El Tarro de Mermelada

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Volví a casa con una sensación de adormecimiento en las manos y parecía estar funcionando en modo automático porqué cuando llegué a la granja no podía recordar haber caminado en la oscuridad de regreso desde la casa de Haley. Tal vez todo esto era un sueño del que en pocas horas despertaría pero tampoco recordaba haberme quedado dormida. Haley había estado en mi casa y cenamos juntas, charlamos y me dijo que terminó con Alex. ¿Por qué me había dicho eso? Me le había acercado para besarla. ¿En qué estaba pesando? por otro lado, había sentido las señales bastante claras. Pero ¿y si no lo eran? si me hubiera acercado y ella se hubiese apartado ¿Entonces qué? ¿Cómo iba a llevarme con ella de manera natural después de cometer un error tan fatal?
Sacudí la cabeza para no pensar más en todas esas preguntas. No tendría respuesta de ninguna a menos de que lo intentara. Sus labios me habían parecido tan provocadores que casi sentía su calor sobre los míos con solo mirarlos. Llevaba un labial en tonalidad de rosa tan tenue que a penas lo percibí cuando la tuve al frente. Entonces pensé que quizá el vaso que había usado en la cena debería tener un poco de su labial también, lo revisé y acerté, estaba ahí, tan claro como una calcomanía al filo del vaso. Eran sus labios, todo era real, ella había estado ahí. Sonreí y guardé el vaso sin lavar en la alacena para tener el recuerdo que me ofrecía pensar en esa noche encapsulado para después; permitiéndome fantasear con ella me fui a acostar y mi cabeza me ofreció gustosamente muchas versiones de ella, me parecía hermosa en verdad y tenía en sus dos puntos celestes una mirada tan desafiante que casi la culpé por invitarme a acercarme y producir todo este sentimiento; también estaba su cuerpo, no muy alta, no muy baja, sus piernas largas que esta vez llevó cubiertas con unas botas para lluvia y jeans, su cabello que parecía brillar como oro puro en cualquier escenario o luz que se presentaran. Me puse las manos sobre la cara y luego las pasé por mi cabello despejándome la cara.
Había algo que no entendía de todo esto, algo que no terminaba de conectar y luego de una tortuosa sesión de escenarios fatalistas donde ella rechazara mis intentos de acercarme más, me di cuenta que todos topaban en Alex; era como una piedra en el zapato porque sabía que el siempre estaría ahí, como la sombra romántica de Haley y adonde podría acudir siempre que algo saliera mal. Temí que yo no tendría tanto en común con ella como él porque ambos habían sido los chicos populares en la preparatoria y yo durante esa época no era más que una perdedora de la que ellos se hubieran burlado por pasatiempo.
Me sentí mal de pensar así de la Haley que momentos antes me había traído una ensalada de frutas a manera de lo que pareció una tregua entre ambas. "Debo dejar las cosas suceder" pensé. Eso es lo que mi abuelo me hubiera dicho, y debo ser yo misma aunque eso signifique un error. Yo le ofrecería a Haley la versión más pura y genuina de mi misma. Tomada esa decisión, me recosté de nuevo y me forcé de nuevo a dormir.

A la mañana siguiente me desperté con el sonido de aves cantando y me estiré tanto como pude sin levantarme. Tenía tanto trabajo por hacer que la sola idea me parecía abrumadora, me senté en el borde de la cama y me froté los ojos, me estiré un poco más y me paré para dirigirme a la cocina con una pereza demoledora, vi que sobre la mesa había dejado un plato sin recoger y de inmediato recordé el vaso de Haley, corrí a la alacena a revisar que siguiera ahí y confirmar que en verdad todo aquello había sucedido y ahí estaba igual que anoche, con la forma de sus labios coloreada en el contorno. Sonreí y me acerqué el vaso al rostro, lo miré y di un suave beso a la pintura de labios sobre el vaso. Me sentí ridícula pero en mi estómago se movían agresivamente tantas cosas que no supe distinguir la emoción exacta, me asusté de mi misma y me separé del vaso, volví a guardarlo en la alacena y me vestí para salir a comenzar con mis tareas del día. Robin debería empezar hoy la construcción de los corrales y yo tenía que despejar más el área para nuevos cultivos ahora que la primavera casi terminaba. Salí con mis herramientas, un sombrero de paja que me cubriera del sol y el contenedor con ensalada de frutas que Haley me había traído e indicado que comiera cuando trabajara duro y bajo el sol. Sonreí ante mi deliberada obediencia a sus palabras.

Planté GirasolesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora