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PARTE DOS

CAPÍTULO DIECISÉIS 


MARÍA SABÍA QUE NO PODÍA ECHARLE LA CULPA A TODAS SUS DECISIONES A LAS HORMONAS DE SU EMBARAZO. Tenía un par de mensajes de Felipe en su celular a los que todavía no había respondido, y a pesar de que había visto en sus notificaciones que se trataba acerca de la invitación del chico al asado de sus amigos al que la había invitado, María no pudo evitar pensar en la ironía de la situación, con ella caminando de un lado al otro en la cocina de su departamento mientras Matías dormía en la habitación de invitados.

El vínculo entre ambos todavía no estaba del todo resuelto. Que Matías se estuviera quedando en el departamento de María hace días era parte de una tentativa tregua entre ambos, en especial por como el embarazo de la chica todavía era bastante temprano y no querían arriesgarse a que nada malo pasara.

Su futuro hijo y el trabajo de ambos en la película eran las únicas cosas que los mantenían juntos, pero María estaba determinada a cambiar aquello, decidida a que la relación de ambos no fuera tan complejo.

Con pasos lentos, se acercó a la habitación de invitados. Matías había dejado la puerta semiabierta por cualquier cosa que María necesitara durante la noche. En el marco de la puerta, mientras los rayos de sol del amanecer comenzaban a alumbrar la habitación, María pensó en como aquella puerta semiabierta describía perfectamente el trato de Matías hacia ella. La mantenía en su vida pero con cierta distancia, no del todo dispuesto a perdonarla por lo que había hecho.

Luego de tragar saliva, María se dirigió a la figura de Matías, quien seguía durmiendo pacíficamente debajo de las sábanas rosas que le pertenecían a Belén. — Mati. -habló en voz baja, gentilmente moviendo su hombro.- Despertate.

Pasaron unos segundos hasta que el chico se movió, enterrando aún más su rostro en su almohada. — ¿Quién es? -preguntó con su voz ronca.

— El Cuco. -respondió María con sencillez, soltando una risa al ver como Matías fruncía sus cejas.

El chico movió su cabeza, observándola con sus ojos entrecerrados. — No sos graciosa. -murmuró, a pesar de que una leve sonrisa amenazaba con aparecer en su rostro.

María simplemente chasqueó su lengua, resistiendo el impulso de arreglar los mechones despeinados de Matías. — Dale, tenemos que ir al sanatorio. -le recordó.

Los ojos de Matías se levantaron de par en par, y en una cuestión de segundos estaba sentandose en su lugar en la cama. La sábana rosa se deslizó por su cuerpo, permitiendo que María notará que el chico únicamente estaba usando sus boxers para dormir. Ya estaba acostumbrada a verlo de aquella manera, pero las hormonas de su embarazo causaban que el deseo dentro de la chica creciera, con numerosos pensamientos acerca de Matías en aquella habitación cruzando su mente.

— ¿Te pasó algo? -preguntó el chico con preocupación, observando el estómago y el rostro de María para distinguir cualquier posible malestar.

María pestañeó, obligándose a dejar de lado aquellas fantasías para volver a la realidad. — Hoy tengo otra eco, ¿te acordas? -respondió, comenzando a caminar hacia la cocina.- Otra rutina de chequeo.

El chico soltó un suspiro de alivio antes de levantarse de su lugar y estirar sus brazos. — ¿Me da tiempo a ducharme? -preguntó en medio de un bostezo.

— Si. -contestó la chica, abriendo la heladera para buscar los ingredientes de unos panqueques de avena.- Anda y yo preparo el desayuno.

Aunque una ducha le parecía ideal a Matías para poder relajarse y prepararse a la idea del turno médico, se acercó tentativamente a María. — Te ayudo. -ofreció.

SAFE AND SOUND | MATÍAS RECALTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora