Amor I

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El comienzo de esta historia transcurre durante el mes 9 del año 13 (años 379-382 aprox en tiempo prístino) del Waki-Reya.


Érase una vez un rey muy rico y poderoso, a pesar de su juventud, reinaba en grandes ciudades y tenía a su disposición enormes ejércitos. Todos sus súbditos eran felices, pues el rey era justo y honorable, los impuestos eran solo los imprescindibles y nunca se oyó de ningún abuso de poder por parte del monarca. Pero entonces, llegó a su vida aquello que turba a todo hombre, aquello por lo cual se destruyen destinos y se unen almas. A su vida llegó una mujer.

El rostro de la bella era incomparable, poseía unas facciones que parecían delicadamente cinceladas por ángeles, un cabello negro como el plumaje de un cuervo envuelto en la noyimia, y unos ojos azules como el inmenso mar. Pero, lo que más le llamó la atención al rey fue su oscura tez. Esto abrumó al rey, ya que en la realeza no es de costumbre ver doncellas que no sean pálidas como la nieve, pues, no quieren ser confundidas con los morenos campesinos que trabajan bajo el sol.

El primer encuentro del rey con la dama fue en la Fiesta de Ra Revi Ajivmu(*), que en la lengua prístina quiere decir la Fiesta de la Luna Oculta. La fiesta, donde el rey es al anfitrión, comienza con la llegada de la noyimia, cuando el cometa Alíw tapa por completo la luna, y durante toda la noyimia la creación entera se ve envuelta en una intensa luz azul. Si bien la fiesta empieza cuando cae la noyimia, los invitados, por costumbre, siempre llegan antes para ver el nénoyar(*) de los soles desde los jardines reales.

El rey, sin hijos, ni amantes, ni parientes cercanos con vida, quedó como hechizado al ver la silueta perteneciente a la hermosa dama, esta, estaba atravesando un arco lleno de rosas, con las preciosas últimas luces de los soles alumbrando el perfil de su bello rostro. El rey, al no estar casado, estaba acostumbrado a que se le presentasen princesas con la intención de ser sus concubinas, así pues, la belleza de las mujeres no le era desconocida. Pero, aun así, la mujer de los firmes ojos azules y de los rosados labios, le dejó sin habla.

El rey tomó la iniciativa, y después de saludar a los invitados de mayor importancia, se dirigió con decisión hacia la mujer, que en ese momento estaba sola observando unas flores bajo la azulada luz del cometa. Cuanto más se acercaba, más se le aceleraba el corazón, y más pensaba que esa chica podría ser la mujer especial a la que había estado esperando toda su vida.

Finalmente, se acercó lo suficiente como para hablar con ella, se puso a su lado, y empezó a mirar las mismas flores que miraba la muchacha. Al mismo tiempo le dijo:


— Buenas noyimiaf, espero que esté disfrutando de la fiesta.

— ¡Oh! Sí, desde luego, es una fiesta magnífica y los jardines son preciosos. —dijo sin apartar la vista de las flores—.

— Sí, sí que lo son. Disculpe, parece que le gustan mucho las flores, ¿no?

— No exclusivamente las flores, he estado toda mi vida entre plantas y verduras, siento una enorme conexión con todo lo que crece de la tierra.

— Entre plantas y verduras..., qué curioso. Es difícil oír eso de boca de uno de mis invitados, mi maestro de ceremonias afirma haber seleccionado a los invitados entre la más alta elite de la nobleza, ninguno de ellos se sentiría orgulloso de pasar tiempo entre cultivos.

— ¿Sus invitados? No querrá decir que es usted el anfitrión... —dijo mientras se giraba lentamente para ver quién le estaba hablando—. ¡Ay, dios mío! Le ruego me disculpé majestad, no me había dado cuenta de que era usted —se disculpó la joven, de forma exaltada.

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