Epílogo

10 0 3
                                    

Epílogo

Las olas rompían sonoramente en el casco del navío. Aitana veía con la mirada perdida la tierra que dejaba atrás. No había tenido noticias de sus abuelos. Aun así, guardaba la pequeña esperanza de que hubieran embarcado en uno de los barcos vecinos. Sus manos temblaban. La noche sería fría y larga entre la incertidumbre que se aglomeraba. Rafael había regresado a su lado antes de zarpar. En silencio, se había sentado a su costado. No habían comido nada de sus reservas. No después de escuchar una conversación de los guardias. La comida era insuficiente para todas las personas que viajaban en La Roca Escarlata.

Las reservas de alimento pronto serían escasas. Debian encontrar un puerto seguro en máximo tres días, o los problemas serian incontenibles. Por ahora, Rafael parecía dormitar, al lado de la joven, mecido por el ritmo del navío, así como muchos de los viajeros sobrevivientes. La aparente tranquilidad del viaje se vio interrumpida por una trasmisión de radio. La voz resonó por las bocinas del barco captando la atención de todos, principalmente de Aitana.

-Oigo… ¿Alguien me copia? - Nadie respondía. Se escuchaban voces de fondo. - ¿Me copia? Hay sobrevivientes en la Biblioteca. Pedimos una ruta de escape. Cambio…

-Abuelo. – Susurró Aitana reconociendo la voz.

Se escuchaban cuchicheos del otro lado de las bocinas. Pero no había respuestas por los soldados que dirigían el navío.

- ¿Quién será?

-¿No responderán?

-Pobres infelices, no llegaron a tiempo.

Eran las conversaciones que se oían entre los supervivientes dentro del barco. Aitana buscó rápidamente un camino hacia la cabina. Debía convencer a los tripulantes de dejarla hablar con su abuelo. Tenía que saber si se habían encontrado. Si había alguna posibilidad de regresar por ellos. Golpeó la puerta con desespero. El tiempo parecía eterno hasta que su llamado fue respondido. Antes de que el guardia hablara, ella se precipitó.

-¡Conozco a esa persona! ¡El que habla por la radio es mi abuelo! – El hombre vestido de militar la miraba con indiferencia. – Por favor, déjeme hablar con…- Sus palabras se cortaron con aquel estruendo.

Sus oídos pitaron y su corazón se detuvo por un instante. Las personas en cubierta gritaron. Una llamarada recorría la poca tierra visible, hasta morir en el mar. Rastros de polvo y escombros fueron elevados en el aire. Una nube de humo particular cubrió el cielo en una señal de muerte. Magna había caído. Toda su riqueza fue estela de destrucción.

-Esto es solo el comienzo. – Murmuró Rafael, quien había ido a buscar a la más joven, al no verla a su lado.

MagnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora