Capítulo VI

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El constante sonido de las manillas del reloj era lo único que perturbaba mis pensamientos, me rodeaban datos y evidencias del caso en curso, y aunque mi cuerpo estaba en el pequeño estudio de mi apartamento, mi mente permanecía en aquella escena ...

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El constante sonido de las manillas del reloj era lo único que perturbaba mis pensamientos, me rodeaban datos y evidencias del caso en curso, y aunque mi cuerpo estaba en el pequeño estudio de mi apartamento, mi mente permanecía en aquella escena del crimen.

No tenía testigos confiables que me guiaran a un asesino, ni mucho menos cámaras o pistas legítimas. El cabello que había encontrado en el suelo y las huellas en el arma homicida, por supuesto que no había tenido concordancia con ninguna base de datos que tuviéramos; solo registrábamos a los criminales, más no a toda la población.

Al menos, aún no estaba desesperado; el juego, apenas comenzaba.

—¿Aún no encuentras nada? —inquirió Alejandra, asomando la cabeza por la puerta del estudio.

—Paciencia, estoy en ello.

Alejandra se acercó con una charola en las manos, como todas las tardes que trabajaba en casa, me había preparado café y unos panecillos.

—¿Caso difícil?

—Yo diría, entretenido —aclaré, mientras tomaba el café y un panecillo—. No tengo nada.

Mi mujer alzó una ceja, un tanto escéptica y dijo:

—Siempre te entretiene lo complicado.

—Por eso me enamoré de ti.

Alejandra me dio un manotazo en la cabeza, a pesar de que su ceño estaba fruncido, la picardía brillaba en sus ojos. La tomé por la cadera para atraerla un poco más a mí y me incorporé lentamente; ella forcejeó un poco, pero conocía a la perfección esa renuencia fingida. No quiso besarme en los labios, así que besé su mejilla; luego, el resto de su rostro, a la vez que sus risas y grititos lograban hacerme olvidar, aunque sea por un segundo el rompecabezas sin piezas que me esperaba en el escritorio.

Pronto el ambiente dejó de ser juguetón, y nuestros cuerpos comenzaban a calentarse, mis labios ya dominaban los suyos conforme mis manos, recorrían con delicadeza sus pechos y el resto de su cuerpo. Estuve a punto de llevarla a la habitación, de no ser porque mi maldito celular interrumpió el momento.

El ánima del Junquito | ONC2024 | #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora