La Invitación

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Tan pronto como el sol se asomó me paré de la cama y me apuré a realizar todas las tareas de la granja, revisé donde había plantado los girasoles para asegurarme de que estuvieran bien, la idea de que los cuervos se acercaran a ellos y no estuvieran listos para el verano me invadió así que pasé cerca de una hora haciendo un espantapájaros para estar segura.
Cuando estaba terminando de alzarlo una vez quedó listo, escuché la voz de Marnie detrás de mi, seguida de un suave pero sonoro maullido. Me giré de inmediato para comprobar si había escuchado bien o si nos oídos no me engañaban, pero si, era un gato, joven y completamente negro, estaba acurrucado entre los brazos de Marnie y me ofreció quedármelo para hacerme compañía en la granja. Sin dudar acepté, adoraba a los gatos desde que vivía en ciudad Zuzu y nunca había podido adoptar uno porque las mascotas no eran permitidas en la mayoría de las rentas. Me alegró aún más de lo que ya lo estaba, jugué con el y lo nombré "Nilo", desde niña quise tener un gato llamado así, por lo tanto no desaproveché la oportunidad. Lo dejé juguetear por todo el espacio que había limpiado de maleza y le serví agua y comida. Ahora debía comprarle un collar porque no tenía ninguno y pensé que quizá en la tienda de Pierre podría conseguirlo, me dirigí hacia allá a paso confiado cuando recordé la inminente indicación que me había dado Haley: "Búscame más" y sentí un acaloramiento subir por mi rostro porque quizá la encontraría, tomando fotografías en cualquier momento, paseando por la ciudad o simplemente en la misma tienda de Pierre mientras yo intentaba pagar mis compras, solía tener la suerte de topármela como fuera, hermosa y deslumbrante como su sola presencia suponía.

De pronto esa misma idea de encontrarla me hizo sentir una emoción que a penas podía contener, deseé que estuviera ahí cuando abrí la puerta de Pierre, cuando pagué por los artículos que llevaba, cuando Pierre me detuvo para conversar un poco y miraba a la puerta por si ella entraba, cuando salí y saludé a Penny  su madre Pam, a Elliot, los abuelos de Alex, pero ni rastro de ella. No podía esperar a que las coincidencias jugaran a mi favor, tenía que hacer que las cosas pasaran si deseaba verla, así que me dirigí a su casa pero antes revisé la pared fuera de la tienda de Pierre donde anunciaban fechas y anuncios importantes del pueblo, se anunciaba el baile de la primavera, que sería en 2 días, había oído a Sebastian hacer un comentario burlesco sobre el evento, pero nada más. Había que buscar una pareja para el baile y naturalmente pensé en Haley. "Debería ir a invitarla ahora mismo" me dije, y como si hubiera sido poseída por la idea mis pies comenzaron a caminar rumbo a su casa. Toqué el timbre y esperé unos segundos cuando abrió Emily, me saludó cálidamente y me invitó a pasar.

—Supongo que buscas a Haley.— Me dijo ella con una sonrisa acusadora que me incomodó un poco. Me imaginé que quizá no estaba siendo suficientemente discreta con nadie en el pueblo sobre mi interés por Haley. Sentí mis manos comenzando a sudar y me las limpié con los jeans lo más discretamente que pude.
—Si, bueno, en realidad venía a saludarlas a ambas.— Dije con una cierta dificultad que seguramente me había descubierto aún más. Emily sonrió asintiendo, como aguantándose una risilla burlesca.
—Iré a buscarla, ha estado en su habitación toda la mañana, salió solo para desayunar y luego volvió ahí.— Emily arqueó una ceja y sonrió de una manera que parecía mas bien una mueca de confusión, luego me invitó a sentarme en su sofá y esperar mientras ella iba a llamarla. La escuché tocar su puerta y luego la tierna voz de Haley responderle, después la puerta abrirse y los pasos de una de ellas se escucharon tras de mi, Emily me pasó y guiñándome un ojo, tomó su bolso y unas gafas de sol, se las puso en la cabeza y abrió la puerta principal.
—Bueno yo me voy ya, ayudaré a Gus con algunas cosas de la bodega, nos vemos más tarde.— Era claro que no era su hora de trabajo y que saliera de la casa de esa manera solo significaba una complicidad que no habíamos acordado pero la agradecí.
No hubiera sabido como invitar a Haley al baile de primavera con ella presente. Pensé que podría recurrir más a Emily para saber como aproximarme mejor a su hermana, pero la idea me ruborizó, como si no fuera capaz de conseguirlo por mi misma y me sentí estúpida.

Escuché ahora pasos detrás mío y las manos de Haley se apoyaron en mis hombros, detuve la respiración, miré hacía arriba y allí estaba, con su rostro sonriente, se agachó un poco y me acomodó el cabello.

—Vaya, entonces no tardaste mucho en venir.—Dijo con un tono tan presumido que sentí más nervios que antes.
—Ya sabes, no me gusta perder el tiempo.— Repliqué intentando imitar su tono, como si supiese lo que estaba haciendo.
—Hueles a tierra.
—¿Yo? Si, lo siento, he estado trabajando en la granja toda la mañana.—Sentí mi estomago darse una vuelta y tanta vergüenza que cerré los ojos dando un casi imperceptible suspiro. Sentí el rostro de Haley acercarse a mi cabello, sobre mi hombro, tomó una audible aspiración, me estaba oliendo, y cuando caí en cuenta abrí los ojos y la tenía tan cerca que me quedé inmóvil. 

—Llámame loca si quieres, pero me comienza a gustar el aroma.— Sonrió con picardía y se levantó. Me giré incorporándome en el sofá y con los labios un poco abiertos, sorprendida. Estaba sonrojada pero no me molestó que se pudiera dar cuenta de ello.
—Haley quería... preguntarte algo.— De nuevo la sensación de irrealidad me abordaba.
—¿Si, qué cosa? Por cierto ¿Ya almorzaste?— Me preguntó poniéndose una mano en la cintura. Noté su maquillaje que era sencillo pero que resaltaba sus facciones, ahora mis mejillas ardían.
—No. tomé un desayuno rápido.— Respondí a la segunda pregunta, temerosa de retomar a la primera.
—Ya nos preparo algo a ambas, si no tienes prisa quédate un rato.— Dijo mientras se dirigía a la cocina con una sonrisa sin disimular.
—Haley ¿Quieres ir conmigo al baile de la primavera? No sé muy bien de que se trata, y comprendo si no quieres porqué sé que somos dos chicas y es rarísimo. Y yo...—Me detuve al ver el rostro de Haley encendido como antorcha, tenía las mejillas rojísimas y la boca abierta. Quise sonreír. Se aproximó a mi de nuevo, peligrosamente. De repente sentí la garganta reseca. Me tomó las manos, y las miró, luego me miró a mi. Vi que tenía los brazos manchados de tierra, y me avergoncé de mi descuidado aspecto para atreverme a hacerle una petición así.
—Si iré contigo, boba. La verdad no hay nadie más con quien quisiera ir.— Dijo y sus palabras fueron claras, su rostro iluminado, ruborizado y sonriente de oreja a oreja me dejó ver sus perfectos dientes, blancos, alineados, sentía revolotear mi estomago. 
—¿De verdad?—Pregunté con incredulidad, luego miré sus manos sosteniendo las mías, arregladas y limpias, increíblemente femeninas, llevaba la pulsera de su bisabuela que había encontrado en la playa y noté que tenía pequeños girasoles grabados, no había prestado atención a ese detalle cuando la vi la primera vez porque estaba tan desconectada que en realidad todo se sentía como si hubiese sido un sueño y no pudiera confiar en ningún rasgo particular de lo que sucedió.
—Si. Estaba esperando que me lo pidieras, pero no creí que lo harías.— Se acercó a mi mejilla y depositó un suave beso en mi mejilla. Podría haber muerto allí mismo, podría haberse acabado todo y no me hubiera importado. —Aunque debes de saber que normalmente esta invitación se acompaña de una flor.— Añadió soltando una risa enternecida. Noté como mi sonrisa se convertía en una mueca y se torcía, me llevé las manos al rostro para ocultarlo.
—¡No pasa nada!— Me dijo para tranquilizarme y trató de apartarme las manos de la cara. Separé un poco los dedos asomando un ojo para permitirme verla.
—Que horror. De verdad lo lamento soy la peor con estas cosas.— Admití con vergüenza.
—Olvídalo, ya irás mejorando. —Me guiñó y me hipnoticé por sus movimientos mientras se alejaba de nuevo a la cocina. —Y bien ¿Qué te preparo?— preguntó apoyándose sobre la mesa y las manos comenzaron a temblarme. Haley es la única persona que me había desatado estos sentimientos, esta extraña disociación, como si estuviese ahogándome y el tiempo ya no existiese como tal.
—Haz lo que prefieras, me quedaré un rato contigo.
—Y pensar que siempre pareces estar ocupada y con prisas, granjera.—Dijo en tono sarcástico y le sonreí, me acerqué a ella y le toqué la cintura con a penas las yemas de los dedos, parándome tras ella, la sentí estremecerse. 
—Siempre estoy ocupada y con prisas.— Respondí con burla condescendiente. Me acerqué más a ella y apoyé mi barbilla en su hombro. —Dime como te ayudo.—Un a penas perceptible sonido salió de su boca.
—Perdona, no te escuché.— Le dije. Y se dio la vuelta, encontrándome, mirándome de frente.
Ahí le acorralé contra la encimera, me acerqué, la miré a los ojos suplicante porque se dejara llevar, sentía que no existía ninguna otra cosa que no fuésemos nosotras; luego noté su respiración violenta. Sus ojos contra los míos, luchando por saber quien se rendiría primero a esa tensión. Me incliné un poco, acerqué mi boca a la suya lentamente y la besé.
Tenía la suya un poco entreabierta pero pronto sus labios se armonizaron con los míos, me tomó el rostro y me atrajo hacía ella con decisión, sentí la humedad de nuestros labios chocar, en un vaivén que hacía que mi corazón casi explotara. Tenía mis manos en su cintura y la apreté con una fuerza que emitía todo mi deseo.

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