lo menos el perfil de esta chica, solo necesitaba verla aunque sea un instante más.

Tras, haberlo hecho, me arrepentí por completo de no haber volteado antes, puesto que la misteriosa gótica no se encontraba bien, y, hasta ahora nadie lo había notado.

-¡Maestra Díaz!- Exclame asustada y con preocupación, mi voz temblaba, pero era resistente, así que la maestra corrió en el socorro de la pálida, que parecía estar sufriendo un ataque epiléptico o algo por el estilo.

Todos mis compañeros se alarmaron, unos corrieron haciendo espacio para que la pálida respirar, como si se tratase de una peste de la cual debemos escapar.

Yoko me ayudo a bajar a la que parecía llamarse Addams, hasta el tablero de la profesora.

-¿Saben si ha sufrido alguna vez un ataque como estos?- Cuestiono la maestra, dejándome con la intriga del pasado de cierta chica. Observé inquisitivamente a Yoko, en busca de respuesta, pero solo pude observar un rostro de preocupación y perdida de memoria, pero al mismo tiempo, como si estuviese retrocediendo un cased.

-¿Enid?- Pesquiso la maestra abriéndole lentamente los parpados a Addams; al hacerlo vimos el continuo movimiento de sus ojos, como si buscarán una salida, o, más bien la luz.

Mi pulso se empezó a acelerar y mi respiración volvió a la misma de antes, no podía con tanta impotencia, no quería ver a la chica, ya no tan nueva en el suelo; indefensa y sin saber que sucede a su alrededor.

Mi frustración fue tanta que me encargue de clavarme las garras en ambas palmas de mis manos, pude haber sentido el dolor que hacían sentir al entrar en mi dermis, pero no lo sentí. No estaba consciente de lo que hacía.

Mire una y otra vez el reloj de salón esperando a que esto terminará de una vez por todas, me concentre en la pelinegra y no preste atención a tan siquiera los llamados que hacía mi maestra para obtener respuestas acerca del estado de Addams.

¿Qué no entiende que yo ni siquiera la conozco?

Digo, yo no soy bruja, ni mucho menos adivina.

Las horas que pasaron fueron eternas. Llevaron a Addams a la enfermería y llegaron a la conclusión de que estaba en estado de shock.

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