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CAPÍTULO 39


ESCENA 72

LAS MANOS DE CECILIA SE MOVÍAN CON LENTITUD AL COSER LA TELA IMPERMEABLE. Había utilizado casi todo su hilo para coser la mochila hecha de los jeans rotos que ya no le servían a los chicos, por lo que tenía que utilizar otros materiales para hacer un bolso de dormir junto a Carlitos.

Roberto no dejaba de caminar a su lado, ladrando correcciones y sugerencias a la tarea de ambos. Cada vez que una queja salía de sus labios, Cecilia le daba una mirada helada cómo el clima que los envolvía, lo cual callaba a su prometido por unos minutos hasta que volvía a arrancar.

Sabía que se debía a su nerviosismo por la insistencia de Nando a que lo acompañara a su caminata para buscar ayuda. La noticia en la radio de que volverían a buscarlos hubiera causado alivio en Cecilia hace semanas, pero las palabras levemente distorsionadas por la estática no le causaron seguridad a la chica. Ya había entendido que si querían sobrevivir, necesitaban actuar ellos mismos, a pesar de que le causara pesar que fuera Roberto el que tuviera que ir a la expedición.

— Dale, Roberto. -insistió Nando.- No tiene sentido volver al principio.

— Dijeron que nos van a buscar. -respondió Roberto cómo si fuera la respuesta obvia para no ir a la expedición.

Nando resopló. — Unos pelotudos que pasaron por encima de nosotros y no nos vieron. -se quejó.

— Están buscando cadáveres. -habló Fito sin rodeos.- Hace dos meses que estamos acá.

Las palabras de su primo detuvieron los movimientos de Cecilia, en mitad de clavar un alambre a través de la tela para asegurarse de que no terminara rompiéndose. Durante toda su estadía varada en los Andes, Cecilia había puesto toda su atención en alguna tarea, sin importarle que fuera tejer o enseñarle a Carlitos a coser, únicamente para no perder la cordura y las esperanzas. No quería pensar en cómo su cuerpo se estaba consumiendo, algo que claramente se veía por cómo la piel de su rostro se pegaba a su pómulo y su ropa comenzaba a quedarle dos talles más grandes.

— Dos meses, Roberto. -repitió Nando.- ¿Y vos todavía creés que piensan que estamos vivos? -le preguntó con seriedad.

Roberto inocentemente levantó los hombros. — Estamos vivos. -respondió, elevando su tono de voz.

Cecilia mordió el interior de su mejilla, concentrando en la tela en sus manos. Tendría que conversar con Roberto, pero sería mejor hacerlo en privado, lejos de las miradas curiosas de los chicos.

— ¿Vivos? -repitió Nando con incredulidad.- Mira cómo estamos. Miralo. Esto no es estar vivos.

— Ceci estuvo muerta cómo por dos minutos. -comentó Carlitos.

El rostro de la chica se volvió pálido ante las palabras del chico. Sabía que era su forma de tratar de que Roberto entendiera la seriedad del asunto, pero el recuerdo de irse a dormir para luego despertarse sintiéndose débil con Roberto y su familia alrededor de ella provocó una angustia en la chica.

Roberto sentía lo mismo, sin poder evitar observar a su prometida, quien estaba sentada en la nieve, cuidadosamente preparando el bolso de dormir. La tarea, a pesar de ser sencilla por su talento de tejer y coser, tenía una mayor importancia en la mente de la chica al saber que Roberto podría pasar las próximas noches en la montaña en aquel bolso, por lo cual quería asegurarse de que estuviera protegido.

— ¿No te acordas que no respiraba? -continuó Carlitos.- Mira que de acá no salimos solo rezando.

Sus últimas palabras con ironía hicieron que la frustración que Roberto contenía finalmente explotara dentro de él. Con pasos firmes, se acercó hacia Carlitos y Cecilia, agarrando con firmeza la tela que Carlitos estaba cosiendo con alambre.

SAFE AND SOUND | MATÍAS RECALTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora