Capítulo 2

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Capítulo 2. Naveen y Tiana

Era una mañana prometedora para muchos, pero no para los chicos que llevaban cursos de inducción en la universidad, ni los días posteriores.

—De haber sabido que la semana de cursos era una pérdida de tiempo, hubiera alargado mis vacaciones en Santorini.

Charles asintió sin prestar realmente atención a lo que su mejor amigo seguía repitiendo desde el primer día que iniciaron los cursos para nuevo ingreso.

Lando y él eran visto por todos como la definición del Yin y el Yang. Por un lado, Lando era extrovertido, hermoso, amigable con todo el mundo, poseía carisma y un brillo singular, además de que podía salir con la persona que quisiera, pero era un romántico empedernido que creía en tonterías del príncipe azul. Era ese el más grande defecto que encontraba en su amigo. En cambio, Charles, era el que prefería retraerse de todo y de todos. No por ser asocial, en verdad podía mantener una conversación divertida y hablar de muchos temas. El detalle consistía que ocupaba su tiempo estudiando, desde temas que no le correspondían en el curso hasta para "exámenes" que jamás llegaban.

El lema de Charles era

El  esfuerzo nos lleva a lugares inimaginables

Para sus amigos era visto como "Tiana versión monegasca", sí, porque era un lindo doncel proveniente de Mónaco y este jamás disponía tiempo para divertirse con ellos, mucho menos ahora que estaba en la universidad, adaptándose a su recién descubierta independencia. Su brillo se veía apagado por el de su mejor amigo, y aunque Charles tenía un brillo mucho más fuerte que el de Lando, él permitía siempre permanecer con su luz apagada, de esa forma pasaría desapercibido de las personas. Por ello, Charles prefería esconder sus hermosos ojos verdes con aquellos espejuelos tipo abuelito que cubrían gran parte de su cara.

—¿Entonces?

La pregunta lo dejó descolocado y solo así volvió a prestarle atención al de rizos. Seguía sorprendiéndose cómo demonios Lando se rizaba el cabello a cada cierto tiempo y que este luciera sin daño, sumando que también solía teñirlo. Juraba poder formar toda una carta de colorimetría con tantos colores que su amigo llevó en la cabeza. Charles únicamente tenía negro azabache en su repertorio, aunque su cabello natural fuera casi rubio.

—Perdón, me distraje —se disculpó apenado— ¿Qué me decías?

Lando rodó los ojos considerando si volver a hacerle la misma pregunta, aun cuando conocía que ese comportamiento el pelinegro lo tomaba antes de negarse a cualquier plan que involucrara salir y divertirse.

—¿Vendrás a la fiesta de bienvenida? —preguntó y juntó las manos antes de dejarle responder—. Por favor Charly, lo prometiste antes de las vacaciones. Solo será en esta ocasión. No te voy a dejar solo en ningún segundo. Te lo prometo.

—No lo sé.

—Por favor... —rogó haciendo puchero—. Hazlo por mí ¡Es una fiesta de disfraces! Sabes que amo ese tipo de fiestas.

—Es que... —respiró hondo y comenzó a caminar de nuevo—, tengo trabajo. No sé si ese día sea mi descanso, lo cual lo dudo. Tan solo llevo trabajando ahí unos días.

En el fondo, Charles ni tenía pensado en asistir a aquella fiesta. Suficiente había tenido con el balide de la graduación en preparatoria, y juró no volverlo a intentar en su vida fuera esta corta o larga. Poner a su trabajo como una especie de parche no le agradaba del todo, pero conocía muy bien a Lando y el de rizos incluso podría atosigarlo hasta el departamento en que rentaba con tal de hacerlo ir con él a la bienvenida, donde todos los universitarios se reunirían.

Yo crezco, tú creces ‐ [Charlos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora