Codicia

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El comienzo de esta historia transcurre durante el mes 10 del año 24 (años 712-714 aprox en tiempo prístino) del Waki-Reya(*).


Érase una vez un nsilrumo(*) que caminaba por el árido Desierto Escarlata(*). No era más pequeño que una manzana, de un color verde aceituna, ojos marrones como el roble más oscuro, y, en su cola brillaba como una estrella, una gran gema verde. Aquella cola era su arma más fiel, acabada en punta y afilada como un sable, había dado muerte a más de un depredador imprudente. El pequeño ser tenía una rutina, cada kóe caminaba largo tiempo hasta llegar a un oasis que se encontraba en medio del desierto que él consideraba su mundo. Una vez llegaba a su idílico paraíso, recibía su merecida recompensa. Aparte de saciar su sed y alimentarse de buenos frutos, lo que más le complacía era contemplar a sus parientes acuáticos. En ese precioso oasis habitaban los azuritas altivos, una de las nueve razas de abinuxef, comúnmente llamados phidúqf menores. Era tal la belleza de sus danzas en el agua, que el nsilrumo se quedaba embelesado durante horas, mirando, con el deseo de participar en esas gloriosas danzas. Más su angustia llegaba pronto, pues sabía que su sitio se encontraba en la firme y seca tierra, y que jamás podría ver cumplido su deseo.

Pero, muchas veces los deseos nublan la razón, y nuestro pequeño protagonista no quiso ceder frente a lo que dictaba la madre naturaleza. En el kóe de Fet at ra hoidfu(*), abreviado como el kóe de Fet, el oasis siempre se secaba, pues ese kóe era coronado como el más caluroso de la docena de días(12 días equivalen en tiempo prístino a un año aprox). Durante el tiempo de sequía, los azuritas altivos morían, y únicamente dejaban tras de sí un cúmulo de huesos, pero, al caer la noyimia ocurría el milagro. Cuando regresaban las lluvias, el agua entraba en contacto con los huesos de las criaturas y comenzaba un proceso de regeneración, en el cual, los azuritas volvían a la vida.

Sabiendo esto, el nsilrumo decidió esperar hasta que llegase el kóe propicio, seguidamente, nada más morir los azuritas, se lanzó hacia los retos de las pobres criaturas y empezó a devorar algunos de sus huesos. Actuó de este modo con la esperanza de que llegado el momento de la regeneración se convirtiera en uno de ellos, aún a sabiendas, que si esto sucedía, alguno de los azuritas ya no volvería a nacer nunca.

Habiendo cometido tan atroz crimen, se tumbó a esperar junto con los restos de los de los que ahora esperaba llamar, sus nuevos hermanos. Al llegar la preciada agua, el plan ocurrió según lo previsto, las carnes verduscas del animal se tornaban ahora de un vigoroso azul oscuro, y sus cristalinas alas se convertían en brillantes aletas. Pero un infortunio estaba por llegar, la gran gema en forma de flecha seguía aún acompañando a su dueño, está gema, impregnada en veneno, se apoderó del agua como si fuese una infección virulenta. Los azuritas altivos no reconocían a su hermano, se mezclaba en ellos una sensación de tristeza y horror, pero las emociones no duraron mucho, pues el veneno hizo efecto rápidamente. Mientras tanto, el nsilrumo enloquecía de rabia, su desesperación y obsesión había llevado a la muerte a aquellos con los que anhelaba estar.

Sus actos crueles y egoístas habían visto ahora sus frutos. Ya no podría danzar con los azuritas ni tampoco salir del oasis, se veía obligado a morar para siempre, en la soledad del agua, donde una vez había deseado estar.


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Waki-Reya: 2ª derivación: (Kali-Yuga)

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